Los últimos años, gracias al trabajo del economista Pedro Monreal, se han vuelto constantes en la prensa independiente cubana los análisis sobre la estructura de la inversión estatal. Sin embargo, exponer públicamente y criticar la inversión que hace el Gobierno no ha provocado que este rectifique algo que tan objetivamente desmiente su discurso populista. Esto demuestra que el modo dañino en que invierte el castrismo no es un error, sino una estrategia.
Antes de ver los datos diferenciales —en qué se invirtió más y en qué menos—, que son los que desnudan los verdaderos intereses castristas, debe destacarse que en 2023 la inversión pública pegó un salto gigantesco de casi 10.000 millones de pesos, pasando de 32.000 millones a más de 41.600 millones, un extraordinario aumento interanual del 32%, en lo que es una política fiscal expansiva, difícil de entender cuando la inflación interanual roza los tres dígitos.
Y es que lo último que necesita Cuba es monetizar más deuda o saquear los escasos caudales del Banco Central para aumentar una inversión estatal que, guiándonos por la experiencia de 65 años, difícilmente generará aumentos de productividad que compensen la inyección monetaria. Sin embargo, esos 10.000 millones extra, canalizados vía créditos blandos, podrían haber hecho una diferencia importante en la producción agropecuaria, reduciendo la inflación y el hambre. Lamentablemente, el castrismo sabe que mientras controle el cerebro, no tiene que preocuparse por el estómago de los cubanos.
Ahora, ya entrando en los diferenciales de inversión, vemos que se mantiene la concentración de los recursos en actividades relacionadas con el turismo —la inversión en Hoteles y Restaurantes crece casi un 120%— mientras que «logros de la Revolución» reciben cantidades minúsculas, e incluso disminuyen su importancia relativa como recipiendarios de dinero estatal: Salud Pública disminuyó tanto como un 30%.
Reducir la inversión en salud cuando la esperanza de vida en Cuba entre 2012 y 2021 ha caído 7,28 años es un crimen de lesa humanidad y, sin embargo, con una infraestructura sanitaria deplorable, equipamiento obsoleto y roto, personal médico en desbandada y extensas carencias de medicinas, el Gobierno le retira inversión a la salud a la vez que duplica la que hace en hoteles y restaurantes, aun cuando el turismo está pasando por su peor momento.
¿Cómo puede hacer esto un Gobierno, que la prensa independiente lo denuncie y no haya un estallido de indignación popular? No es secreto, se llama totalitarismo. No obstante, aunque el propio Gobierno sabe que el horno no está para pastelitos y que el descontento es profundo y generalizado, en vez de intentar mejorar la situación ciudadana, duplica el desvío de recursos desde las necesidades más urgentes de la población hacia el aumento de las propiedades inmobiliarias de la mafia castrista, verdaderos dueños de los hoteles cubanos.
Ante esta insistente denuncia que la prensa independiente hace sobre el uso del dinero de los cubanos, podría haberse pensado que el Gobierno, sintiéndose descubierto y expuesto en su latrocinio, modificaría su estructura de inversión enfocándola a resolver los graves problemas de un país que, entre 2008 y 2021, cayó desde el lugar 55 al 83 en el Índice de Desarrollo Humano. La mayor caída de todos los países del mundo.
Sin embargo, no hay ningún giro en ese sentido porque, aunque disminuye notablemente la inversión en Servicios Empresariales, Actividades Inmobiliarias y de Alquiler (que incluye la infraestructura para el turismo), este sigue siendo el sector del presupuesto estatal al que más inversión dedica el castrismo, llevándose el 25% de todos los recursos, y ya vimos que lo empleado en Hoteles y Restaurantes se duplica, gastándose en ello más del doble de lo que se dedica a Agricultura, Ganadería y Silvicultura en este país hambreado.
La noticia podría ser que no hay noticia y que todo sigue igual, pero que el castrismo siga haciendo lo que hace, aun cuando la prensa independiente lo está denunciando constantemente, ya es noticia en sí mismo. O el Gobierno se cree absolutamente intocable y le da igual la ira ciudadana, o la mafia ha decidido que, visto que es imposible arreglar el desastre que ellos mismos han creado, lo que más le conviene es apurarse en el expolio, porque el fin de este sistema, de este régimen, es inevitable y, cuando se acabe la fiesta, habrá que quitarles lo bailado… o lo construido.