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Insurrección popular en Cuba: ¿utopía o realidad?

No es mi propósito decir que el castrismo es invencible y que su continuidad esté asegurada, pero su disolución no necesariamente tiene que ser antecedida por una espiral de revueltas callejeras

Hace unos días, los cubanos que pueden conectarse a Internet y emplear parte del saldo disponible para asuntos más allá del interés de comunicarse con su familia y satisfacer algunos placeres hedonistas pudieron ver el rifirrafe que se armó en un barrio de la ciudad de Holguín tras la detención de una mujer que, según reportes, vendía dos botellas de aceite vegetal.

En las imágenes se observa la ira popular en el momento de la detención realizada por varios uniformados que patrullaban la zona en un auto policial. El griterío contra al arresto terminó diluyéndose con la rauda partida del vehículo hacia la estación.

Salvo un breve intercambio de golpes entre los policías y algunos airados manifestantes, sin mayores consecuencias, la detención de la presunta transgresora se consumó y no solo eso, sino que más tarde, fueron aprehendidos cerca de 30 personas que tomaron parte en el repudio contra los gendarmes.

Valga apuntar que no es el primer incidente que se produce en esta zona de la geografía insular, todavía se recuerda la protesta ocurrida en el municipio Moa, el pasado mes de junio, cuando un centenar de personas se lanzaron a la calle a protestar por el desabastecimiento de productos básicos. Los hechos tuvieron lugar frente a la sede del Poder Popular. Al final, tampoco “la sangre llegó al río”. Bastó la explicación de un funcionario para que los ánimos se calmaran y la resignación volviera a tomar el protagonismo de siempre.

En varios puntos de la Isla han ocurrido este tipo de acciones espontáneas frente a la escasez de alimentos, agua, problemas habitacionales y otros que desde hace bastante tiempo permanecen en el profuso inventario de problemas existenciales. Me atrevo a anunciar otras escaramuzas de similar factura. Algo que describiría como la monumentalidad de una ola marina que termina disolviéndose mansamente entre las erizadas rocas del acantilado. O sea, algo que parece, en este caso, el inicio de un despertar cívico frente a los dictados de una tiranía y que pierde el aliento en un abrir y cerrar de ojos.

Es imposible el encadenamiento de posturas que determinen un nivel de masificación que sobrepase la efectividad represiva alcanzada por los diversos cuerpos policiales que cuentan con la ayuda de miles de colaboradores a nivel de cuadra y centros de trabajo. Hay que tener en cuenta las peculiaridades sociológicas de la población cubana para acercarse con mejor tino a los posibles escenarios que pueden presentarse a corto y mediano plazo.

Una revolución popular, lo que supone un escenario anárquico y con serias implicaciones sociales, psicológicas y económicas, no es muy factible, dado el miedo y las previas adaptaciones del cubano promedio a las peores realidades. La mentalidad de la mayoría nada tiene que ver con claras exigencias al poder y sí con silencios cómplices y colaboracionismo abierto o velado. Es el patrón que se ha instaurado por razones de supervivencia. El instinto de conservación ante una implacable maquinaria represiva define una serie de actitudes que pueden ser cínicas, generalmente acomodaticias y despojadas de esa vitalidad patriótica tan importante para la redención. Se trata de un pueblo sometido por más de seis décadas, lo que implica la codificación de una mentalidad escapista, que incluye el choteo ante la desgracia y la displicente frase de “sálvese el que pueda”.

No es mi propósito decir que el castrismo es invencible y que su continuidad esté asegurada. Pienso que su disolución no necesariamente tiene que ser antecedida por una espiral de revueltas callejeras y un golpe de estado. Existen variables sobre el tablero que tal vez no llenen las expectativas de muchas personas, pero que en alguna medida podrían ser las que dicten las pautas de una transición. Téngase en cuenta también que aún no existe una oposición legitimada por la comunidad internacional.

Por otro lado, la dictadura tiene suficiente reconocimiento internacional a pesar de sus tropelías. Esas notas a estas alturas de la historia no auguran un camino fácil hacia una plena democratización. Cabe la posibilidad de soluciones desagradables, pero a fin de cuentas fruto del realismo político. Como bien dice la frase latina “nada nuevo bajo el sol”.

 

 

 

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