Henry Ruiz, exguerrillero sandinista: “El Ejército debe poner los puntos sobre las íes”
Henry Ruiz fue uno de los nueve todopoderosos comandantes de la revolución en los años ochenta. Era la Dirección Nacional la que ordenaba. Hoy, a los 75 años, vive retirado del manejo del poder, pero reclama su derecho a participar en la rebelión que enfrenta en estos momentos Daniel Ortega. “Soy ciudadano”, dice.
Su casa, desprovista de muebles, huele a soledad. Solo Satán lo acompaña. Ruiz también fue uno de los más emblemáticos guerrilleros sandinistas. Modesto era su seudónimo y pasó muchos años enmontañado. Es un hombre de armas. Pero ahora, dice, cree en la lucha cívica. Antes miraba la prédica de la resistencia a lo Mahatma Gandhi o lo Martin Luther King como un asunto para intelectuales, pero con lo que ha sucedido en los últimos meses en el país, está convencido de que esa es la vía para acabar con la dictadura de Daniel Ortega. “Esto es un nuevo pensamiento político que nace de la contradicción en este país. Por eso es que esta estrategia no se puede alterar de la noche a la mañana, aunque nos estén apaleando”, dice, mientras Satán, un temible rottweiler encadenado en el patio, ladra furiosamente.
¿Cómo evalúa la crisis política que se vive en Nicaragua?
Aquí se pasó especulando muchos años. Daniel Ortega asume el poder, asume, como decían los antiguos, su tercer lustro, y todas las cosas parecían el reino de los cielos: armonía social, convivencia con el gran capital, pactos salariales con las empresas extranjeras y los trabajadores, y las normas de seguridad social, las mejorcitas de Centroamérica. Ese era el terreno celestial en que vivíamos. Algunos se tragaban esa realidad mientras otros esculcaban. ¿Qué pasaba con las contradicciones de un modelo neoliberal que explotaba a los trabajadores, no daba trabajo y perseguía al pensamiento libre, no le daba espacio al pensamiento crítico? Yo era uno de los que miraban que la sociedad en Managua parecía una vaca echada.
¿Usted miraba una dictadura en construcción?
Sí, perfectamente.
¿Cuáles eran los signos?
Si estamos hablando de democracia, es equilibrio de poderes. Si hay una tendencia a que un poder asuma a los otros poderes, en ese momento se está transformando del concepto de democracia a una dictadura. Es cuestión de tiempo para abusar de las leyes y las deformaciones del Derecho. Lo primero fue cuando dijo: yo me reelijo. ¿Por qué me reelijo? Porque soy un signado de la vida. Apeló a un derecho que no existe: el derecho de los políticos a hacer lo que les ronca. Ese no es un derecho humano y él lo alegó como derecho humano. Y aquí tenía construida una Corte Suprema que hace lo que le gusta. Eso es construcción de una dictadura.
El alegato principal de quienes decían que esto no era una dictadura es que aquí no había presos políticos, muertos o torturados.
Cuestión de tiempo. Porque una dictadura termina al fin y al cabo violentando los derechos humanos.
A su criterio, ¿qué rompe con esa armonía?
Que no se controlaron bien las tensiones que estaban generándose. Fue una cadena. Aquí se estaba formando una juventud ecológica. Esa juventud estaba viendo que Bosawas se estaba destruyendo por concesiones madereras y un Ejército, además, que dice defenderla y nunca la defendió. Indio Maíz fue la chispita pero de algo que venía en cadena formulándose en la cabeza de los jóvenes. Y después el cinco por ciento a las raquíticas pensiones de los ancianos. Eso fue el acabose.
¿Usted cree que ese malestar no lo supo leer Daniel Ortega?
Es que la soberbia le impide leer correctamente. Él vive ensoñado en su fuerte de El Carmen. Por eso tiene una señora que vive hablando todos los disparates que dice y los abusos que hace. Vive en su propio cielo y no ve pasar nada. Ha perdido análisis. Cuando veo a Daniel Ortega en sus primeras dos intervenciones para enfrentar la situación, yo digo: ese hombre no tiene nada ya en la bola. ¡Nada! La Iglesia había llegado en el 2014 y le lleva una agenda para el diálogo. Vos leés la agenda que le lleva la Iglesia para el diálogo y es todo un breviario político de altísima calidad. ¿Qué significaba eso? A ver si regresaba el curso hacia el camino democrático del país. Algunos decían, le va a contestar. ¡Nooo! Daniel es así. Con la platicadita, con la hora que les dio para hablar disparejo, esa era la respuesta. Y la Iglesia se quedó: ¿qué pasó, señor presidente? ¿Qué sucedió con lo que le dijimos? A los obispos se les encarga, concretamente al cardenal (Leopoldo) Brenes, que organice el diálogo. Esa es iniciativa de él. Porque piensa: esta es la agenda.
Pero el diálogo que Ortega tenía en mente era con el Cosep, como aquellas pláticas de antes.
Sí, señor, pero el Cosep ya se había salido del juego. Ahí Daniel despierta un poco y dice: ¿qué pasa? Pero el diálogo tiene que ser sin condiciones, dice, y el Cosep está poniendo condiciones. Y luego aparecen los muertos.
En ese momento se sintió que perdió el control. Ya no era su diálogo.
Acuérdese que él inicia el diálogo y ese diálogo es su herramienta. No es de nosotros. Pero la Iglesia, inteligentemente, acuerda otras cosas. No hablar de toda la agenda de 2014, sino dos puntos: uno, cese a la represión, un fenómeno nuevo a los ojos de todos los nicaragüenses, y dos, vamos a hablar de la democratización. Y dicen los que están en la mesa: la democratización es la rendición de usted, porque usted no puede ser presidente de este país. Se le voltearon las variables. Y no entiende lo que pasó.
Para mí lo nuevo es que esa prédica de lucha cívica, resistencia a lo Gandhi, a lo Luther King, yo creía que solo era de carácter intelectual, aunque uno miraba que algo se estaba incubando como expresiones de rebeldía al poder. Tales como cuando la Policía de Tránsito decide elevar las multas, la gente inmediatamente reaccionó, y como salieron con la vieja tarifa a estar multando en las calles, la gente comenzó a hacerse señales, con parpadeos de luces para avisarles a los otros carros que ahí estaba la multa. Así comienza la desobediencia civil. Esta sí es de verdad, dije. ¿Cómo se organizó? La redes sociales. Un factor que aquí se manejaba como diversión se convierte en herramienta de conducción social. Esto es un nuevo pensamiento político que nace de la contradicción en este país. Por eso es que esta estrategia no se puede alterar de la noche a la mañana, aunque nos estén apaleando.
La respuesta de Ortega fue la represión dura. In crescendo. Primero en garrotazos y luego a bala viva.
Ellos han estado tirando. Abdomen, tirador. Pecho, tirador. A la frente, francotirador. Eso está desde el inicio. Creían que la gente se iba a atemorizar. Los muchachos al principio, los más maduritos después y ahora está todo el pueblo. Que no se enrede Daniel Ortega. Porque tiene un grupito de fanáticos, que no se enrede. Esto va a seguir.
¿Cómo diría usted que está la correlación de fuerzas en estos momentos?
La correlación de fuerzas se mide por el desbalance de poder. Esto no es una encuesta: aquí está lo mío y aquí está lo tuyo. La Guardia, por ejemplo, se desplomó cuando Somoza se va. Pero en el arsenal que nosotros encontramos había cuatro millones de tiros de Galil, y con eso tenían para aguantarnos un buen rato. Pero se desplomó la moral, que es esencial en estos cuerpos armados.
Repito mi pregunta: ¿Cuál sería entonces la correlación de fuerzas, en el sentido de lo que tiene a su favor Daniel Ortega y lo que tienen quienes se le oponen?
Nosotros vamos para adelante. ¿En cuánto tiempo se transformó en cantidad y calidad la guerrilla sandinista? ¡En dos añitos! Ahí se produjo el salto. Cuando asesinan a Pedro Joaquín Chamorro yo reúno a la guerrilla y les digo: cambió el asunto. Ahora nos tocaba a nosotros embestir militarmente.
¿Usted ve que el conflicto vaya a hacia una guerra civil?
No. Y hay que evitarla. Aquí tiene que ser uno muy serio, muy sereno. Yo estaba con rabia viendo las barbaridades que estaban haciendo en la Iglesia a los sacerdotes, y no es porque yo sea practicante católico ni nada que se le parezca, es que estos señores han estado al lado del pueblo, desde que se inicia. Desde 2014 ellos ya se han posicionado en la situación del país. Y ellos están abiertamente a favor del pueblo. Los veo como mis hermanos, como mis compañeros, agredidos. Además ellos tienen una investidura, son dignatarios de una sociedad. Yo no soy ningún practicante, pero sé lo que significa Santiago, ese icono, en Jinotepe.
En términos militares ¿cómo evalúa lo que está pasando en Nicaragua?
No se puede medir militarmente. ¿Acaso las fuerzas nuestras son una fuerza armada? Primero fue el mortero folklórico, el que solo lleva pólvora. La hulera u honda. Piedras. Y paremos de contar. La máscara para que no los reconocieran. Es el guerrillero de las aldeas que se disfraza para que no lo reconozcan porque tiene que regresar a su casa. En la medida que la brutalidad ha aumentado, y que sale el fusil, entonces el mortero comienza a enriquecerse y se fabrican morteros de distinto peso. Ya es como un cañoncito y lleva otras cosas. Apareció la bomba de contacto. La gente está inventando. En cambio, todas las armas que tienen ellos son de origen soviético. ¿RPG-7? ¿Qué anda haciendo el RPG-7?
¿Cómo explica ese uso de armamento de guerra contra morteros y huleras?
Aquí tengo que hacer uso de mi propia conjetura. Yo fui quien desde el inicio dijo al Ejército: quédense donde están, no se metan en esto, dejen que la Policía haga frente al asunto. La Policía iba a ser rebasada. Era la superioridad numérica frente a una fuerza armada. Un pelotón enfrenta a miles de personas y esas miles de personas les terminan quitando las armas. Nosotros lo único que tenemos es superioridad numérica. Esa es nuestra arma estratégica. El Ejército se quedó. Pero hay un momento en que el otro empieza a hacer uso de su ejército personal. ¿Cuál es ese ejército? La Policía que está sometida, unos paramilitares que los patrocina él. Eso tiene un mando. Los retirados del Ejército. Los retirados del Ministerio del Interior, los que están con él porque hay otros que no están con él, y yo diría, otras fuerzas. Eso tiene un comando, y se habla de Edén Pastora, Francisco López, Fidel Moreno, Lumberto Campbell, de un general, que se dedican a planificar y como planifican con mentalidad militar dicen: hay que entrarle con ametralladoras, con PPK. ¿Quién suministra esas ametralladoras? Esas no las encuentra en el mercado. Esas las tiene el Ejército. De tal manera que el Ejército ha venido deslizándose en contra del pueblo y para mí ese deslizamiento es una traición al pueblo. Ellos no están para reprimir al pueblo, están para defender la integridad territorial y soberanía. Ahora no pueden cerrar los ojos. Ellos son los que pueden salvar esta situación a la que nos está llevando Daniel Ortega.
¿Qué debería hacer el Ejército?
Poner los puntos sobre las íes. Tienen que acabar con esos grupos paramilitares, estén quiénes estén. Al costo que sea. Porque si eso queda, no se va a poder gobernar. Nadie va a poder gobernar. Porque esos grupos se van a vincular al narcotráfico. Las experiencias son México y Colombia. Colombia las acabó porque la guerrilla también se rindió. El Ejército está obligado a responder. No puede seguir escondiéndose. Y yo entiendo por qué están escondiéndose. Porque están pringados de corrupción.
¿Por ejemplo?
En todo. Desde malos negocios. La madera. Al Ejército lo mandaron a Bosawas con el Batallón Ecológico, y con ese Batallón Ecológico se acabó Bosawas. Intervinieron las tierras, han atacado a los indígenas…
Pero el Ejército también podría salir a apoyar al régimen.
Es que este no es un cheque en blanco. Tiene que salir supervisado como si fuera una misión de Cascos Azules.
¿Supervisados por quién?
Naciones Unidas, la OEA y están los religiosos. Hay cómo hacerlo.
Cuando esta rebelión comenzó ¿usted pensó que Daniel Ortega iba a renunciar?
No, no. Nunca. Yo simpatizo con los muchachos y los campesinos, no quiere decir que no simpatice por las otras personas, pero ahí es donde yo tengo mi corazón puesto. Les dije: cuidado en la mesa. Ahí se pierden las mejores victorias. Ustedes van contra unos chingados que tienen todas las mañas y son mentirosos y cínicos. Y ya en una segunda oportunidad dije: este se va por la fuerza. ¿Podemos? Sí.
Pacíficamente, dijo. ¿No es una contradicción?
¿Y las masas que están ahí? ¿Usted cree que ellos van a poder con la paralización de varios días? Pero además están los factores externos. Pacífico no quiere decir no violento.
Eso es una contradicción.
No. ¿Quién ha dicho que la paz no puede lograrse de una forma violenta? 1948, Costa Rica. ¿Qué pasó con (Rafael Ángel) Calderón Huerta? Rompió el orden constitucional. ¿Qué pasó con (José) Figueres? Le montó una guerrilla. Seis meses después se estaba estableciendo otra Costa Rica, hasta el día de hoy. No volvió a haber guerra.
¿Usted está involucrado en esta rebelión?
Soy un ciudadano. En una de las marchas yo vi a un banquero. Si a mí se me ocurre preguntarle qué andás haciendo aquí banquero, hijo de la chingada, yo le estoy negando un derecho a expresarse como ciudadano en las marchas. Esto es de todos.
¿Usted dirige?
No. Yo no dirijo ni conduzco. Confío en ellos. No, yo no hago el ridículo de conducir.
Daniel Ortega ya dejó claro que, si es por él, solo habrá elecciones hasta 2021.
Ortega se va. Esta es una convicción necesaria. Porque si usted pone en duda esta afirmación, retírese y no embroque a quienes están peleando. Saltar a otra estrategia también rechácela. Una estrategia no se improvisa. Esta salió, repito, producto de las contradicciones y se fue asentando en la sociedad. Hay un viejo aforismo que dice: Un día antes es prematuro y un día después es tarde. Esto va a ir madurando. Fíjese cómo están sumando las cosas. Agredieron a un embajador muy importante. Eso que le hicieron al nuncio es un abuso, y eso va a contar en los papelitos. Hay presión en Estados Unidos para que le pongan la Magnitsky a un poco de ellos. Eso se administra. Estamos viendo señales. De que se va, se va.
¿Este escenario de elecciones adelantadas que ha propuesto la Iglesia le parece una buena salida?
Sí. Yo diría que entre más cercana la hagamos a finales de este año, mejor. Porque mientras este hombre y esta señora estén aquí, van a estar interviniendo todos los procesos e iniciativas que se vayan tomando políticamente. La decisión es que se vayan y después nos ponemos de acuerdo.
¿Y qué hará que Ortega se vaya?
Van a ser multifactores. Quienes apuestan por el paro, esa es una fuerza. Aquí mucha gente va a tener que quitarse los temores. ¿Va a haber más muertos? Sí, posiblemente. Por eso es que el Ejército no puede seguir calladito. Y si siguen callados, se podría decir que se ha provocado una traición de parte de ellos y cabría la pregunta política de si es conveniente o no tener Ejército Nacional en Nicaragua.
Plano personal
Henry Ruiz nació en Jinotepe, el 27 de septiembre de 1943.
Se integró temprano al Partido Socialista de Nicaragua y viajó para estudiar a Moscú como delegado de ese partido, en 1966. Ese mismo año comienza a vincularse con el Frente Sandinista, del cual llegaría a ser uno de sus máximos dirigentes.
Pasó enmontañado desde 1971 hasta 1978 y baja como representante de la tendencia Guerra Popular Prolongada (GPP) para buscar en Panamá la unidad con las otras dos tendencias del Frente Sandinista.
No está casado, pero tiene siete hijos, con diferentes parejas.
Vive con una pensión de aproximadamente cien dólares. “No tengo medicina por el Seguro, pero tengo amigos”, dice.
Su principal problema de salud es la diabetes que padece.
“Tranquilo como Camilo y legal como Pascual”, es su dicho más frecuente.