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Isabel Coixet: El agua y los sueños

Sueño a menudo con agua. Ahorro a mis queridos lectores las peripecias del sueño porque me da la sensación de que los sueños sólo interesan a los que los han soñado y los demás se quedan siempre con cara de circunstancias, fingiendo un interés que no sienten. No me gusta cuando en los libros los autores cuentan detalladamente sueños que tienen los personajes. Mi único pero a la última novela de Houellebecq sería ése: que los sueños del personaje principal ocupan demasiado espacio en una novela realmente magnífica. La perfección es afortunadamente inhumana, de ahí que los algoritmos se equivoquen indefectiblemente.

 

Cuando pienso en las películas de superhéroes y las comparo con esta, de una madre separada con dos niños pequeños, me da la risa

 

Este domingo de abril, me hallo en París, en La Villette, ese barrio extraño donde no sabes si estás en París, en Róterdam o en Oslo. Probablemente es el barrio con más bebés por metro cuadrado de la ciudad, un paseo se convierte en una gincana, evitando los cochecitos y los papás despistados con bebés al cuello que te miran como diciendo «sácame de aquí». Frío y sol, como a menudo ocurre en las primaveras parisinas, que te traen un viento helado que se cuela en tu garganta a la que te descuidas. Caminando al borde del ancho canal, me encuentro con dos cines MK2, uno frente al otro, con diferentes programaciones. Son esos cines que tienen la habilidad de combinar el acto de ver una película con un acontecimiento: restaurante con terraza mirando al canal, librería, bar… Me meto en una sesión matinal para ver una película de la que casi nada sé: A plein temps, hábil y emocionante. Una película que engancha con una trama de una simplicidad aplastante: una mujer, madre separada de dos niños pequeños, que vive a una hora de París, intentando mantener su trabajo en medio de una huelga de transportes. Está interpretada por una actriz que brillaba en Call my agent y que brilla aquí, Laure Calamy. Cuando pienso en las películas de superhéroes y las comparo con esta, me da la risa: ¿de verdad nos importa esa caterva de circunspectos individuos en mallas y sombreros ridículos que intentan salvar el mundo, cuando ver a Laure Calamy intentando llegar puntual a su trabajo requiere un esfuerzo absolutamente sobrehumano?

 

 

Sigo mi paseo al borde del canal, hay pequeñas barquitas con motor que se pueden alquilar para visitar La Villete y alrededores, pasan péniches con turistas, hay un mercado dominguero de frutas, la gente busca el sol de las terrazas… Llego a una gran péniche/café/librería. Se llama L’Eau et les Rêves y es la única librería especializada en botánica de París. Subo al barco y me encuentro un lugar que probablemente reúne todas las características donde me gustaría quedarme a vivir: cuidado, acogedor, pintoresco, con una buena selección de libros, sofás, terraza en el puente, huevos pasados por agua con aguacate y salmón. Compro un par de libros. Me acomodo al lado de una ventana donde puedo ver el agua y el cielo, y encima las camareras son amabilísimas. Pido un plato y un zumo. Llega todo sin mucha demora. Mientras mojo la tostada en el huevo, pienso que estoy en un sueño y rezo para que dure porque no quiero despertarme.

 

 

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