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Homenaje a Cataluña

Una sastrería legislativa, a medida de quien la pide

En diciembre de 1936, antes de partir a Cataluña para combatir contra el bando nacional en la Guerra Civil española, George Orwell visitó a Henry Miller en París. «Voy a matar fascistas porque alguien debe hacerlo». Tenía 33 años. Había sido policía en Birmania, lavaplatos en el Barrio Latino de París y viajado al norte de Inglaterra para documentar la miseria de los mineros. «Es una idiotez», le contestó Miller, vacunado de cualquier entusiasmo. El viacrucis estaba a punto de comenzar. La experiencia de George Orwell en el frente de Aragón con la milicia del Partit Obrer d’Unificació Marxista (POUM), primero; las Brigadas Internacionales, después, y sus meses en la Barcelona de 1936 y 1937 condujeron al británico al hallazgo mayúsculo. Hostigado por los trotskistas, atrapado en la lucha entre anarquistas y comunistas, las checas y la persecución, Orwell se topó con la inmensa cebolla del totalitarismo, una apretada pelota de capas que desnudaban el mismo cogollo: el bulbo del que brotaban desde el estalinismo hasta las ensoñaciones del nacionalismo. Fue ahí, en Cataluña, donde Orwell descubrió el meollo.

«El nacionalismo es hambre de poder alimentada por el autoengaño. Todo nacionalista es capaz de la más flagrante deshonestidad, pero también –desde que esta consiente de servir algo más grande que a él mismo– está firmemente seguro de estar en lo correcto», escribió en unas notas que hoy relucen como clavos hundidos en una cruz. El acuerdo que ha sellado el PSOE esta semana con Junts para un pacto de investidura incluye un bufé libre de lo que describía Orwell: un mundo desigualmente dividido a ambos lados del meridiano del agravio.

A cambio de siete votos para formar gobierno, el PSOE de Pedro Sánchez se compromete a una amnistía que cubra y exonere todo lo relacionado con el proceso independentista desde 2012: la organización de un referéndum ilegal, el uso de dinero púbico para causas de secesión, la declaración ilegal de independencia… Ese perdón incluye la exoneración de delitos a personajes satelitales juzgados por otros asuntos, desde la corrupción de Laura Borràs hasta el blanqueamiento de dinero de Gonzalo Boye. Cabe de todo en ese documento. En ese mismo pacto, el PSOE ha aceptado que Cataluña se quede con el cien por cien de los impuestos que se pagan allí y accede a que los jueces sean auditados según el arbitrio de quien se considere agraviado o perseguido. El bulbo de la cebolla.

En nombre de un nacionalismo se puede reescribir el pasado, organizar autos de fe, prender fuego a una biblioteca o privilegiar a los puros por encima de aquellos que no se reclaman como tales. En 1936, se equivocaron ambos: Orwell y Miller. Ni matar fascistas era necesario ni semejante idea era una idiotez. Ninguna antorcha, ningún disparate, ninguna causa basta para definir, erosionar o abolir un Estado de derecho. Una sastrería legislativa, a medida de quien la pide, y que los jueces no pueden defender, en caso de ser rodeados por una turba de antorchas, la vieja lumbre del autoengaño y el fuego de algunas tribus.

 

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