Isabel San Sebastián: Héroe y villano
Leopoldo López no ha dormido estas dos noches en su casa gracias a la mediación de José Luis Rodríguez Zapatero, como se repite insidiosamente en diversos medios de comunicación y hasta en La Moncloa, donde el presidente Rajoy resalta el «papel muy activo« de su predecesor. (Se ve que ciertos despachos perjudican seriamente la salud moral de sus ocupantes.) Leopoldo López ha salido de la lóbrega mazmorra en la que lo encerró el chavismo porque el pueblo venezolano lleva cien días en la calle exigiendo su libertad y la de todos los presos políticos. Porque Nicolás Maduro, ese personaje de ópera bufa que provocaría hilaridad de no ser por la cantidad de sangre inocente que han derramado sus esbirros, está aterrorizado ante la posibilidad de verse arrollado por la marea democrática que amenaza la continuidad de su tiranía y quién sabe si hasta su integridad física. Porque el coraje y el hartazgo han podido más que el miedo llevando a millones de venezolanos a gritar al unísono ¡Basta!
Leopoldo López encarna, de hecho, la antítesis de lo que representa Zapatero. Todo lo que el primero tiene de valeroso, generoso, limpio, patriótico, dispuesto al sacrificio personal en defensa de una causa noble, a pesar de contar con medios sobrados para haberse salvado junto a su familia de la miseria económica y política impuesta por la dictadura al país, lo tiene el segundo de taimado. Zapatero es de los que no se enfrentan, no arriesgan, no se atreven, nunca trazan líneas rojas ante la sinrazón de la fuerza. Él, que negoció de tú a tú con los terroristas de ETA, entregándoles como tributo la justicia debida a las víctimas a la vez que nuestra dignidad, no ha tenido reparo en «mediar» entre opresor y oprimidos fingiendo una equidistancia tan indecente como engañosa, incluso después de que estos últimos denunciaran su postura genuflexa ante la jerarquía chavista e hicieran público a los cuatro vientos que rechazaban su embajada. No ha tenido reparo en cobrar, y cobrar muy bien, por semejante tarea. No sólo no ha perdido un ápice de comodidad personal, sino que ha convertido en negocio la tragedia venezolana. No es de extrañar por tanto que hoy mismo siga rehusando hablar de presos políticos, denunciar los excesos inicuos del ejecutivo de Maduro o alinearse, junto a la inmensa mayoría de los líderes mundiales, empezando por lo pertenecientes a la internacional socialista, con la causa de la oposición despojada de su victoria en las urnas.
Leopoldo López es un héroe de la libertad que ha elegido conscientemente el puesto más duro en el combate pudiendo haberse zafado. Un ejemplo a seguir. Un orgullo para sus padres, su esposa y sus hijos, que no le van a la zaga en cuanto a firmeza y valor. Es el hombre llamado a presidir una nueva Venezuela resurgida de sus cenizas, cuando al fin triunfe la lucha de una ciudadanía decidida a rescatar a su patria del secuestro perpetrado por el populismo narcochavista. José Luis Rodríguez Zapatero es un expresidente español que llegó al poder a rebufo del peor atentado terrorista de nuestra historia, se inclinó ante una banda de criminales, renegó del principio de soberanía nacional, con aquello de «aceptaré lo que venga de Cataluña», «la nación es un concepto discutido y discutible», y nos dejó en herencia la peor crisis económica en medio siglo. Son el día y la noche.
Leopoldo López no ha dormido al fin en su cama gracias a Zapatero, sino merced a su valentía y al apoyo de sus compatriotas. ¡Ya está bien de encumbrar el pasteleo!