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Isabel Coixet: Teloneros

Ahí están en el escenario dándolo todo, ajenos al público indiferente que no ha pagado por verlos a ellos, sino a otros, los cabeza de cartel. Confieso que el entusiasmo y la inquebrantable voluntad con que los teloneros salen a tocar, como si no percibieran el desinterés del público, me produce algo entre la admiración y la vergüenza ajena. Me gustaría poseer ese arrojo, ese «da igual que no nos conozcan, nos van a escuchar quieran o no». No lo tengo. Soy la clase de telonero que intentaría pasar el trago pidiendo perdón por estar en el escenario y hasta intentaría devolverles el dinero a los que han venido. Y la clase de espectador que sobreactúa aplaudiendo a los teloneros, me gusten o no. Afortunadamente para la música y la humanidad, las posibilidades de que me contraten para servir de aperitivo a Metallica o a Harry Styles son nulas. Recuerdo un concierto en Buenos Aires de Guns N’ Roses en el que el público empezó a lanzar botellas de cerveza a los teloneros, un grupo que luego, años después, se hizo muy popular. Verlos en escena, resistiendo la lluvia de objetos e insultos, desafiantes y energéticos, es algo que nunca olvidaré. Los teloneros de hoy pueden ser las estrellas de mañana. Nunca se está demasiado alto para no caer. Probablemente, los Guns N’ Roses nunca imaginaron en ese momento que en pocos años la tortilla fuera a dar la vuelta.

Lady Gaga y Rihanna fueron teloneras de The Pussycat Dolls y hoy nadie (o muy pocos) recuerda a The Pussycat Dolls mientras que Lady Gaga y Rihanna son estrellas planetarias

No olvidaré tampoco todos esos momentos en el teatro cuando una voz anuncia que el actor o la actriz que se supone iba a actuar ha tenido un percance y le sustituye el o la suplente, y la sala se vacía de espectadores decepcionados que reclaman el importe de su entrada mientras los que nos quedamos asistimos a interpretaciones épicas. Momentos así han cimentado la carrera de numerosas estrellas, tanto del teatro como del cine, además de proporcionar a escritores y guionistas interesantes tramas de ficción. Las oportunidades de oro, estar en un determinado lugar en el momento adecuado y ocupar el espacio que deja libre por accidente una figura consagrada es algo que siempre me ha fascinado. Jimi Hendrix fue telonero de The Monkees y, un año más tarde, convocaba él solo a diez veces el público de The Monkees. Lady Gaga y Rihanna fueron teloneras de The Pussycat Dolls y hoy nadie (o muy pocos) recuerda a The Pussycat Dolls, mientras que Lady Gaga y Rihanna son estrellas planetarias.

 

LADY GAGA, JUNTO A TONY BENNETT, CANTANDO UN CLÁSICO DE COLE PORTER: «I’VE GOT YOU UNDER MY SKIN» (Te llevo bajo mi piel)

 

 

Eva al desnudo (All about Eve, de Joseph Leo Mankiewicz) es probablemente la mejor película que se ha hecho sobre el tema de la actriz suplente, y Bette Davis y Anne Baxter hicieron inmortales los personajes de Eva Harrington (la aspirante) y Margo Channing (la actriz consagrada). Las sibilinas tropelías de Eva para conseguir que Margo Channing llegue tarde a la representación le consiguen el papel soñado, pero su plan, como suele ocurrir, sólo funciona a la mitad. Si en esa película hay una perdedora es el personaje de Karen, interpretado por Celeste Holm, que cree ayudar a un alma desvalida cuando lo único que hace es traicionar a Margo Channing, una mujer volátil, colérica, pero noble e incapaz de hacer daño. Karen (Celeste Holm) tendrá que vivir toda la vida con el peso de un secreto: traicionó a su mejor amiga (Margo) para ayudar a alguien que no lo merecía (Eva) y en el proceso casi pierde a su marido.

No hay suficientes Margo Channing en el mundo. Nosotras no traicionamos.

 

 

 

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