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Humor político: Groenlandia apuesta al retorno de Cristina

Los debates, transmitidos a todo el Ártico, desorientaron a los analistas.

Los principales analistas políticos de Groenlandia no entienden por qué tantos argentinos le siguen teniendo miedo a Cristina cuando ya hay suficientes motivos como para empezar a tenerle miedo a Alberto Fernández.

De hecho, él mismo ha cerrado su campaña electoral diciendo “Cristina y yo somos lo mismo”. No llegó a decir “lo mismo de siempre” porque su equipo de campaña lo debe haber frenado a tiempo, pero la frase generó alguna preocupación en Nuuk, la capital de Groenlandia. Como ya se ha explicado muchas veces, Groenlandia apuesta todo a que el posible retorno del kirchnerismo provoque una ola inmigratoria como no se veía desde los tiempos vikingos.

Se espera que millones de argentinos emigren hacia ese gigantesco país que hoy tiene apenas 56.000 habitantes pero que, con Cristina otra vez en el poder, podría transformarse en un territorio poblado por millones de exiliados y por ende en un mercado muy atractivo para toda la Unión Europea.

Para que esto suceda, primero tiene que confirmarse el triunfo del kirchnerismo en las elecciones de hoy. Aunque el pueblo groenlandés lo da por hecho y ya preparan los festejos, en las últimas semanas aparecieron algunas dudas.

Los groenlandeses saben que si el kirchnerismo no asusta no hay negocio. Pero también saben que no debe asustar tanto como para perder los votos ganados en las PASO. He ahí el delicado equilibrio que algunos pesimistas temen que se haya roto.

Coinciden en esta mirada, tanto el principal analista político del diario Arctic Today, Thomas Nilsen (una especie de Eduardo van der Kooy de allá) como también Siri Gulliksen Tømmerbakke, gran periodista de la televisión local (la Maria Laura Santillán de Groenlandia). Voy tirando nombres para que, quienes ya compraron sus pasajes a Nuuk aprovechando el dólar a 45 mangos, se vayan familiarizando.

Onkel Albert, como cariñosamente lo llaman en danés a Tío Alberto, es una figura que al principio despertaba cierta simpatía. Básicamente por dos razones: por un lado nunca nadie explicó con tanta precisión lo deplorable (según sus propias palabras) que fueron los gobiernos de Cristina. De ahí que el tipo sea considerado en todo el Reino de Dinamarca como un gran promotor del espanto.

Y por otro lado, su candidatura inicialmente más moderada, le dio al kirchnerismo el impulso necesario para aspirar a un triunfo.

En otras palabras, la combinación de ambos factores, moderación y espanto, dejaron al kirchnerismo en la puerta de la Casa Rosada y a millones de argentinos en la puerta de Groenlandia.

Sin embargo, aunque el espanto está intacto, la moderación se fue diluyendo con el correr de la campaña generando la preocupación de Nilsen, de Gulliksen Tømmerbakke y de muchos más.

Los debates presidenciales, tramitidos en todo el Ártico, desorientaron a los analistas. Onkel Albert, que ya venía derrapando, quiso mostrarse fuerte y no se le ocurrió nada mejor que hacerse el compadrito con Macri. Astuto. Con Lavagna no podía pelearse por la edad. Con Del Caño tampoco porque eventualmente podría llegar a necesitar sus votos y con Espert y Gómez Centurión mucho menos porque si alguno de los dos le ponía una mano había que taparlo con diarios.

Por eso habrá decidido hacerse el guapo con Macri, sobre el escenario y detrás del escenario, a sabiendas de que el Presidente por respeto a su propia investidura, no podía reaccionar como hubieran reaccionado Espert o Gómez Centurión. El Gato se la tuvo que bancar como un duque.

Pero el exceso en la violencia de Tío Alberto puso en alerta al círculo blanco local (así lo llaman al círculo rojo en el Ártico). Cualquier persona medianamente inteligente sabe que en la previa a toda elección hay que simular ser buena gente. Las últimas apariciones del candidato kirchnerista enojaron al establishment groenlandés. Se invirtió demasiado en el proyecto “Groenlandia Potencia” como para que un descontrolado ponga en riesgo el éxito de la operación.

A esto se le suma el desconcierto que a los ojos nórdicos provocan declaraciones como las de Cristina en el cierre de campaña: “Nunca más el neoliberalismo en la Argentina”. Curiosa frase de una señora que se hizo rica con el neoliberalismo de Martínez de Hoz, luego fue ferviente impulsora de la privatización de YPF y parte activa del neoliberalismo de Menem. En 2015 mandó a votar por el neoliberalismo menemista de Scioli y ahora puso a Onkel Albert que fue neoliberal con Menem hasta el 1999 y después se sumó al partido de Cavallo, máximo exponente del neoliberalismo argentino reciente.

Si bien estas cosas confunden un poco en las altas esferas groenlandesas, no distraen a los pobladores de Nuuk, de Sisimiut, de Ilulissat, de Narsak, ni siquiera a los 1438 aldeanos de Nanortalik, que hace meses confían en que el deseado triunfo de Cristina y Tío Alberto sea el puntapié inicial de una nueva década ganada (en Groenlandia).

El furor que se ha desatado por todo lo argentino es un antes y un después en la historia de los groenlandeses que se vienen preparando para un boom.

Luego de las PASO, los bancos locales han recibido transferencias desde la Argentina por 20.000 millones de dólares según coinciden los balances del Banco Central de la República Argentina y el Grønlandsbanken que hasta agosto tenía reservas por 100 millones y ahora tienen 20.100 millones de dólares. Ya no saben dónde guardarla. Esta debe ser la principal razón por la que el primer ministro Kim Kielsen se animó a rechazar la oferta que les hizo Donald Trump para comprarles el país. Posta.

El entusiasmo es palpable. Desde el Aeropuerto hasta la ciudad de Nuuk, a lo largo de todo el Boulevard Wado de Pedro, se pueden ver los silobolsas repletos de yerba mate y los tanques cisterna que almacenan toneladas de dulce de leche.

La gente vende sus cadenitas, sus anillos, sus relojes, hipotecan sus casas y se lanzan a invertir en todo lo que puedan necesitar los nuevos inmigrantes, desde la construcción de viviendas hasta la importación de alfajores pasando por abonos para ver la Superliga, locales que venden camisetas de fútbol, casas de empanadas, cerveza artesanal o faina. Inclusive los bancos no paran de agregar cajas de seguridad en sus sucursales.

Los carteles con los nuevos nombres de las calles están tapados con sábanas blancas a la espera de los resultados de esta noche. De confirmarse los pronósticos, entre otras, la calle Prinsessevej pasará a llamarse calle Julio De Vido, la Kirkevej se llamará Cuervo Larroque y el aeropuerto se llamará Aeropuerto Manzur.

En Nuuk, si todo se da como esperan, los festejos se iniciarán en la tradicional esquina de Aqqusinersuaq y Konjevej (próximamente esquina Cristóbal López y Fabian De Sousa) donde está el restaurante Farfalik y el Gran Hotel Hans Egede, próximamente Gran Hotel Los Sauces at Nuuk.

En agradecimiento a la epopeya, el pueblo de Qaqortoq propuso que, como solía hacerse en la Argentina kirchnerista, todas las calles se llamen Néstor Kirchner. Total hay cuatro.

Groenlandia se prepara para un nuevo invierno de auroras boreales y noches eternas. Pero esta vez con la esperanza de que una antorcha de prosperidad ilumine sus cielos y mitigue la oscuridad.

Poco les importa que esa oscuridad se traslade a otra bendita tierra de este planeta. Dios quiera que hoy no tengan un disgusto. Veremos.

 

 

 

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