Humberto de la Calle: La cosa electoral en serio
John Sudarsky lo ha dicho varias veces: la crisis de la democracia representativa es que no representa nada. Ha propuesto una serie de iniciativas que hay que tomar en cuenta. Tarea para el próximo gobierno, claro está.
En mi reciente libro, Memorias dispersas, hablo de la necesidad de innovar. Aludí a la utilización del sorteo, como mecanismo que puede complementar y ayudar a renovar los procesos electorales, dentro de un marco de democracia aleatoria bien sea en el paso previo de la democracia deliberativa o agregando voces en alguna proporción alejadas del tejemaneje electoral.
Néstor Humberto Martínez descalifica esas ideas con el superficial tono burlón que le es característico.
Varias fallas tiene la intervención del exfiscal: ausencia de conocimientos e incapacidad de deshacerse de su tarea de defensor del inmovilismo político.
Conocimientos: es necesario que Néstor H. se actualice. El sorteo como complemento tiene amplia literatura. Como un primer paso, debería leer el libro más elemental: Contra las elecciones, de Van Reybrouck. Allí están varios desarrollos que arrancan incluso desde la democracia griega y que hoy son materia de discusión seria. El Consejo de los 500 y los arcontes en el siglo V a. C. eran sorteados y rotatorios. No sobra que mire el artículo de Fishkin en The Atlantic Monthly. Y las experiencias de Irlanda, Islandia, Países Bajos y otras. O “Democracia aleatoria”, de Jorge Humberto Botero, donde cita a The Economist con experiencias sobre asambleas aleatorias en Escocia, Inglaterra y Francia. Es probable que la necesidad que tuvo de hacer un curso acelerado de derecho penal, a raíz de su nombramiento como fiscal, le haya impedido actualizarse.
Lo segundo: es comprensible que alguien que ha utilizado su amplia inteligencia en los círculos del poder, con habilidad insuperable, tenga la mente cerrada a cambios audaces. Para él, lo mejor es que todo siga igual. Es su zona de confort.
Si hubiese citado con lealtad mi escrito, no podría dejar de señalar que lo que allí dije era que debían buscarse alternativas que le dieran vida a nuestro caduco y asmático sistema electoral. El sorteo, como un ingrediente y apéndice a la representación tradicional, daría cabida a voces alejadas del manipuleo del sufragio. Y propuse casi una decena de mecanismos también adicionales. Invito a los lectores a mirar el capítulo “Democracia en crisis” de mi libro. Allí hablo de un sistema birrepresentativo, sorteo y voto. Por cierto: si la idea filosófica es que somos iguales, ¿por qué la resistencia al sorteo complementario? Hay allí una desviación elitista. Néstor H. puede agregar la lectura de La tiranía del mérito, de Sandel.
Lo que propuse es controvertible. Pero el error mayor es cerrar los ojos, creer que todo anda bien, que debemos seguir el rito cuatrienal de unas elecciones minadas por los barones, las mafias y los trucos, mientras se cocina la traición a las verdaderas urgencias por parte de una mayoría de congresistas que, como lo vimos al final de la legislatura, se solazan en clientela, burocratización impúdica y negación de proyectos de verdadero beneficio común como los impulsados por las bancadas jóvenes.