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Iglesias Molotov: el infierno en la Puerta del Sol

Madrid va a ser el escenario de una campaña electoral sucia, violenta y 'fake', adobada con las sorpresas que prepara la factoría de la Moncloa

«Van a pasar cositas». Un narrador deportivo de la Cope repite esta muletilla en el tramo final de cada partido. Una hábil argucia para mantener enganchado al oyente, que quizás ya enfila el camino de la nevera dispuesto a celebrar o a consolarse por el resultado. «Van a pasar cosas» es la frase que distribuyó Moncloa en sus terminales y que aderezaban crónicas y deposiciones de analistas y tertulianos para abordar el adiós de Pablo Iglesias.

Los fontaneros de Pedro Sánchez, en su críptico mensaje, no entraban a valorar la trastada de su aún socio de Gobierno, que se fue sin más aviso que un vídeo algo maloliente que grabó, para más inri, en su despacho de vicepresidente. Pedro Sánchez se enteró de la noticia dos minutos antes que su portera de Aravaca. Estaba en Mautanban, junto a Macron, orando o lo que fuera ante la tumba de Azaña.

¿Qué cosas van a pasar?, se preguntan los esforzados amanuenses de la información. Todo tipo de versiones ha inundado micros y platós. Variaciones sobre el mismo tema. La más lógica se publicaba en VozpópuliHabrá crisis de Gobierno tras el 4-M. Yolanda Díaz será ascendida a vicepresidenta tercera, por debajo de Calviño en el escalafón. Sorpresa no es. Tiene que haber algo más. La variante más frecuentada, sin embargo, gira en torno al adelanto de las generales para este otoño, según marchen las vacunas y los fondos de Úrsula. Garabatos en el aire de quien algo tiene que decir. La factoría de ficción de Iván no suelta prenda y algunos de sus habituales receptores de confidencias se han lanzado a ejercicios malabares que lindan con el batacazo o el ridículo. El silencio de Sánchez es el presagio de una respuesta feroz que quizás Iglesias ni se huele. O, simplemente, de una de esas sorpresas que su gurú Redondo suele expurgar de tanto en tanto de su chistera. Lo de Murcia le salió muy mal, deberá enmendarse ahora en la batalla de Sol.

Iglesias se presenta contra el PSOE, al que pretende destrozar y restregarle el estandarte de la izquierda conquistado en Madrid. Una victoria sobre Gabilondo será una moción de censura contra Sánchez

Era el día de Pablo iglesias, su jornada de esplendor, de machoman exultante y atroz, que lo mismo nombra sucesora que designa ministras, humilla a ‘IsaSerra la boba’, como le dicen en Podemos e incluso ignora a su pareja, que se va a quedar para vestir santos o para elaborar madalenas, triste y olvidada en su retiro de Galapagar. No quería Sánchez eclipsar la fiesta de su vice, a quien tanto odia, a quien de tal forma detesta. Dejadle hacer, aconsejó a su fieles. Ya se estrellará.

Así lo hizo. Arrancó Iglesias su precampaña en un tono tan desmesurado y arisco que se diría que le teme más a Ayuso que a la derrota. El líder de Podemos, de una egolatría hipertrofiada, no da este paso para combatir al PP. Ayuso es lo de menos, una fachilla que se cree que es alguien. Iglesias ha abandonado su tedioso sillón del Gabinete ministerial contra su excamarada Errejón, que le ha respondido a su letal trampa electoral con un bofetón de los que escuecen. Lo hace contra el PSOE, al que pretende aniquilar y restregarle el estandarte de la izquierda conquistado en Madrid. Una victoria sobre Gabilondo será una moción de censura contra Sánchez. Y fundamentalmente, lo hace para sobrevivir, para evitar que su partido morado, decrépito y desteñido ya en amarillento, desaparezca del mapa. Si Podemos no consigue el 5% en la liza madrileña se esfuma, se evapora. Y con él, Iglesias, aquel muchacho de la coleta tan chulo y provocador que a veces salía en la tele con Guayomin.

El candidato de Podemos quiso mostrar desde el principio lo afilado de sus desparejos colmillos, la vehemencia de su odio y la contundencia de sus puños, como un debutante al saltar al ring de los mayores

De ahí su furibunda embestida nada más salir de los chiqueros en la plaza grande de las Ventas. La boca venenosa, el verbo vitriólico. Corruptos, criminales, fascistas, delincuentes, ultraderecha, escupen sobre la democracia, destrozan la libertad, aplauden el terrorismo de Estado… En sus intervenciones del primer día de combate abundó en la habitual jerga del justiciero revoltoso de sus tiempos airados en el bar de la facu, cuando se decía docente. Ridículo en la desmesura, de patoso histrionismo, el candidato de Podemos quiso mostrar desde el principio lo afilado de sus desparejos colmillos, la vehemencia de su odio y la contundencia de sus puños, como un debutante al saltar al ring de los mayores.

El tsunami cañí

Iglesias reapareció ante su parroquia, a la que tenía abandonada (y viceversa) desde que dejó Vallekas y se sumergió en el papel de vice con seis coches de escolta, con su versión más incendiaria, con su perfil más excesivo. Lo que en verdad le agrada. Amenazar, insultar, gritar, lanzar anatemas. Es lo más cómodo. Para hacer todo esto no se precisa esfuerzo alguno. A la gente como él, presuntuoso y adolescente, tales usos le resultan sencillos, placenteros. Se divierte. Adelantó una pequeña muestra de sus planes. El Iglesias de la alerta antifascista, el del frente popular oxidado, el del bombo y la gasolina, la patota peronista, la barricada guerracivilista, la revolución pendiente, la revuelta y el adoquín. O sea, un 15-M trasnochado, con reuma y arrugas. Una batalla muy antigua. Un tsunami democratic cañero y cañí.

Cabe esperarse lo peor. La campaña más sucia y fangosa de los últimos tiempos. Iglesias es un radical desportillado, sin cortapisas éticas, sin valores democráticos. ‘Comunismo o libertad’ es la respuesta de Ayuso

El palacete de la Puerta del Sol va a ser el Álamo. Días de huelgas, manifestaciones, movilizaciones, pitidos, pedradas y estropicios. Estudiantes, docentes, sanitarios liberados, maquinistas sindicados, funcionarios sin funciones y quizás fundido en negro… Arrancará la procesión con una performance este sábado en Atocha, con un Hasel como excusa, aquel espeso ripioso prácticamente olvidado. Fakes, agitación, molotov, saqueos, tormentas en las redes, excesos y violencia. Cabe esperarse lo peor. La campaña más sucia y fangosa de los últimos tiempos. Iglesias es un radical desportillado, sin cortapisas éticas, sin valores democráticos. ‘Comunismo o libertad’ es la respuesta de Ayuso, y los analistas de la izquierda caviarín menean la barbilla y hacen mohínes de ursulina, «qué exageración, ya está Ayuso otra vez», ignorantes de que, si se tercia, serán también barridos y despreciados por quien ahora edulcoran.

Pasarán cosas, tienen razón en la Moncloa. Y serán muy graves. Cuando todo escampe, cuando se escrute la panza de las urnas, sabremos qué fue de Iglesias, si campeón de las izquierdas o mero figurante en el Congreso (no ha renunciado a su escaño); qué será de Sánchez (si adelanta elecciones o sigue impertérrito en sus dos años de tranquila legislatura) y qué será de Ayuso (si Agustina de Sol o ídolo caído). Y lo fundamental: qué será de España, porque el futuro de esto esto, pasa por Madrid.

 

 

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