Henry Escalona Meléndez: ¿Un mundo sin petróleo?
Henry Escalona Meléndez
Cuando en mi temprana juventud leí Un Mundo Feliz, quedé maravillado por la imaginación de su autor al recrear un mundo que en 1932, cuando fue publicado, debe haber parecido sorprendente. La obra de Aldous Huxley, un hombre proveniente de una familia con generaciones de hombres y mujeres curiosos y creativos por sus dos ramas familiares, que nació en la época de mayor brillo del British Empire y murió cuando oficiosamente se decretaba su disolución, marcó en cierta forma mi interés por estudiar las formas en que el mundo se transforma social, cultural, económica y políticamente pues me generó una expectativa de terror ante un mundo con futuro de dominación totalitaria. Esa predicción absolutista creció cuando leí 1984 de George Orwell, autor nacido como Eric Arthur Blair en un hogar británico no tan intelectual y distinguido como el de los Huxley que hasta premio Nobel tuvieron y navegaron en el HMS Beagle con Charles Darwin, pero la obra de Blair tuvo más influencia política y literaria que la de Sir Aldous, pues el término orweliano quedó en la memoria colectiva para designar a toda distopía futurista posterior a la creación de su Big Brother totalitario y omnipotente.
Ambas obras si bien parecieron muy futuristas en su época, palidecerán ante la realidad no literaria de estas épocas en que se desenvuelven los últimos años de mi terrenal existencia, particularmente en lo que se refiere a las nueva formas de comunicación de masas, los medios que se utilizan y los fines que se buscan con ella, que desbordan con mucho las fantasías de los dos autores británicos que nunca habrían imaginado la masificación de las comunicaciones masivas por medios diferentes a la prensa, radio y televisión porque escribieron sus obras en la primera mitad del siglo XX antes de que el departamento de defensa norteamericano creara, desarrollará e hiciera pública ese universo electrónico que llamamos Internet.
La red, como también llamamos a ese medio comunicacional, nació como una forma de comunicación científica y académica para convertirse, luego de que se permitiera el acceso público a la misma, en un instrumento de comunicación masiva que cambió radicalmente patrones de comercio, educación, formación, información, actividad política y propagación de ideas, entre otros. Democratizó el conocimiento hasta niveles impredecibles hasta para los más imaginativos futurólogos de aquella mitad. Quién de ellos podría imaginar las consecuencias comerciales y políticas que generaría la red, y las que se siguen presentando todos los días, que solo son detectables por mentes estudiosas del fenómeno que comentamos. En mi caso particular, pude observar casi que atónito las conclusiones, una escrita y otra en entrevista de un medio de comunicación electrónica, de dos académicos hijos de amigos muy queridos, que tocaron aspectos sorprendentes del uso económico y político de los medios de red.
Es así como Noel Hermoso me da un campanazo que seguramente también los despertará a ustedes, cuando afirma: «Hoy no se trata de controlar lo que se dice masivamente y con ello lo que se piensa socialmente, como acostumbraba el mass media tradicional. Se trata es del control que ejerce una corporación sobre lo que piensa cada persona, la programación del pensamiento y de determinadas ideas en forma directa sobre los individuos. No es el control de la información, hoy en segundo plano, sino el control directo de lo que se consume como información, y el pensamiento derivado de este patrón de consumo, programado por la corporación. La derruida “opinión pública” ha sido sustituida por “el algoritmo”, que nos preestablece qué ver, oír, leer, preguntar, consumir, conocer y hasta amar.
Predominio del capital informático sobre los estados al punto que hay dominios que pretenden tener su propia moneda -caso de la libra de Facebook- o empresarios que prefieren tranzar en cripto monedas como Elon Musk que desea ser pagado en bitcoins en lugar de moneda convencional emitida por las tesorerías nacionales. Esto le da un nuevo poder a las redes sociales, que corre en dos vertientes, la del dominio político y económico y la de las nuevas opiniones de comercialización de ideas, bienes y opinión política, campo éste último en el que, como dice Guillermo Tell Aveledo, se pasó del orador solitario montado en una caja en algún parque o esquina, que aparecía en las caricaturas inglesas y americanas, ese que anunciaba catástrofes imaginarias y prevenía de estrategias extraterrestres, a la caja de resonancia universal en la que se han convertido los medios sociales electrónicos. Estos se encuentran en una etapa de atiborramiento de información que no permite ser procesada por abundancia, lo que hace que conspiraciones imaginarias o malintencionadas se vuelvan verdades por repetición goebbeliana aumentada a la enésima potencia. Esa información manipulada y deformada sirvió a los experimentos fascistas, particularmente el nacional socialismo alemán, para reinterpretar la realidad y convertirse en un extremo totalitario que debía ser seguido por todo un pueblo, y eso lo lograron los nazis utilizando solo cine, prensa y radio.
Imaginemos a los nazis con los recursos de comunicación moderna y estoy seguro que habrían sido más eficientes en desplazar los extremos políticos de modo que descolocarían el centro político y lo acercarían más al otro extremo, la izquierda, y así no habría posibilidades de mediación ni alternativas de equilibrio, solo el enfrentamiento entre dos polos y el triunfo de uno solo de ellos (Aveledo dixit), con lo que el mundo no tendría sino blanco o negro, eliminando todos los grises sociales, como el comentarista dijo que era el plan del ya casi ex-presidente Donald J. Trump.
La mentira siempre forma parte de eso planes, ello conlleva urdir complots, inventar conspiraciones, destruir reputaciones y una serie de truhanerías ideológicas y tecnológicas que otro día comentaré.
En ese mundo tecnológico en el que se juega la pérdida de la individualidad y el alma personal, nuestra psique se ve afectada por estrategias dirigidas a destruir los paradigmas que amueblan la cultura occidental; cualquier reputación puede ser escarnecida y destruida, desde el Papa Francisco, con más defectos digamos que el múltiple asesino Charles Manson, quien va perdiendo la fe y fidelidad de muchos católicos a quienes estos medios le presentan un pontífice vinculado a una conspiración mundial para imponer el comunismo, al que ante la necesidad de inmunizarse de un virus (supuestamente implantado al mundo por los enemigos de la moral y religión cristiana) no le queda sino justificar su salud y la de todos diciendo que se trata de una decisión ética porque estás jugando con la salud, la vida, pero también estás jugando con la vida de los demás”, a ese punto llegan los extremistas del teclado que se aprovechan de la sobre información. Pero afortunadamente la red sigue siendo útil para quienes piensan en un mundo que escape a las trampas que la contaminación ambiental, la sobrepoblación, el consumo desmesurado, la falta de alimentos y capacidades sanitarias para los más pobres, las carencias educativas y culturales y los intentos de asesinar a la democracia occidental han colocado en el futuro humano, y que piensan que aún son posibles de eliminar sin caer en la tentación totalitaria.
Mi querida Venezuela no escapa de esta situación de hipertrofia informática, tenemos un gobierno de hecho que utiliza las redes con total prescindencia de la ética y sigue confiando en la recuperación petrolera para perpetuarse en un poder que no ofrece soluciones a corto ni a largo plazo. Con total prescindencia de la idea que va creciendo y aceptándose de un mundo que no dependa tanto del petróleo como combustible fósil, al camarada Maduro le va a costar mucho imponer el democraticidio cívico militar y esa sociedad sin calidad de vida que es el único aporte del psuvismo para el país. Derrocharon en la época de los buenos precios, pero la postpandemia y la mentalidad de rechazo al uso de combustibles fósiles, parece que hará más difícil el despropósito de seguir gobernándonos. Vamos a tener que aprender de nuevo a sembrar la tierra, no sé tú…
Caracas, a 19 de Enero del año 2 del virus de Wuhan.