Henri Falcón quiere ser presidente
Henri Falcón probablemente se levanta cada mañana y se coloca ante el espejo, con el cepillo de dientes metido en la boca, y le dice al espejo: «Hey, tú, el del copete: ¡Vas a ser presidente, campeón!». Ha sido el mejor alcalde chavista en el océano de alcaldes chavistas corruptos y holgazanes que fue la red de municipios venezolana durante la primera década del siglo XXI y, aunque el listón no estaba muy alto sino más bien por el suelo, desempeñó una gestión exitosa. Ahora tiene esta ambición atravesada entre pecho y espalda, y dice que hay que castigar a Maduro con el voto consciente. ¿Consciente de qué, de su inutilidad?
Hay una imagen muy criolla, sobre todo en cierta generación que está comenzando a pasarse de rosca: La del pura sangre que viene de atrás y se cuela por los palos para ganar sorpresivamente la carrera, cuando el que ha ido delante hasta entonces cree que ya tiene asegurada la victoria. Seguro que en algún momento de su vida Henri Falcón ha sido un aficionado de la hípica. Seguro que en el dominó le gusta ahorcar con la cochina. Seguro que en las bolas criollas confía en que su último tiro desplazará las bolas enemigas para que la suya se arrime al mingo.
Un día de 2016 asistí a una de las reuniones que hacia un grupo de reflexión política, cada tantos sábados, en el Hotel President de la avenida Bolivia, cerca de Plaza Venezuela. Henri Falcón llegó de último con su séquito. Hay personas que, independientemente del cargo que ocupen, no van con acompañantes a los actos y reuniones, sino con séquito. En este venía su jefa de Prensa y un camarógrafo. Si un político va a una reunión a reflexionar sobre su país y se lleva un camarógrafo, no va a reflexionar sino a derrochar físico. Habló junto con otras personalidades, entre ellas el Padre Luis Ugalde, aunque no las escuchó. Falcón es el tipo de persona que solo se escucha a sí misma. Como al principio de su carrera pública, de la mano de Chávez, le salieron bastante bien las cosas que se escuchó a sí mismo como alcalde del municipio Iribarren, estado Lara, ha creído que la vida es así todo el tiempo. Por eso le pasó lo que le pasó en mayo de 2018.
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Y sí, no cabe duda de que fue un alcalde exitoso. Era el tipo de funcionario del cual uno pensaba: Caramba, no parece chavista. Al igual que de José Vielma Mora. Tipos demasiado eficientes, una rara avis dentro del chavismo.
Pues sí, lo eran. Henri Falcón es hoy más chavista que nunca, porque lo que hace es entorpecer el progreso. Al menos, el progreso de la unidad opositora. Su caudal en Lara parece estar compuesto por militares retirados y ex empleados suyos, de cuando estaba en la Alcaldía de Iribarren o en la Gobernación, bajo el marco su partido Avanzada Progresista. Con ese escuálido cargamento le brinda su apoyo a Timoteo Zambrano y su Movimiento Ciudadanos Cambiemos dentro de la Alianza Democrática, y el acto, esta vez en La Guaira, sería para juramentar la Estructura Electoral (se respetan las mayúsculas excesivas del flyer original).
¿Todo ello con los dólares sacados del mismo pote de donde los saca Luis Parra, por ejemplo?
En Barquisimeto dicen dos cosas; que Falcón está rayado y que es más falso que una moneda de un euro con la efigie de Chávez.
A Falcón lo asesora Eduardo Semtei. El periodista Kico Bautista estuvo detrás de él en la fracasada campaña de 2018. Ahí está, con él, el politólogo Mario Perdigón. Ah, seguro que también tiene a su lado dos o tres camarógrafos.
En fin. Cuando ocurrió el levantamiento del 11 de abril de 2002, Falcón era alcalde y Luis Reyes Reyes, otro chavista redomado, gobernador de Lara. Marisabel de Chávez, entonces actriz estelar en el reparto, se entendía bien con Henri Falcón, sobre todo por su cercanía con Luis Miquilena; además, su querida tía Elsy trabajaba para el alcalde. Pero eso no significó que, en la madrugada de la defenestración del galáctico, la primera dama, huyendo de la capital, al aterrizar en tierra larense ni el compatriota golpista Reyes Reyes, ni el entonces alcalde Falcón, se le acercaran para brindarle su apoyo. Ni de broma. Los dos se escondieron hasta ver cómo se desarrollaban los acontecimientos y entonces, sí, salir con sus vestiduras rasgadas. Henri Falcón fue ligeramente más valiente durante el 11 de abril: No escurrió el bulto como su compañero de partido y marcó distancia. Dijo poco más o menos que él no sabía nada del asunto «y lo único que pido es que me dejen trabajar». Así pasaron las horas hasta que el país retomó la senda del proceso y tanto Reyes Reyes como Falcón decidieron, entonces y sólo entonces, aparecerse ante Marisabel para ponerse a la orden. Y la primera dama, con elegantes maneras, sencillamente los mandó al carajo.
¿Podría fiarse un elector cualquiera de un individuo en un cargo de responsabilidad pública que escurre el bulto de esa manera antes que brindarle protección o mostrar, al menos, solidaridad en tan aciaga hora, a la desamparada mujer del jefe que viene a refugiarse en su terruño?
Un hombre con un currículum exitoso como alcalde, eso es Henri Falcón, aunque después se le trabara su gran proyecto Transbarca al distanciarse del supremo comandante. Tiene una historia como gerente de un municipio, también como conductor de un estado. De un tiempo a esta parte quiere ser presidente, pero no haya cómo; se presentó a las pantomimas de 2018 y obtuvo un poco más de un millón 820 mil votos (21%). Al final lo que hizo fue darle un tenue barniz de legitimidad a la farsa de Maduro.
A Henri Falcón le gusta correr, por lo visto, pegado a la baranda, para colarse en la recta final y tomar a los demás por sorpresa. Es una estrategia como otra cualquiera. Espuelas tiene, gríngolas como que también. Y un hándicap demasiado bravo que lastra su futuro: El estigma chavista.
Eso es como haber pagado cárcel por asesinato: La justicia se hizo, pero el estigma nunca te abandonará. Se puede ser ex presidente, por ejemplo, pero nunca a nadie han llamado ex asesino.