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Iréne Némirovsky

Igual de buena o casi mejor que todas las anteriores me parece su última novela publicada en español, titulada simplemente 'Dos'

Irène Némirovsky y su marido desaparecieron en Auschwitz en 1942

 

Irène Némirovsky y su marido desaparecieron en Auschwitz en 1942. Sesenta años después, sus hijas publicaron la inédita ‘Suite francesa’, una revelación comparable a la de ‘Cien años de soledad’.

Desde entonces, se han reeditado muchas de sus novelas. Lo habitual, en esos casos, es que tengan menos calidad, sirvan sólo al fetichismo de los lectores y al negocio del editor. Nada de eso sucede con Némirovsky: todas me parecen magníficas por su inteligencia, su análisis psicológico implacable y su estilo seco, nada sentimental. Leyéndolas, me he acordado de Flaubert, de Maupassant, de Chéjov, de Musil… Son palabras mayores.

Igual de buena o casi mejor que todas las anteriores me parece la última publicada en español, titulada simplemente ‘Dos’. El tema es sólo un punto de partida para la maestría de la escritora. En París, poco después de la primera guerra, la relación de Marianne y Antoine: amor, boda, hijos, otras relaciones, sus amigos y familias. Nada especial, nada llamativo.

Todas sus obras me parecen magníficas por su inteligencia, su análisis psicológico implacable

Lo extraordinario es la sutileza de los análisis. A los jóvenes les arrastra la urgencia por el placer. El matrimonio significa «despedazarse mutuamente»; una boda, «un océano de indiferencia», una distancia insalvable: «Cuando estás casado, ya no ves a tu pareja». Padres e hijos viven en mundos opuestos: «Las pasiones de nuestros padres ya no nos interesan hasta que han muerto, ellos y sus pasiones». Madurar es necesario pero casi nadie lo consigue: «De cien hombres, noventa nunca han crecido: son adolescentes envejecidos, niños con el pelo blanco». La vejez es una «muerte anticipada». Nos avergonzamos recordando lo que nos hacía sufrir de jóvenes. Estamos condenados a ser «dos en espíritu pero una sola carne».

No sabemos cómo sería esta inteligentísima y pesimistísima Irène Némirovsky, pero nos quedan sus libros.

 

 

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