Isabel Coixet: Mutilación
La mutilación genital femenina es una inhumana práctica tradicional que implica el corte o extirpación de los genitales externos. Las razones de esta práctica son complejas y los orígenes a menudo no están claros. Lo que sí está claro, sin embargo, es que la mutilación genital femenina es una manifestación de una desigualdad de género profundamente arraigada que arruina la vida a millones de mujeres en todo el mundo en nombre de la religión, pero sobre todo en nombre del control. Aunque los orígenes son oscuros, se han realizado investigaciones antropológicas e históricas sobre ella. Se practica en algunas comunidades con la creencia de que es un requisito religioso, pero las investigaciones muestran que la mutilación genital femenina es anterior al islam y al cristianismo. Algunos investigadores han rastreado la práctica hasta Egipto en el siglo V antes de Cristo y sostienen que la distribución geográfica de la mutilación genital femenina sugiere que se originó en la costa occidental del mar Rojo.
Más de 230 millones de niñas y mujeres en todo el mundo han sufrido mutilación genital femenina, un aumento del 15 por ciento
Hay un vínculo entre la mutilación genital femenina y la esclavitud. En 1609, hay documentos que afirman que un grupo, cerca de Mogadiscio, Somalia, «tenía la costumbre de coser a sus mujeres, especialmente a las esclavas jóvenes, para impedirles la concepción, lo que las hace vender más caras, tanto por su castidad como por la mayor confianza que sus amos depositaban en ellas».
También en los países europeos se denunciaron durante siglos casos de mutilación genital femenina. El interés en esta práctica creció en la década de 1860, cuando Isaac Baker Brown, fundador del London Surgical Home for Women, observó que las mujeres epilépticas en su hospital tendían a masturbarse. A partir de esta observación, concluyó que la masturbación conducía a la histeria, luego a la epilepsia y a la posterior «idiotez y muerte». Brown creía que la única cura para este camino hacia la «debilidad femenina» y la muerte era la clitoridectomía, que obtuvo una aceptación generalizada en hospitales psiquiátricos. La mutilación genital femenina es quizás la expresión más salvaje y clara del patriarcado: es privar a las mujeres de una parte de su anatomía que proporciona placer, algo que se quiere patrimonio exclusivo del varón, además de que las condiciones en las que se realizan son una fuente continua de dolor y enfermedades. ¿Se imaginan una práctica semejante que privara al hombre de su capacidad para experimentar un orgasmo?
El último informe de Unicef reveló que más de 230 millones de niñas y mujeres en todo el mundo han sido sometidas a mutilación genital femenina, un aumento del 15 por ciento, o 30 millones más de niñas y mujeres, en comparación con los datos publicados hace ocho años. La mayor parte ocurre en los países africanos, con más de 144 millones de casos, seguidos por más de 80 millones en Asia y más de 6 millones en Medio Oriente.
Gambia, un país que en 2015 prohibió explícitamente la mutilación genital femenina, hoy acaba de presentar un proyecto de ley votado por 42 de sus 47 representantes (de los cuales 40 son hombres) que quiere revertir esa prohibición. Eso significaría un duro golpe no sólo para los derechos y la integridad física de las niñas y mujeres de Gambia, sino un aviso de lo que puede ocurrir en otros países del continente. Mientras los líderes mundiales se debaten sobre qué hacer o decir después de la noticia, son las mujeres africanas, como la activista Fatou Baldeh, de Women in Liberation, ella misma víctima de mutilación genital femenina, quienes manifiestan su más enérgica protesta. La lucha a la que se enfrentan ahora Fatou Baldeh y las mujeres de Gambia va a ser muy dura. Tenemos que ampliar, difundir y hacernos eco de ella, para que esto no ocurra. Ni en Gambia ni en ningún sitio.