Héctor Abad F.: Los pájaros no existen
Aunque no tengo nietos, los hijos de mi mujer me han permitido la didáctica experiencia de estar en contacto con niños y adolescentes de una generación muy lejana a la mía. Ellos nacieron ya en este siglo y miran con desdén juvenil a los millennials, esos vejestorios del pasado que llegaron al uso de razón (unos más, otros menos) alrededor del año 2000. Recuerdo que uno de estos niños, hará unos 15 años, un poco harto o despistado con el tema de las cosas que no existían cuando su abuela era niña (en la era prehistórica de mediados del siglo XX, un mundo sin internet, sin celulares, sin portátiles, sin WhatsApp, ni YouTube, ni nada de eso), le preguntó de repente: “Abuela, cuando tú estabas chiquita, ¿existían los pájaros?”.
Me acordé de esta anécdota hace uno o dos meses cuando ese mismo niño, ya un adolescente de 17 años, se reía a las carcajadas, hundido en su propio mundo, oyendo algo que le llegaba por los herméticos audífonos que casi nunca se quita. Como buen padrastro preocupado por la salud mental de sus hijastros, le arrebaté el audífono del lado izquierdo y me puse a oír lo que tanta risa le daba. Me preocupaba, como veterano, que fuera alguna porquería pedófila. Resultó ser que estaba oyendo un podcast sobre una manifestación de jóvenes en Estados Unidos que exigían que Twitter cambiara su logo, el famoso pajarito, porque ellos habían descubierto que, en realidad, los pájaros no existen. Según su teoría, los pájaros reales habían sido reemplazados por falsos pájaros, que en verdad son drones con plumas diseñados por la CIA para vigilarnos a todos desde el aire.
Todo me pareció tan raro y tan absurdo que no quise seguir oyendo. No me dio risa; le pregunté de qué se reía; el muchacho me dijo que yo no entendía nada; meneé la cabeza varias veces como un viejo indignado con las estupideces de la juventud (¡adónde iremos a parar, por Dios!) y me propuse hablar seriamente con la madre del chico para que le prohibiera pasar tanto tiempo encerrado en la soledad de sus audífonos. Después se me pasó decírselo y pasó el tiempo, pasaron las semanas, hasta que me topé por casualidad con más información sobre el movimiento Birds Aren’t Real (Los pájaros no son reales). Resulta ser que esta es una iniciativa de los denigrados muchachos de la generación Z, la de mi bonus hijo, con la que ellos pretenden combatir lo absurdo con el absurdo, lo tonto con lo tonto, lo idiota con lo idiota.
El propósito de los activistas de Birds Aren’t Real no tiene nada de tonto: quieren combatir las teorías de conspiración, los supuestos complots de camarillas de sabios mundiales, las campañas de desinformación por las redes, con una parodia bien orquestada y casi realista de esas mismas locuras que mucha gente se cree con pasmosa ingenuidad. Enfrentan la falsa seriedad científica de los antivacunas, la circunspección de los teóricos del complot judío, la histeria anti-Darwin de los creacionistas o el complot del anticristo Obama y sus aliados comunistas violadores de niños, mediante la ironía y la parodia. Y han montado esa tesis todavía más demente que las que defienden los campeones de la desinformación.
En su página web, que bien leída es una mamada de gallo gigantesca, perfectamente documentada, cuentan la historia de cómo los pájaros empezaron a ser reemplazados por drones en el siglo pasado, drones con perfecta apariencia de pájaros, que nos están vigilando. Colombia, el país más rico en aves del mundo, es por supuesto también el país más vigilado, por la cantidad de riquezas, de mafiosos, guerrilleros, comunistas y paramilitares que hay aquí. La próxima vez que vean pájaros de cualquier tipo obsérvenlos bien. Dense cuenta de cómo nos miran. En realidad, son drones que nos están espiando, grabando, filmando desde el aire, desde los árboles, desde las ventanas. Fíjense bien: los pájaros transmiten todo lo que hacemos y decimos. Los pájaros no existen, quedan advertidos. La generación Z lo sabe.
La página web oficial del movimiento: https://birdsarentreal.com/