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Henry Escalona Meléndez: Internet, libertad y modales

 

 

Confieso, no sin cierta vergüenza, ser un ejemplo de que en electrónica loro viejo no aprende a hablar. Añado a esta vergüenza el hecho de que los aparatejos tecnológicos y los aparatosos adminículos que los antecedieron siempre fueron un misterio de nombres y números que nunca me atreví a descifrar, me hablaban de IBM 360 y era como una clase de chino mandarín, podrías saber cómo se dice la palabra, pero no cómo se escribe ni los varios significados de los ideogramas en los que se expresa ese idioma. Pues bien, con esa actitud llegue a mi primer computador, un XT de marca indefinida que me obsequió un cliente al que defendí en un procedimiento de contrabando de, adivinen, hardware informático, a quien le pareció inapropiado que su abogado no pasara de la máquina eléctrica Olivetti o IBM de bolita que llamaban entonces.

 

Con el tiempo aprendí a utilizar sistemas más complejos de ordenador, telefonía y comunicaciones y ya me siento cómodo en mi estación Apple de IPhone, IPad y MacBook.

 

Allá por el año 2001, otro cliente hizo instalar en mi despacho de abogado una conexión para Internet y puedo decirles que al poco tiempo de entender cómo se usaba disfrutaba la información de fácil y rápido acceso que la red me facilitaba, lamentando no haber llegado antes a la red, que ya en 1993 había dejado de ser un territorio exclusivo de los sectores académicos, científicos y gubernamentales. Los usuarios de Internet eran ya personas comunes como yo, pues la red era de dominio público y liberada del financiamiento y control de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA por sus siglas en inglés), una agencia del Departamento de Defensa de Estados Unidos responsable del desarrollo de nuevas tecnologías militares, categoría en la cual Internet estuvo en sus inicios.

 

Así que la interconexión de redes para la transmisión de datos de manera rápida y eficaz se democratizó al permitir el acceso a la red de cualquier persona y al poder ser usada para fines comerciales que permitieron el nacimiento de lo que hoy conocemos como redes sociales. Las redes sociales, en el mundo virtual, son sitios y aplicaciones que operan en niveles diversos – como el profesional, o de relación, entre otros – pero siempre permitiendo el intercambio de información entre personas o empresas.

 

La masificación del uso de las redes sociales, ya va por los tres mil millones de personas que las frecuentan; constituye la más clara expresión de la democratización de Internet, lo lleva a incorporar a cualquier persona en el uso de la red para todo tipo de actividades, más allá de lo académico, institucional o estratégico. Eso me llevó a repetir la expresión común entre algunos dirigentes sociales de que Internet era la herramienta mas vigorosa y eficaz para la propagación de la democracia y la libertad en el mundo, la voz de los débiles, la expresión masiva de la información y la opinión por encima de los medios tradicionales y sus intereses particulares. Pero hoy creo, como muchos otros que creyeron en esa idea, que estaba equivocado, que la democracia y la libertad en la red electrónica debe ser evaluada y regulada de forma que quienes las desvirtúan y se aprovechan de ellas para fines hasta delictuales puedan ser detectados y excluidos de los beneficios de la intercomunicación universal. Esta advertencia toma mayor importancia cuando analizamos la actividad de la Social Media que abarca diferentes medios, como videos, blogs y las ya mencionadas redes sociales, pues comprende lo que entendíamos como medios antes de la existencia de Internet: radio, TV, periódicos, revistas. Cuando los medios de comunicación estuvieron disponibles en Internet, dejaron de ser estáticos, pasando a ofrecer la posibilidad de interactuar con otras personas.

 

Es en la interactuación social en la redes cuando se presentan los problemas de determinar si la tan proclamada libertad en el medio electrónico efectivamente existe, pues así como en el mundo real hay órdenes normativos a la conducta humana (religión, moral y derecho), en el mundo virtual también deberían existir controles. Más allá de las sospechas de un control de la red por parte de un Big Brother virtual, que sabe todo sobre los betas que asomamos nuestras almas en la web, más allá de los estados que imponen restricciones por motivos de supervivencia política o predominios económico, debería haber una especie de Manual de Urbanidad de Carreño que norme nuestro uso de la red. El motivo de esta sugerencia es mi deseo de completar la eficacia de las normas legales que evitan el fraude, los tráficos ilegales de objetos prohibidos, la trata de blancas y menores, los sitios que se dedican a la propagación de falsedades con fines torvos y, en resumen, el delito en la red. Por ello también debería existir un código de comportamiento social en la red, que de alguna manera mitigue los abusos de los actuantes en los medios electrónicos y cree un perfil de mass medía creíble, así nos libraríamos de dos conductas que perjudican el nacimiento y desarrollo de la libertad y democracia en la red, los abusos de las personalidades intemperantes y la propagación de innecesarias noticias falsas.

 

La existencia de medios masivos que, aparentando objetividad, se dedican a propagar información sesgada favorable a algún determinado polo global y la actuación en las redes de personas que, con intención o sin ella, se dedican a difundir esas informaciones como si fueran ciertas, crea una toxicidad en Internet que a veces me hace dudar de mi creencia no superada aún de que la red nos sirva para alumbrar la libertad y que, en lugar de parir un nuevo hombre, sea más bien un embarazo ectópico que solo trae dolor y molestias.

 

En nosotros está rescatar el origen más noble de Internet, liberado hace tiempo de la influencia del departamento de defensa gringo, y mantenerlo como un campo de desarrollo y debate de ideas, de transmisión objetiva de conocimientos y sucesos; un terreno fértil para sembrar progreso y no un erial donde solo florecen personalidades atrabiliarias que nos molestan con su desatinos aparentemente originales y que son replicados por muchos que los ven como modelos a seguir, entonces transmiten esas atorrancias y las envían a personas que, como es mi caso, les parecen molestos cuando no repudiables.

 

No sé si es que soy un loro viejo que no se acostumbra a estos malos modales de internautas pegados todo el tiempo a sus adminículos esperando que el cielo les revele la Verdad por medio de la electrónica, incapaces de comunicarse con sus pares sino únicamente por sus artilugios informáticos a los que están conectados todo el tiempo. Eso me molesta y hace repetir lo que decía un cronista social de mi juventud que se molestaba por las malas maneras de algunos actores jailosos: «Carreño y punto».

 

 

 

Caracas, 11 de Octubre del primer año de la pandemia china.

 

 

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