Historias cubanas
El viaje de Barack Obama representa un punto de no retorno en su estrategia de hacer más eficiente la política exterior norteamericana en los países de América Latina, y de mejorar de esta forma la posición y la influencia de Estados Unidos en la región.
Para esto es imprescindible que comience la reconstrucción de Cuba, y es evidente que Cuba no puede ser un país próspero si no cuenta con la ayuda de los norteamericanos. La reconstrucción de Cuba es posible solo si —entre otras cosas— el sector privado nacional comienza a generar ganancias y empleos. Lo primero que hay que hacer es poner un punto de partida a este proceso. Es importante que se incremente sistemáticamente no solo el número de negocios individuales, sino también sus ganancias, y comience el desmontaje de todos los obstáculos que impiden la reunificación de las familias.
Por último, pero no menos importante, no habrá prosperidad en Cuba si no se respetan los derechos humanos, y esto lo tiene claro el presidente norteamericano. La visita tiene también el objetivo de que el pueblo cubano pueda comenzar a crear mecanismos que permitan el respeto de los derechos humanos en el futuro.
Este es el punto donde el Partido Comunista de Cuba (PCC) tiene serias diferencias no solo con Estados Unidos, sino también con Europa, todo el mundo civilizado y con los países que han firmado y ratificado tanto el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (solo Cuba y China lo han firmado pero no ratificado), así como el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (solo Cuba, Estados Unidos y Myanmar lo han firmado pero no ratificado), adjuntos a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
La negación por parte del Partido Comunista de que en Cuba se violan los derechos humanos ha llegado hasta el punto de que el diario Granma publica un artículo en el que se plantea que la visita de Obama desmonta el mito de que en Cuba se hayan violado estos derechos en los últimos 50 años.
Los mecanismos internacionales para proteger los derechos humanos se crearon para impedir o limitar los abusos del Estado. ¿Cómo es en Cuba?
En primer lugar, cualquiera que exprese una opinión contraria a las políticas del PCC, o intente organizar una acción en contra del abuso del Estado, es clasificada por un tribunal secreto como «contrarrevolucionario». No existe una definición precisa en la Constitución cubana de lo que es la revolución, ni la Constitución la define como una institución de los poderes del Estado. Tampoco define qué es contrarrevolución, y que en el Código Penal no exista el delito de contrarrevolución. No se sabe quién es el que toma la decisión de incluir a alguien en esta categoría. Algún hecho puede ser contrarrevolucionario un día pero no al día siguiente. Es suficiente que el Estado declare que «nos vimos obligados a…». Una persona puede ser sumamente revolucionaria un día, y convertirse en contrarrevolucionario a la mañana siguiente.
Esta clasificación permite el uso ilimitado de los poderes y recursos del Estado en contra de esa persona, su grupo, sus familiares y amigos, sin existir mecanismos efectivos de defensa ni de réplica. En Cuba no existe la división de poderes, ni existe la oficina del defensor del pueblo, ni tampoco existen mecanismos que limiten los poderes de los Consejos de Estado y de Ministros, ni del Partido Comunista.
Cada persona clasificada de «contrarrevolucionaria», pierde automáticamente su condición humana. Se convierte en «gusano», o sea en infraestructura infrahumana, sin sangre, sin sentimientos, sin derechos, ni humanos, ni de ningún otro tipo.
Ejemplos, consecuencias
Ejemplos sobran: los linchamientos públicos a los que presentaron su solicitud para salir del país en 1980; la confiscación de todo, incluyendo los anillos de matrimonio a los que se decidían a salir de Cuba en los años 60; la autoinculpación del poeta Heberto Padilla; la persecución al escritor Reynaldo Arenas por ser homosexual; la prohibición de entrada al país a la cantante Celia Cruz para el entierro de su madre; la condena de 1478 años de cárcel a 75 intelectuales en 2003; la prohibición de salida del país a la doctora Hilda Molina; la prohibición de salida del país de la familia del mayor Orestes Lorenzo; la condena a cinco años de cárcel a los firmantes de la carta «La Patria es de Todos»; el envío a más de 4.000 personas a condenas de más de 15 años de cárcel y la permanencia en prisión por varios años más de varias personas a pesar de haber cumplido sus sentencias; el envío a campos de concentración llamados UMAP a todo sospechoso de homosexualidad y «blandenguería»; la colocación de presos plantados en celdas tapiadas; la colocación de minas en la cárcel de la Isla de la Juventud ante la amenaza de invasión; la negativa a Huber Matos para visitar la tumba de su madre antes de salir de país directo desde la prisión; la prohibición de entrar al país al economista Carmelo Mesa-Lago para un homenaje por su 80 aniversario; el fusilamiento de personas por sentencias firmadas por el Ché Guevara, el mismo día de la sentencia, sin tener él el poder legal para firmar las sentencias y a pesar de que las sentencias en sí eran inconstitucionales; el derribo en aguas internacionales de avionetas desarmadas de Hermanos al Rescate; el destierro a los llamados «pueblos cautivos»; el hundimiento del remolcador 13 de Marzo con cañones de agua; la negación de entrada a la universidad a hijos o personas clasificadas de contrarrevolucionarias; el hacer tragar sus papeles a la poeta y activista María Elena Cruz Varela; el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa Sánchez por delitos de traición a la patria y narcotráfico, a pesar de que no lo previa el código penal, etc
Estos son algunos de los ejemplos de casos famosos. Por supuesto están las casos de personas comunes, que solo les cuentan sus historias a familiares y amigos, y solo a veces trascienden estas a la prensa.
Algunos ejemplos de las consecuencias que sufre el pueblo debido a las decisiones tomadas por el Gobierno son:
Inyectarse SIDA para obtener techo y comida; inyectarse petróleo y autolesionarse manos o piernas con objetos punzantes para salir de los campos de concentración, del servicio militar y de las escuelas al campo; enfermeras que han estado dos años en Iraq y les han regalado un reloj como pago; personas que han estado dos años en Angola y les han regalado un ventilador; madres que prostituyen a sus hijas; muchachas que intentan suicidarse porque las madres las obligan a ser queridas de extranjeros; personas que han muerto debido a derrumbes de sus casas; hijos que les dicen a sus madres que lo único que desean en la vida es salir del país; personas que han estado dos años en la cárcel por peligrosidad pre delictiva; niñas menores de 12 años que acuden a abortar; médicos y deportistas que no les han permitido entrar al país o salir a sus familiares cercanos; ancianos que no han sabido más de sus hijos después de haberse ido del país; balseros que han salvado la vida gracias a que les han recogido en el mar; historias de hundimiento de balsas con sacos de arena desde helicópteros; mujeres con hijos que atraviesan las selvas centroamericanas con coyotes para llegar a Estados Unidos; personas a las que le hacían inventarios en sus casas un año antes de salir del país y si en la inspección final faltaba un vaso o el refrigerador no estaba funcionando, les cancelaban el permiso de salida por tiempo indefinido; un número indefinido de balseros desaparecidos en el mar; profesionales que les obligaban a trabajar en la agricultura por tres años antes de dejarles salir del país; de los costos exorbitantes por trámites y servicios de comunicaciones que separan a las familias; de las «multas» abusivas en la aduana; de ancianos que venden cigarros, uno a uno, para poder aumentar su pensión; personas que han estado ocho años en prisión por posesión de carne de res; o tres años en cárcel por posesión de dólares norteamericanos; de heridos y muertos por accidentes al ser transportados en camiones y otros vehículos con más de 50 años de explotación; de mujeres que deben ir al médico para que compruebe que aún tienen menstruación y así tener derecho a comprar almohadillas sanitarias; de estudiantes que les han llevado de regreso a Cuba desde los antiguos países socialistas sin decirle nada a nadie; de jóvenes de 16 años que les han enviado a la guerra de Angola; de las prohibiciones de poseer teléfonos celulares, internet, de entrar a los hoteles, de entrar a embarcaciones de recreo por ser cubanos; de familias numerosas que viven en un solo cuarto; de apagones y falta de transporte e higiene en instalaciones públicas; de diplomáticos que se avergüenzan porque no tienen dinero ni para invitar a sus colegas de otros países a un encuentro social.
Los lectores podrán compartir otras historias y ejemplos en sus comentarios. Son casos individuales, pero cuyas historias contadas de forma fragmentada, no dan una imagen de la magnitud de la tragedia. Historias que quizás permitan elaborar una nueva Constitución que impida que se repitan estos hechos. Y que quizás un día sirvan para dibujar un mapa genérico de la represión en Cuba y estimar el verdadero coste de la construcción del socialismo.