Iglesias va a dimitir (pero él no lo sabe)
Pasado un lustro desde su salida a escena, Pablo Iglesias ha dejado el partido para el arrastre y muy -como él diría-, 'desnaturalizado'
Qué salida le queda a un dirigente político al que, tras un inapelable fracaso electoral en Galicia y el País Vasco, lo tachan desde su partido de endogámico, sectario, autoritario y martillo de la disidencia. Lo dice Ramón Espinar. Y qué si a ese mismo líder lo acusan de que Podemos ya no exista, que lo que existe es Unidas Podemos, un partido de nicho a la izquierda del PSOE con los mismos resultados de Izquierda Unida. Lo dice Íñigo Errejón. Batacazo tras Batacazo. «Un golpe de ataúd en tierra es algo perfectamente serio», escribe Antonio Machado en Soledades.
Qué ha de hacer ese líder, confundido entre el tufo y la niebla gris de las cloacas, una vez que, pasado un lustro, ha dejado el partido para el arrastre y muy -como él diría-, desnaturalizado. Un partido que llegó a tener en 2015 el 20,68% de los votos y 69 diputados. Un partido que celebró portadas de periódicos que publicaban encuestas con el anuncio de que Podemos podría gobernar este país. Hace algo más de tres años Podemos tenía las alcaldías de La Coruña, Santiago y Ferrol. Hoy no tiene nada. ¿Qué ha de hacer el carismático Pablo Iglesias tal día como hoy? Lo recuerdan, ¿verdad? «El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto». Ya.
Iglesias, tras el burladero del victimismo
Hoy es a Pablo Iglesias al que le valdría aquello que recetó a un diputado de Vox: «Cierre la puerta al salir». Ni siquiera el estrafalario argumento de las cloacas, el Ibex y toda esa ferralla conceptual tan al uso del político morado le sirve. Nadie ni nada, que no sea la inapelable fuerza de los votos le va a echar del Gobierno. Y él lo sabe. El victimismo no funciona, y menos cuando uno es, está y ocupa el poder. El mismo poder que alimenta el sistema. Disfruta del Gobierno y habla como si estuviera en la oposición.
Él creó el partido, llegó a poner su rostro en las papeletas, y ha terminado haciendo ministra a la madre de sus tres hijos. Vive mejor que hace cinco años
Si hoy Unidas Podemos fuera un partido nuevo tendría sentido eso que anuncia su líder de hacer autocrítica, una sutileza semántica para evitar decir eso tan lógico y democrático que es asumir responsabilidades tras el batacazo. Iglesias no tiene otra opción -opción digna y honorable, me refiero-, que preparar su relevo. Él creó el partido, llegó a poner su rostro en las papeletas, y ha terminado haciendo ministra a la madre de sus tres hijos. Vive mejor que hace cinco años. Cambió el pisito vallecano por el chalet de Galapagar, y el sueldo de profesor interino por el de un vicepresidente que va y viene en coche oficial. Claro, claro. Era eso lo que quería decir cuando hablaba de asaltar los cielos. No se puede engañar a todos todo el tiempo. Sean hoy los votantes, sea mañana un juez de la Audiencia Nacional.
Seguramente, pedir que prepare su sucesión sea muy difícil viviendo como vive en este momento. Pero, como diría el ministro Ábalos, esto lo que hay. Y si no sucede es porque él mismo lo impide. No hay nadie ahí que se le enfrente y ponga en cuestión su liderazgo. Todos le deben algo; lo fundamental: seguir donde están. Es la nueva democracia de los nuevos partidos que apestan a naftalina.
Rivera e Iglesias hunden aquello que crearon
Es curioso cómo los dos partidos nuevos, Ciudadanos y Podemos, van a terminar por la impronta de aquellos que los crearon. Es muy viejo, tan viejo como lo que escribió Eurípides cuatro siglos antes de nacer Cristo: ‘Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco’. Le dieron el poder, más del que podía digerir, y hoy es una ruina desubicada. Avergonzado. Escondido tras el burladero de un partido sin pulso. Y lo que es peor, sin espacio. Más allá del PSOE está y estuvo siempre la irrelevancia. Anguita, al que los dioses volvieron loco el día que hizo migas con Aznar, Gerardo Iglesias o Cayo Lara, entre otros, se lo podrían explicar bien. Sus coqueteos con partidos separatistas, entre otras cosas, le han llevado a la insignificancia. Es claro que nadie quiere la copia estando el Bloque en Galicia, Bildu en el País Vasco y ERC en Cataluña.
Casado, tras el tercer aviso devuelven el toro
Pablo Casado no puede estar contento y menos tranquilo. Tiene frente a él el liderazgo inmenso y descomunal de Alberto Núñez Feijóo, un dirigente que guarda en su mano la decisión de elegir el día que le venga pequeño el gobierno gallego. Incomoda presidir así el partido. Pero es lo cierto que dos años después Casado y Egea no han consolidado un liderazgo que los resultados de ayer cuestionan. Demasiado blandos para ser radicales, demasiado radicales para buscar el centro. Así basculan, con la inestimable ayuda de Cayetana Álvarez de Toledo, portavoz del PP ‘muy querida’ por Feijóo.
Es cierto que hay mucho analista de parte que aun hoy sigue diciendo que las elecciones del domingo no dan para sacar conclusiones desde una perspectiva española, del Estado español dicen los que se avergüenzan de hablar de España. No es cierto. Entre otras razones,
1.- La izquierda, el PSOE en particular, no tiene un proyecto para comunidades como Galicia, País Vasco y Cataluña que no sea el de ir de la mano de partidos conservadores y separatistas.
2.- Dos partidos soberanistas como PNV y Bildu suman hoy una fuerza que carga, y de qué manera, el argumentario de aquellos que quieren la independencia. Son una clara mayoría. La fuerza de los votos vale cuando nos gustan los resultados y cuando no. La realidad es que uno de cada tres vascos está con Bildu.
3.- El PP de Casado y Egea es un partido cargado de interrogantes e incertidumbres. Unos días moderado y otros radical y, casi siempre, antipático.
4.- Alberto Núñez Feijóo está ahí. Y seguirá ahí. Envenenando los sueños de Pablo Casado, que diría Luis Cernuda.
5.- El PP no puede llegar a gobernar siendo cada vez es más residual en el País Vasco y Cataluña. Urge una verdadera refundación.
6.- Iturgaiz fue una apuesta de Casado que ha resultado un fracaso absoluto.
7.- España Suma es otra apuesta fracasada de Casado, que sólo ha beneficiado a Ciudadanos, un partido que hoy sería clandestino en Vitoria. Buen negocio Arrimadas.
8.- Pedro Sánchez ha sido incapaz de recoger el efecto que te da estar en el Gobierno. Ser el tercer partido en esas dos comunidades autónomas casa mal con quien gobierna España. Y lo que es peor, los votos que pierde Podemos no van al PSOE. ¿Está avisando la votancia?
9.- Un chiste malo. La explicación del fracaso de Podemos por parte del profesor Monedero: Bildu y el BNG se han podemizado y de ahí sus resultados. ¡Ay qué risa, tía Felisa!
Y 10.- El PNV siempre gana. Da igual Vitoria que Madrid.