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Isabel Coixet: Las cintas perdidas de Elizabeth Taylor

 

 

Confieso que la premisa de este documental me pareció sospechosa por demasiado perfecta: la directora Nanette Burstein encuentra por casualidad (y utiliza) horas y horas de conversaciones hasta ahora inéditas, grabadas por un periodista en 1964 para contar el mito de Liz Taylor en primera persona: parecía demasiado bueno para ser verdad. Quiero decir que reconstruye tan bien la figura de Elizabeth Taylor, con declaraciones que encajan como anillo al dedo con la peripecia de su vida, que por un momento pensé que su voz había sido recreada con ayuda de la inteligencia artificial. Pero afortunadamente no es así; por lo que he podido averiguar, las grabaciones son legítimas y fueron realizadas por el periodista Richard Meryman cuando la actriz acababa de cumplir 35 años. 

 

Por un momento pensé que su voz había sido recreada con ayuda de la inteligencia artificial. Afortunadamente no es así

 

Lo que es una revelación, viendo fragmentos de sus películas seleccionados temáticamente, es lo buena actriz que era y lo bien que reaccionaba. Está el comentario de Burton (repetido a menudo por Burton) de que cuando actuó con ella por primera vez en el set pensó que no hacía nada, pero cuando vio el material proyectado se quedó asombrado, y es cierto que ella está maravillosa e intensamente viva como la reina en Cleopatra, una película desigual que empezó con mal pie y estuvo a punto de costarle la vida.  

«Fue realmente como un eclipse de sol, borró a todos los que estaban en la oficina», dice el productor de MGM Sam Marx, para quien un solo vistazo fue suficiente para elegirla, sin siquiera hacerle un test, para Lassie come home, película que la consagraría como estrella, junto con National Velvet, a los 15 años. De todas las películas que siguieron, ella salva pocas: Un lugar en el sol, Gigante, ¿Quién teme a Virginia Woolf? Hay otras que detesta como Butterfly 8, que le valió su primer Oscar, aunque ella afirma que sólo se lo dieron por haber sobrevivido a la traqueotomía a la que tuvo que someterse durante el primer rodaje de Cleopatra. Elizabeth Taylor: las cintas perdidas también documenta, con una franqueza desgarradora, el momento preciso en que el interés del público por las celebridades se desplomó. Antes el público adoraba sus brillantes vidas; ahora se alimenta de sus escándalos, cuanto más extravagantes, mejor. Cuando Taylor se separa de su cuarto marido, Eddie Fisher, después de que se enamorara de Richard Burton en el rodaje de Cleopatra, los paparazzis que los seguían a todas partes  incansablemente para conseguir una jugosa exclusiva hicieron su agosto: hubo infidelidad a la vista de miles de extras, borracheras y peleas. Hasta el Vaticano se permitió opinar llamando al Estado a quitarle la custodia de sus tres hijos por considerarla una pecadora sin perdón posible. George Hamilton, amigo de la estrella, comenta en la película «que el público ya no venía por el glamour: ya querían ver en directo la destrucción del glamour».

La suya fue una vida pasada bajo el microscopio: una llegada vertiginosa a la escena cinematográfica de estudio cuando era niña, una serie de matrimonios truncados que llenaron las páginas de los periódicos de chismes en todo el mundo, plagada de problemas de salud y amistades de décadas con un grupo de hombres (Rock Hudson, Montgomery Clift)  cuyos secretos y vidas ella honraba como si fueran suyos. Pero, sobre todo, la relación intermitente de Elizabeth Taylor con quien muchos consideraban su verdadero amor, Richard Burton, se convirtió en materia de leyenda de Hollywood, ya que sus altibajos románticos y dramáticos fueron seguidos fanáticamente por espectadores  de todo el mundo. ¿Qué más se puede saber sobre un icono fotografiado hasta la saciedad? La respuesta se encuentra en este  fascinante documental que retrata a una estrella, pero a una estrella de carne y hueso.

 

 

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