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Henry Escalona: La revolución y el 2021

 

 

El último mes de 2020 lo pasé atendiendo mi salud, corrigiendo un libro de cuentos que pronto les haré llegar y observando varios procesos políticos que consideré prudente dejar desarrollar para poder comentarlos con mis amigos y los pocos seguidores de estas líneas que comparto con ustedes. Fueron básicamente dos los procesos políticos que dejé evolucionar para poder formarme un juicio y una conclusión que presentar: las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de América y las elecciones parlamentarias de Venezuela, que, quiérase o no, están íntimamente ligados y de alguna forma se influyeron en sus resultados, así que iniciaré este diálogo explicando esa ligazón.

 

Hacía bastante tiempo que los Estados Unidos no intervenían tan de cerca en asuntos de esta parte del barrio hemisférico, al que han dado en denominar su patio trasero, pero desde que el gobierno de Barak Obama nos catalogó de amenaza global, el tema venezolano comenzó a ser algo más que petróleo y reinas de belleza para la potencia del Norte; creo que la muerte de Hugo Chávez desencadenó el nuevo interés americano en este país que ahora se llama República Bolivariana de Venezuela, pues Chávez era el eje fundamental de la dinámica de la políticas internas y externas de su país y sus decisiones, aunque podía consultarlas, no eran discutidas. Su deceso generó dos consecuencias: la pérdida del liderazgo único con el consecuente enfrentamiento de quienes se pretendían sus herederos y en segundo lugar la mayor injerencia de actores internacionales contrapuestos a USA que no querían perder sus avances geopolíticos en la región y los consecuentes beneficios económicos que ello producía y sigue produciendo hasta la fecha en que esto les escribo.

 

Esta presencia de potencias rivales motivó que Washington tuviera un sorpresivo, aunque no nuevo, interés en Venezuela y pasó de la observación discreta a la actuación palpable y a la oferta de «todas las opciones en la mesa», que envalentonó a mucho dirigentes de la oposición a creer en una invasión armada liderada por los Estados Unidos con Donald Trump a la cabeza.

 

Esa facción opositora se montó en ancas de la jaca del presidente gringo y asumió la posición que el State Department escogió para este país: sanciones económicas, rendición y no negociación con el madurismo, exclusión de cualquier idea con apariencia colectivista, apartheid comunicacional de los que parecieran tibios y esperar la llegada de las tropas yankees en entrada triunfal a Caracas. Esto llevó a ese sector opositor a comprometerse activamente en el respaldo a la campaña de reelección del señor Trump, con la consiguiente condena en redes a aquellos que no consideraren al millonario nuevayorquino como el predestinado salvador de la democracia americana, la venezolana y, por qué no?, del mundo occidental. Con el apoyo a Trump parece que también se habrían contagiado de las alocadas teorías de una conspiración globalista en contra de USA, Trump, la democracia y ellos mismos.

 

Al final ya sabemos cómo terminó la elección presidencial de USA, con una derrota para Mr. Trump, que hasta hace unas pocas horas se negaba a reconocer, al punto que, con su conocido dominio escénico, logró convencer a una turba fanática de que fueran a perturbar las consideraciones que hacían representantes y senadores en la cercana a la Casa Blanca sede del Congreso de los Estados Unidos donde, luego de aprobar los resultados de los colegios electorales se proclamaría al candidato Joseph Biden Jr. como presidente electo de USA. Ya conocemos que la visita de los adoratrices del señor Trump terminó en una gresca tumultuaria, ridícula, infantil y trágica que avergonzó a Estados Unidos ante el mundo e hizo desistir del apoyo que algunos legisladores republicanos habían prometido al señor Trump y sus intermediarios. Quedó pues desnudo el emperador y, al percatarse de ello, no le quedó otro remedio que situarse en la realidad de la que a veces parece escapar y aceptar los resultados del voto popular y el voto de los colegios electorales.

 

La aceptación de la derrota, y la segura transmisión de mando presidencial este próximo 20 de enero, no pone fin a esta situación, el trasfondo de la misma permanece inalterable y va a ser aprovechado nuevamente por Donald Trump para mantener una agenda política que va a permitirle mantener una posibilidad de que el llamado trumpismo se mantenga como una alternativa de poder y con posibilidades presidenciales, sino para él, al menos para un aliado del tipo del aún senador Ted Cruz de Texas u otro de los alabarderos conservadores que actuaron en la celada del pasado 6 de enero.

 

Donald Trump sabe que los factores que lo llevaron a la presidencia en 2016 se mantienen presentes en la sociedad americana, que su soporte electoral es la misma «mayoría silenciosa» que llevó a Richard Nixon a la presidencia en la campaña de 1968, sector poblacional que sigue presente en la «América Profunda», que no ha dejado de ser racista, xenófoba, inculta, rural o cuasi rural, fanática religiosa, temerosa de los cambios sociales, intolerante y patriotera, eso que los intelectuales de izquierda llamaron white trash, blancos pobres y de baja calificación cultural. La política americana tiene una deuda pendiente con ese sector poblacional y de no asumirla no cerrará la brecha por donde se podrían colar fantasmas, espantos y brujas que saben alimentarse del odio y retroalimentar con el a los que sustentan su actuación política, esos que como dice el filósofo y profesor de Harvard Jason Stanley, en un libro que me hizo llegar un buen amigo(Facha – Como Funciona El Fascismo y Como Ha Entrado en Tu Vida), hacen que como en los años treinta (del siglo pasado), el mundo está reaccionando negativamente contra la globalización. Y como en los años treinta, los motivos son tanto económicos como culturales. Epocas así pueden ser prometedoras para lograr cambios estructurales positivos. Pero la historia nos dice que también han sido instrumentalizados por políticos oportunistas que quieren que miremos hacia atrás y no hacia adelante.

 

Como ven, el campo sigue abonado para estos movimientos que otro buen amigo llama nacionalpopulistas, y que andan por Europa, por USA y por América Latina. En Estados Unidos el señor Trump, apenas se mude de Pensilvania Avenue, saldrá en campaña para su venganza, contando para ello con las mismas fuerzas que en 2016 y 2020, con la excepción de los opinadores venezolanos que en su mayoría habrán dejado de respaldarlo o estarán en tratamiento psiquiátrico como estoy seguro que algunos deberían estar desde hace un tiempo.

 

En tanto que por estos lares del Norte de la América del Sur, el nacional populismo criollo parece haber consolidado todo su poder con su triunfo en las parlamentarias del 6 de diciembre de 2020, una rutilante victoria, al parecer, que los lleva a tener el 90% de la representación parlamentaria, y de paso están seguros, ahora sí, que el US Marine Corps no posará su planta insolente en el Sagrado Suelo de La Patria. Pero en toda esa aparente alegría, a la que se une la finalización del término del mandato de la anterior asamblea nacional y el agravamiento de la perniciosa desunión opositora, comienzan a percibirse las grietas en la simbiosis cívico militar, las quejas entre los grupos civiles y los reclamos de sectores militares, la disconformidad de los nuevos y antiguos aliados, la dependencia cada vez mayor de los socios extranjeros, la injerencia de factores económicos foráneos y el nacimiento de nuevos compromisos cuestionables con sus socios nacionales. En fin una cadena que parece interminable si a ello le añadimos que, a pesar de los sueño de los antiglobalistas trumpianos y los maduristas más extremos, USA seguirá intentado recuperar su predominio en este sector geográfico que corre el riesgo de dejar de ser su patio trasero por su falta de preocupación por América Latina y las desacertadas políticas de Bush Jr, Obama y Trump, incoherentes y torpes. El Departamento de Estado de los Estados Unidos, parece encaminarse a una política más pragmática y eficaz en toda la otra América con especial énfasis en Cuba, Nicaragua y, por supuesto, Venezuela; ojo pelao pues Nicolás y los pretendientes opositores al trono.

 

Dejaré para otro día la influencia del Covid 19 en la campaña USA 2020 y otros temas que el largo de mi conversación no me permite hoy.

 

Caracas, 8 de enero del segundo (y espero que último) año de la llamada peste china.

 

 

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