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Henrietta Boggs, una joven sureña que voló a Costa Rica y cambió su historia

Al huir de la segregación en Alabama, encontró la revolución en Centroamérica y se casó con José Figueres, futuro presidente. Luego presionó para que tanto las mujeres como las minorías obtuvieran el derecho al voto

Este obituario es parte de una serie sobre personas que han muerto en la pandemia del coronavirus. Lee sobre otros aquí [en inglés].

 

Henrietta Boggs, una joven estudiante universitaria de Alabama, miró fijamente el interior de un volcán en Costa Rica mientras meditaba la propuesta de matrimonio de José Figueres Ferrer, un productor de café con ojos azul eléctrico. Él estaba de pie junto a ella mientras el viento soplaba a su alrededor y el humo enturbiaba el aire.

“¿Estar casada contigo será como este volcán?”, preguntó ella.

“Ser mi esposa será mucho peor”, le respondió él. “Pero te garantizo que nunca estarás aburrida”.

Eso era todo lo que Boggs necesitaba escuchar para hacer a un lado su mimada crianza sureña estadounidense. La pareja se casó en 1941, y después de unos años de exilio y luego una revolución, él se convirtió en el presidente de la Junta Fundadora de la Segunda República en Costa Rica. Como primera dama, ella ayudó a conseguir el derecho al voto para las mujeres y las minorías del país.

Boggs, cuya vida abarcó más de un siglo y se compuso de múltiples culturas, pasiones y vocaciones, tenía 102 años cuando falleció el 9 de septiembre, en su hogar en Montgomery, Alabama.

Nació durante la pandemia de influenza en 1918, la cual cobró 50 millones de vidas a nivel mundial. Murió en la pandemia actual: la causa fue el nuevo coronavirus, según lo comentó su hija, Muni Figueres, quien fue embajadora de Costa Rica en Estados Unidos.

Dónde contrajo Boggs el virus sigue siendo un misterio. “Hemos rastreado a todos los que estuvieron con ella y todos dieron negativo”, dijo Figueres en una entrevista telefónica. Las actividades de su madre en los días recientes se desconocen. “Pero no había estado enferma”, comentó su hija, y no había ido al hospital.

En el transcurso de su larga vida, Boggs —una mujer con un ingenio agudo, un porte aristocrático y una avidez de aventura extraordinarios para su época y lugar de origen— asumió un estatus de celebridad en Alabama.

En cada oportunidad, desafiaba la sociedad segregada y patriarcal en la que fue criada. De joven, se escapaba de la iglesia los domingos y se escabullía a la farmacia para comprar gaseosas y cigarrillos. Cuando era joven adulta y viajaba por América Latina, escribía artículos para el periódico de su ciudad natal, The Birmingham News, con descripciones detalladas de la pobreza y las carencias de las que era testigo.

Cuando era una divorciada de edad avanzada en un vecindario de vecinos blancos en Montgomery, Boggs le rentó su casa de huéspedes a Bryan Stevenson, un abogado negro que apenas comenzaba su Iniciativa de Justicia Equitativa, una organización activista que ahora tiene 31 años de antigüedad y trabaja para acabar con el encarcelamiento masivo; más tarde, Stevenson inspiró la fundación del Museo del Legado: de la Esclavitud al Encarcelamiento en Masa y el monumento conmemorativo a las víctimas de linchamiento en Montgomery.

“No es cuestión de dejar que las cosas pasen, sino de darles forma”, le gustaba decir a Boggs.

La mayor parte de su romance con Figueres, que ella describió en sus memorias, Casada con una leyenda: Don Pepe (1992), sucedió a bordo de la motocicleta Harley-Davidson de Figueres, cuando ambos recorrieron los terrenos volcánicos de Costa Rica. Los padres de Boggs se escandalizaron al saber que ella quería casarse con él.

“Ellos creían que las únicas personas que valían la pena eran los sureños blancos y protestantes”, le dijo Boggs a Andrea Kalin, una cineasta que hizo un documental sobre ella llamado Primera dama de la revolución (2016).

Credit…vía familia Figueres 

El matrimonio catapultó a Boggs, una escritora prolífica, hacia un drama que ella jamás pudo haber concebido en ficción. Luego de que su esposo fue exiliado de Costa Rica, ambos viajaron por América Latina y México como una pareja común y corriente que investigaba sobre la producción de café de día y sostenía reuniones políticas clandestinas de noche. Al mismo tiempo, enviaban armas de contrabando a Costa Rica para la revolución que se gestaba ahí.

“Tenían una tremenda sinergia intelectual”, dijo Kalin en una entrevista telefónica. “Henrietta era una fuerza incansable”.

Figueres lideró a las fuerzas de la oposición durante la guerra civil del país que duró cuatro años y Boggs a menudo se daba a la fuga con sus dos hijos pequeños. Un episodio especialmente aterrador los hizo escapar de las balas mientras cruzaban el Cerro de la Muerte.

Figueres fue el líder de la Junta Provisional, durante 18 meses, de 1948 a 1949. Con Boggs como su socia intelectual cabal, estableció una democracia y promulgó reformas económicas basadas en las instauradas por Franklin D. Roosevelt durante la Gran Depresión. Presionado por su esposa, les otorgó a las mujeres y a los afrocostarricenses el derecho a votar.

“Recuerdo que le repetía a mi esposo hasta el cansancio: ‘¿Cómo podemos llamarnos una democracia si no le permitimos votar a la mitad de la población?’”, recordó. Él cedió solo para que ella dejara de molestarlo, relató.

Sin embargo, diez años después de su comienzo, el matrimonio decayó. “Me sentía cada vez más marginada”, afirmó en el documental, “y sin importar qué pasara, no había nada que lo absorbiera tanto como la política”.

Se divorció de Figueres en 1951, se mudó con sus hijos por un tiempo a Birmingham, y luego se establecieron en la ciudad de Nueva York, donde ella trabajó para la Misión Permanente de Costa Rica ante las Naciones Unidas.

Boggs volvió a Alabama temporalmente en 1956 para apoyar el boicot de autobuses de Montgomery, la protesta de la comunidad negra contra la política de segregación racial en el transporte público. Boggs fue una de muchos voluntarios que llevaron en auto a los manifestantes a sus trabajos para que pudieran seguir evitando el uso de los autobuses. Finalmente, la Corte Suprema de Estados Unidos abolió la política de segregación en el transporte público, una primera victoria para el movimiento por los derechos civiles.

Boggs regresó a Nueva York y pasó tiempo de manera intermitente en París, donde su hija estudiaba. Después recibió una carta de un viejo amigo del bachillerato, Hugh C. MacGuire, un cirujano prominente en Montgomery. Él le sugirió que lo buscara cuando regresara a Estados Unidos. En 1965, ella lo hizo y se casaron ese mismo año.

MacGuire también era piloto y cuando necesitó un copiloto su esposa tomó clases de vuelo y obtuvo su licencia.

Ella solía decir que había dos clases de personas en el mundo (y dejaba claro a cuál grupo pertenecía): las que se conforman con el lugar donde están y las que dicen: “Vamos a ver qué hay del otro lado de la colina”.

Henrietta Longstreet Boggs nació el 6 de mayo de 1918, en Spartanburg, Carolina del Sur, y fue la mayor de cinco hijos. Su padre, Ralph E. Boggs, era ingeniero civil. Su madre, Mary Esther (Long) Boggs, era ama de casa.

Su padre pensó que sus perspectivas de trabajo eran mejores en Birmingham, entonces una ciudad siderúrgica en auge, y en 1923 trasladó a la familia a Alabama e inició un negocio de construcción.

Credit…Jaysen Michael/Secret Playground Photography, vía Spark Media

 

 

Henrietta asistió al Birmingham-Southern College y estudió Inglés. Pero ella veía su mundo como estrecho e intolerante, dijo en el documental, con un código de reglas no escritas: “No cuestiones. No dudes. Cierra tu mente. Y cree lo que se supone que debes creer. El modo de vida sureño era algo sagrado”.

Esa inquietud la llevó a Costa Rica. Una tía y un tío se habían jubilado allí y compraron una finca de café, y en 1940, después de su tercer año, Boggs dejó la universidad para visitarlos. Allí conoció a Figueres, quien hacía negocios con su tío. Lo invitaron a almorzar para hablar de un negocio de café y, según ella, él se enamoró a primera vista.

Después de su presidencia provisional, Figueres fue elegido presidente dos veces más, en los años cincuenta y setenta. Murió en 1990.

Además de su hija, a Boggs le sobreviven su hermana, Lucy Boggs Dustheimer, así como 10 nietos y 15 bisnietos. Su hijo, José Martí Figueres, murió en 2019. Ella y MacGuire se divorciaron en 1985.

En 1996, casi llegando a sus 80 años, todavía con fuerza, Boggs cofundó una revista llamada Montgomery Living. A pesar de que la vendió y ahora se llama ALMetro360, continuó escribiendo para ella. Su último artículo será publicado de manera póstuma.

También hizo voluntariado para varias organizaciones cívicas, caritativas y sin fines de lucro.

“Estaba comprometida con los derechos de las mujeres, el combate al racismo, así como la promoción de la justicia social y humanitaria”, afirmó su hija. “Hasta el final, luchó por todas esas causas”.

 

 

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