Historiador Francisco Alfaro: “La mayoría de los conflictos en la vida y en la historia han sido resueltos pacíficamente”
“El común de los venezolanos jura que la Independencia fue una guerra de Venezuela contra España”. “Pareciera que quienes trabajan por la paz mueren trágicamente: Luther King, Lennon, Gandhi…”. “¿Cómo es posible que Santos se de la mano con un asesino como Timochenko?”. “¿Cómo es posible que el Papa visite a un tirano como Fidel Castro?”. “Pero los procesos de paz son así”, señala el Consultor en Mediación de Conflictos.
Ha pasado media vida estudiando. Tiene 34 años y ya es doctor en Estudios de Paz y Conflictos, egresado de la Universidad Jaime I de Castellón en España. Tiene una Maestría de la UCAB en Historia y es politólogo egresado de la UCV. Es miembro de varios institutos de investigación como el de Investigaciones Históricas de la Universidad Simón Bolívar, el de Desarrollo Social y Paz de la universidad española donde se graduó y de la red de investigadores de Paz Imperfecta de la Universidad de Granada, España. Ha sido consultor de organizaciones internacionales como el Centro Carter y su línea de investigación está centrada en Historia de los Procesos de Paz, específicamente en el tema de la mediación.
“Ni Bolívar era un santo, ni Boves un tirano”
Usualmente, cuando nos acercamos al tema de la Independencia usamos el término “guerra”. Los historiadores lo hacen. Así enseñan en las escuelas. En general en América Latina se habla de guerras de independencia. Igual con las guerras mundiales. El problema es que cuando usamos esa calificación disminuimos el conflicto a una sola de sus dimensiones. Esto no nos permite ver que el conflicto es una dinámica permanente de interacción entre procesos de paz y de violencia.
Establezcamos, entonces, la diferencia entre guerra y conflicto…
El conflicto es una dinámica presente y permanente en el día a día de los seres humanos. Cuando nos acercamos a la complejidad –que es la vida- tenemos que estar constantemente enfrentándonos a situaciones donde los recursos son limitados, así que en la búsqueda de satisfacer nuestras necesidades debemos lidiar con personas que pretenden lo mismo y podemos entrar en conflicto. Pero el conflicto no necesariamente es violento. Yo acabo de negociar con el taxista una tarifa que me pareció alta, llegamos a un acuerdo y lo canalizamos pacíficamente. La mayoría de los conflictos en la vida y en la historia de la humanidad han sido resueltos pacíficamente. Hay un paradigma erróneo que dice: “La guerra es la partera de la historia”.
Viene del marxismo con aquello de “tesis, antítesis y síntesis”. El problema es que si los conflictos no se resuelven pacíficamente podría no haber síntesis, sino juego-suma-cero…
Hubo un historiador, fallecido el año pasado, que ha sido uno de los filósofos más importantes de la teoría de la Paz Imperfecta, Francisco Muñoz (Universidad de Granada), que sostiene que es la paz la partera de la historia pues es la que marca la continuidad, la cual es interrumpida por eventos de violencia o de guerra. Pero no es al revés, la historia no es una secuencia de guerras indefinidas, con breves pausas de paz. Pero así como tenemos estos clichés sobre la guerra, también nos pasa con la paz: los teóricos la plantean como algo deseable, porque, ¿quién puede decir que está en contra de la paz? Pero a la hora de tratar de acercarnos al asunto y concretarla en la realidad, hay una tentación pesimista acerca de que esa es una idea muy bien intencionada de filósofos pacifistas o de hippies, pero que en realidad la paz es inalcanzable. Es como una esquizofrenia cognitiva entre un deseo que tenemos y algo que no se puede alcanzar.
Tal vez porque si consigues la paz sus ‘promotores’ quedarían sin oficio…
El tema es que muchos quieren la paz pero la buscan por vías violentas. El cambio se tiene que dar en nosotros, en nuestra epistemología para reconocernos. Pensamos que la paz en Venezuela es que un día puedas ver en una mesa sentados a todos quienes hoy se detestan, comiendo y conversando amigablemente. Pero la paz no necesariamente es eso; la paz es nuestra cotidianidad, asumir que somos capaces de canalizar nuestras diferencias sin violencia. Si le preguntas a una persona si recuerda el último día en que la asaltaron te lo dirá al detalle; pero si le preguntas por su día de ayer, el cual transcurrió tranquilamente, como es parte de la rutina, de lo cotidiano, no lo reconoce. Un interesante estudio de Inés Quintero, plasmado en un libro llamado “Más allá de la Guerra”, recoge una cantidad de sucesos ocurridos durante el conflicto independentista que no tienen nada que ver con la guerra. Uno se imagina que desde 1811 hasta Carabobo, todo el mundo estaba en una trinchera echando plomo. Y resulta que no, que más bien fueron excepcionales los momentos de batalla. Claro que hubo violencia, sufrimiento, violaciones, muerte. Sin embargo, por ejemplo, después del año 14 hasta 1821, en Caracas no tuvo eventos de violencia. Hay que preguntarse qué pasó en todo ese período.
Es válido ver la historia desde la perspectiva de la paz, no de la guerra. Pero el resultado fue una completa devastación, Venezuela quedó exhausta. ¿No corremos el riesgo de restar importancia a la cara fea del conflicto?
No queremos restar importancia al sufrimiento y a la destrucción del país. Lo que se busca con este enfoque es que los conflictos políticos puedan ser abordados desde una perspectiva complementaria, más compleja, entre las dinámicas de paz y de violencia.
REGULARIZACIÓN DE LA GUERRA
¿Qué subyacía en el proceso, que permitía que gente que estaba ferozmente enfrentada, pudiera sentarse -frecuente o esporádicamente- y conseguir acuerdos?
Si bien es cierto que el conflicto de la independencia tuvo un origen político, lo cual reconocerán patriotas y realistas en el Tratado de Regularización de la Guerra, en su artículo 7 ellos señalan que las diferencias tienen una raíz política, en formas de pensar distintas. Pero esa motivación fue desplazada por cuestiones de orden social y económico. El común de los venezolanos jura que fue una guerra de Venezuela contra España, que todos los del lado patriota eran venezolanos y todos los del lado realista eran españoles. Prometías a los esclavos liberarlos y se alistaban en el bando que fuera. Boves, uno de los villanos de la historia, hombre muy cruel ciertamente, fue capaz de tomar decisiones que incorporaban a los campesinos y relegados socialmente a rangos calificados dentro de su ejército si observaban una conducta leal y valiente. Eso se conoce como “acciones de paz positivas”, acciones destinadas a hacer de una estructura social algo más justo y reivindicativo para algunos sectores. En una sociedad esclavista, colonial, altamente estratificada, eso era novedoso y Boves puede pasar como uno de los primeros promotores de paz de la historia. Insisto en que todo esto hay que verlo en un ámbito de complejidad pues él también promovió la violencia directa, la que causa daño a personas y provoca muertes.
Eso es un poco lo que algunos historiadores han venido tratando de hacer, analizar a todas las figuras en su justa medida…
Correcto. Ni Bolívar era un santo ni Boves un demonio. Eran seres humanos y cada uno se movía de acuerdo a sus intereses y objetivos. Cada uno cometía sus excesos, mostraba sus miserias y tenía, igualmente, su porción de grandeza.
Has mencionado la paz imperfecta. ¿De qué se trata?
En nuestra forma de entender el mundo, pareciera que la paz y la violencia son “perfectas” y con ello simplificamos los procesos e idealizamos la paz. La paz no es igual a que no pase nada, eso sería más bien estancamiento. Ni está en la condición humana. Nunca te encontrarás en paz completa, ni siquiera con tu propia conciencia. Siempre estarás cuestionándote cosas. La paz imperfecta es lo que nos permite ver que la violencia y la paz están en permanente interacción; además, podemos comprender -a través de este concepto- que la paz no es un objetivo al cual vamos a acceder sino un proceso. En otras palabras, la paz ya está en nuestra cotidianidad y, en la medida en que lo comprendamos, podremos empoderarnos más de eso. Si lo vemos como inaccesible porque la paz es “perfecta”, jamás llegaremos, nos decepcionará y caeremos en falsos paradigmas como pensar que el hombre es violento y malo por naturaleza y por ende incapaz de conseguir paz.
COLOMBIA – CUBA – EEUU
Y si miramos la actualidad, los acercamientos entre Estados Unidos y Cuba o las conversaciones entre las FARC y el gobierno colombiano, ¿no se juegan también allí falsos paradigmas como que sólo el embargo o el plomo parejo funcionan?
Exactamente. El caso colombiano es diferente pues se trata de un conflicto armado que tiene más de 40 años. Para disminuir el nivel de intensidad en un conflicto tiene que llegarse a una etapa de maduración: en Colombia, después de un millón de muertos, ambas partes se lo piensan un poco mejor. Sobreviene el cansancio en la gente y se llega a un punto en que el diálogo se impone. Fidel y Raúl Castro, que para importantes sectores de la población del continente son vistos –con razón- como los últimos dictadores, represores y causantes de la infelicidad y la ruina de su pueblo, también ellos son capaces de activar sus capacidades para la paz. Hace pocos días vimos a Santos dando un apretón de manos a Timoshenko, siendo el mediador, nada más y nada menos, que Raúl Castro. Por eso no podemos cultivar visiones idealizadas que nos llevan a simplificar los conflictos y nos incapacitan para entender las situaciones. En el caso Cuba-EEUU también hay un agotamiento después de medio siglo, pero ya se dieron cuenta de que nada cambia y el conflicto se ve absurdo, imposible de mantener, los desgasta y los daña. Ya se abrieron y seguirán los cambios. Así fue en la Independencia, después de 7 años de tremenda violencia, ellos solitos llegaron a firmar el Tratado de Regularización de la Guerra.
Lo que llaman tocar fondo…
Es lo que da tristeza en los seres humanos. ¡Cuánta gente tiene que morir, cuánta miseria tenemos que ver! Una vez escuché en Washington una conferencia donde los ponentes eran un guerrillero salvadoreño y uno del gobierno derechista de la época. Ya el terrible conflicto había pasado y ellos exponían su experiencia. Después de morir 150 mil personas resolvieron el problema.
Otro paradigma: nadie aprende por cabeza ajena…
Así es. La angustia de estos salvadoreños era: “Al final, aquí estamos ambos, sentados lamentando por igual no haber tomado antes una decisión. No cometan ustedes en Venezuela el mismo error”.
En la Independencia, ¿cuál fue el papel de la Iglesia en los acercamientos de paz, considerando que, si bien el clero criollo luchó al lado de los patriotas, las autoridades eclesiásticas eran leales a la corona?
Muy interesante. Hay dos casos. Comenzando el conflicto, hubo problemas con la capitanía general de Venezuela y la crisis en España con Fernando VII. Se funda la Junta pro defensa de los derechos del rey y las provincias disputan por la primacía. Pudo haber un conflicto de serias dimensiones. Pero el obispo Hernández Milanés, quien según mis estudios podría considerarse el primer gran mediador de conflictos en la Independencia, activa sus mecanismos y comienza a enviar cartas desde Mérida, promoviendo el entendimiento entre hermanos en Venezuela, disuadiendo a la gente de llegar a una guerra intestina o a una situación de violencia como en la Francia del terror. Sus reflexiones fueron un mensaje sin destino y muere en el terremoto de 1812 pues le cae la iglesia encima y perece instantáneamente. Pareciera que quienes trabajan por la paz frecuentemente mueren trágicamente. Luther King, Lennon, Gandhi…
Había dos figuras de la Iglesia colonial…
El otro personaje fue Monseñor Narciso Coll y Prat, la máxima autoridad de la Iglesia acá, entre 1811 y 1816. A él le tocó vivir un período bastante complejo del conflicto independentista pues a lo largo de ese tiempo Caracas fue sitiada por ambos bandos varias veces, bandos que no se detenían ante nada. El marqués de La Granja recibió a Boves en La Puerta de Caracas -bandera realista en la mano- y lo primero que hizo Boves fue lancearlo. El tema de Boves no era solo contra el bando opuesto, sino contra el blanco. Así de simple. Era odio racial. Mons Coll y Prat se mantenía como cabeza de la Iglesia. Algunos historiadores lo tratan de acomodaticio, pero pongámonos en los zapatos de un cura del siglo XIX, semejante al drama que vive un cura de hoy en la frontera caliente con Colombia al que le lleguen los paramilitares y/o la guerrilla. Es gente violenta, ruda, muy cruel. ¿Qué iba a hacer Coll y Prat? Tenía que representar el papel de la Iglesia, natural y preeminentemente mediadora, de un tercero que intente poner ambas partes a dialogar y entenderse. La Iglesia servía como espacio para ambos bandos, no podían descartar a ninguno. Era una figura mediadora y no podía ser otra cosa en aquél momento. No obstante, los informes de Narciso Coll y Prat a la corona sobre el comportamiento despiadado de Morillo fueron muy contundentes y eso muchos historiadores no lo ven. A pesar de ser realista denunciaba claramente los excesos de Morillo. Lo que pasa es que cuando uno milita efectivamente con la paz es muy duro, muchos no simpatizan con ello pues resulta incomprensible que tengas que sentarte con todo el mundo. Así será en este país y en algún momento veremos en torno a una misma mesa a gente impensable. ¿Cómo es posible que Santos se de la mano con un asesino como Timochenko? ¿Cómo es posible que el Papa visite a un tirano como Fidel Castro? Los procesos de paz son así y ese es el hueso duro que hay que tragarse.
@franciscojoseap