Isabel Coixet: Los diarios de Jane B.
Jane Birkin
Agnès Varda filmó a Jane Birkin, creándole un autorretrato a medida: Jane B. por Agnès V, obra que anticipa algunos de los temas y estilos de Los espigadores y la espigadora. Es una película sobre los hijos, la vejez, el amor o la imposibilidad de éste, la soledad ylas escaleras, hay muchas en la película. Después de la experiencia, escribió para ella Kung-fu master, un filme donde hizo que el hijo que Varda tuvo con Jacques Demy –Mathieu Demy, de quince años– interpretara a un niño enamorado de la madre de su compañera de clase (Charlotte Gainsbourg), amor correspondido por la madre: Jane Birkin. Kung-fu master termina trágicamente, el personaje de Jane Birkin acaba la película en una soledad más densa aún que cuando empieza el filme. Es para mí, quizá, la mejor interpretación como actriz de Birkin: arriesgada, tierna, triste, amarga, divertida, inocente, valiente. Birkin y Varda consiguen que entendamos algo difícilmente justificable. Y, sin embargo, la trama de la película y las expresiones de Birkin, que a veces parece ser aún más joven que el niño, nos sitúan en un terreno sumamente incómodo: ya dijo Varda que, si buscamos comodidad, vayamos a una tienda de sillones.
La gran lección de Jane B. es cómo supo acallar esa maligna voz interior que le decía que no valía nada
Muere Birkin y con ella muere una época: la de los apartamentos de paredes negras, los capazos, las pamelas, los shorts, Saint-Tropez, Regine’s, los pantalones de campana, el alcohol para desayunar; muere otra vez Gainsbourg con sus dedos teñidos de nicotina y sus camisas abiertas y sus juegos de palabras, «alone in Babylone». Muere su poderoso hilillo de voz y ese acento que nunca perdió y esa inseguridad que permea sus Munkey diaries. Leer sus diarios, prodigiosamente escritos, es entrar en otra dimensión de Jane Birkin. Confieso que, hasta que no los leí, no entendí todas las facetas de esta mujer, un millón de veces más inteligente y lúcida de lo que parecía. El relato de su vida escrito desde el año 1957, cuando era una niña, es un viaje a la otra cara de Jane Birkin: una mujer capaz de una fortaleza y decisión impresionantes y de una fragilidad e inseguridad no menos impresionantes. El relato de su pesadillesco matrimonio con John Barry, de su no menos turbulenta unión con Gainsbourg, que duró trece años, pero que fijó para siempre en el imaginario del público, el binomio Serge/Jane como una especie de realeza pop de la que ella supo zafarse a medias.
La última película que protagonizó, el documental dirigido por Charlotte Gainsbourg (Jane por Charlotte), la muestra cansada, enferma, agotada, pero llena de una inagotable curiosidad. La muerte de su primera hija, Kate Barry, planea sobre toda la cinta. El esfuerzo por entender, por salir adelante, por ser ella misma, por amar a su manera, por actuar con todas sus eternas dudas sobre su propia voz. Es conmovedor contemplar esa lucha constante, bien entrados los setenta, por superar esa inseguridad constante que no la abandona ni aun en los momentos de plenitud. Ésa es para mí la gran lección de Jane B.: cómo supo acallar esa maligna voz interior que le decía que no valía nada. Valió la pena.