Isabel Coixet: Autoidentificación o fraude
Sacheen Littlefeather
Hará un par de años, antes de que pariera su séptimo o decimosexto hijo, que ya he perdido la cuenta, se descubrió que Hilaria Baldwin, la autodenominada mallorquina esposa de Alec Baldwin, ni era mallorquina ni sus padres tenían la menor relación con Mallorca ni le habían dado para desayunar sobrasada ni ensaimadas de niña. A Hillary Lynn Hayward Thomas, nacida en Boston, Massachusetts, le había parecido más exótico y colorista decir que era mallorquina, porque decir que era de Boston se le hacía bola o algo.
Cuando se descubrió el pastel, ella, ni corta ni perezosa, dijo que desde siempre se había identificado con Mallorca y sus gentes y que, aunque no hubiera nacido allí, se sentía más próxima a la cultura de allí que a la de Estados Unidos. Hoy sigue dando la tabarra, hablándoles en español (que no en mallorquín, que ya puestos se podía esforzar un poquito) a su numerosa prole y practicando yoga hasta cuando cocina tumbet. La mentira de Hillary Lynn Baldwin es hasta cierto punto inofensiva. La mujer no debe de estar muy bien de la cabeza, pero, oye, mientras no arrastre en su fantasía a su caterva de niños y nannies y se limite a escuchar una playlist con Tomeu Peña a la cabeza de cuando en cuando, no hace daño a nadie.
Cuando vemos la dignidad con que Sacheen rechaza el Oscar, pienso que el mundo perdió una buena actriz y ganó una falsa activista. Nada bueno sale de renegar de tus orígenes
El caso de la recientemente fallecida Sacheen Littlefeather o Marie Louise Cruz, como se llamaba realmente, plantea cuestiones más complejas. Cuando en 1973 Marlon Brando ganó el Oscar por El Padrino, decidió rechazarlo y envió a Sacheen a dar un discurso sobre el indigno tratamiento que el cine de Hollywood había dado a los nativos norteamericanos. Como el discurso de Brando era de nueve páginas y los organizadores le habían advertido de que solo disponía de un minuto, en caso de que Brando saliera premiado, cuando Sacheen subió al escenario, vestida con un traje étnico y peinada con trenzas, pronunció unas palabras, hoy legendarias, que la consagraron como activista de los derechos de las naciones nativas americanas. Recuerdo de niña haber visto en televisión ese momento y escuchar a mis padres comentar el suceso con enorme admiración, ya que adoraban a Marlon Brando. Lo que las cámaras no recogieron fue la airada reacción de John Wayne, que pretendía subir al escenario para atacar a Sacheen y tuvo que ser sujetado por los agentes de seguridad de la ceremonia. La Academia de Hollywood se disculpó, hace dos años, antes de su muerte con Sacheen por el trato que le dieron durante la ceremonia. Ella pronunció un emotivo discurso, fue la última vez que apareció en público.
Hoy sabemos que Sacheen no era de origen nativo americano, sino que era mexicana y la mayoría de las historias que contó a la prensa sobre su infancia y su pasado no eran verdad. Era una aspirante a actriz que se obsesionó con la figura de los nativos, que se dio cuenta de que siendo mexicana no iba a llegar muy lejos en Estados Unidos, que conoció a Brando (muy sensible a las cuestiones indígenas) a través de Francis Ford Coppola y que ambos planearon la acción por una buena causa. Cuando vemos hoy la estudiada dignidad con que Sacheen rechaza el Oscar que intenta entregarle Roger Moore ante la mirada estupefacta de Liv Ullmann, pienso en que el mundo perdió una buena actriz y ganó una falsa activista. Nada bueno sale de renegar de tus orígenes.