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Islamofilia progresista

«La implosión del feminismo sería un espectáculo divertido si la esquizofrenia progresista de los movimientos feministas no les llevara a abrazar el islamismo»

 

Islamofilia progresista

Ilustración de Alejandra Svriz.

Según datos facilitados por el propio Ministerio de Igualdad, en lo que va de año la mitad de los asesinatos de mujeres los han cometido extranjeros, algo particularmente llamativo si se tiene en cuenta que, en porcentaje, estos suponen algo menos del 13% de la población española. Tras ser preguntada por tan revelador dato, la actual ministra, Ana Redondo, pidió «no hacer esa equivalencia que es muy peligrosa y ahonda en otro problema que también tenemos en España que es la xenofobia. Por lo tanto, yo creo que no hay que incorporar problemas, ya tenemos bastantes, y hay que analizarlos convenientemente, ser muy rigurosos, y el problema del machismo es un problema global. El patriarcado es la primera globalización: llevamos viviendo en esta cultura machista global durante muchos miles de años».

Una ya no sabe ni qué decir. Me muevo entre la incredulidad y la perplejidad, hasta el punto de cuestionarme si no seremos los actores involuntarios de un sketch de los Monty Python o una versión contemporánea y grotesca del Show de Truman. Porque el espacio público de nuestro país se ha convertido en una performance sostenible, inclusiva y con perspectiva de género.

Las mismas dogmáticas que han impuesto que cualquier agresión a una mujer sea considerada violencia de género despreciando la motivación o el contexto, exigen ahora rigor «para no incorporar problemas». Parece que esa beligerancia con la que las feministas identitarias se expresan contra los varones occidentales se diluye como el azúcar en el café cuando se enfrentan a realidades culturales incompatibles con la igualdad y la libertad femeninas. Entonces sale el patriarcado y entra al campo de juego el tristemente célebre «son sus costumbres y hay que respetarlas». Pues miren, no, yo no las respeto.

Soy muy consciente de que lo políticamente correcto ha fagocitado a la libertad de expresión y que transgredir sus frívolos y vacuos dogmas me expone a la pena de la cancelación y al linchamiento social. Pero como mujer libre y adulta que soy, no sólo lo asumo, sino que expreso por anticipado mi indiferencia ante tal eventualidad.

El feminismo ministerial es el principal responsable de su propia destrucción y el mayor enemigo de las mujeres españolas. Porque mientras reivindican la creación de cuotas y espacios seguros para las mujeres, aprueban normas que rebajan las penas de miles de violadores o que permiten a varones autopercibidos hembras infiltrarse en esos ámbitos exclusivos femeninos.

«El progresismo ha escogido ser intolerante con quien lo tolera y tolerante con quien predica su aniquilación»

La implosión del feminismo sería un espectáculo divertido si la esquizofrenia progresista de los movimientos feministas y queer no les llevara a abrazar el islamismo, una religión que no sólo los desprecia, sino que los condena al ostracismo civil, cuando no a la muerte. No existe un problema de intolerancia de Occidente hacia el islam, sino de intolerancia del islam hacia Occidente. Porque su religión es ley, que debe ser acatada tanto por quienes la profesan como por quienes no. Contrariamente a lo que popularmente se cree, el término «islam» no significa paz (as-salam), sino sumisión (as-silm). Y una de las herramientas para hacer efectivo ese sometimiento es la yihad, la guerra a muerte contra el infiel. Profesar el islam es profesar el odio a Occidente y a los derechos fundamentales sobre los que se cimenta nuestro ordenamiento jurídico.

Lamentablemente, estos mismos iluminados que recurren falazmente a la paradoja de la intolerancia de Popper para deshumanizar al adversario político equiparándolo con los nazis, enarbolan las banderas y símbolos de los que predican su exterminio, bien sea promoviendo el uso del hijab, bien sea ondeando los colores palestinos. El progresismo ha escogido ser intolerante con quien lo tolera y tolerante con quien predica su aniquilación.

Han sido los Estados de derecho liberales, cimentados sobre los derechos humanos y el libre mercado, los que han materializado en las instituciones las reivindicaciones de igualdad y libertad de mujeres, homosexuales y transexuales. Las reticencias de la izquierda a condenar los atentados de Hamás en Israel el pasado mes de octubre, que incluyen el asesinato, secuestro, tortura y violación de cientos de mujeres y niñas, no sólo evidencian antisemitismo -que también- sino un odio profundo hacia el sistema capitalista. Hasta tal punto llega su animadversión visceral a Occidente, que están dispuestos a confraternizar con la bestia que nos quiere destruir hasta los cimientos, sin ser conscientes que los primeros devorados por el monstruo del fanatismo irracional serán ellos.

 

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