Ciencia y TecnologíaDemocracia y PolíticaEntrevistas

Jack Dorsey, fundador de Twitter: «La tecnología amplifica las mentiras»

Multimillonario, gurú tecnológico y fundador de la red social Twitter, Jack Dorsey visitó por sorpresa un pueblo granadino llamado Jun. En el municipio más tuitero del mundo se citó con ‘XLSemanal’ para hablar en exclusiva. Por Carlos Manuel Sánchez

El día que Jack Dorsey (San Luis, Misuri; 40 años), presidente y cofundador de Twitter, se subió a su avión privado y voló desde San Francisco a Cannes y luego a Granada, la agenda saltó por los aires. ¿Quién la necesita cuando se trata de salvar la democracia? Nada más y nada menos. Porque los chicos de Silicon Valley piensan así, a lo grande.

Fue una visita relámpago y se llevó tan en secreto que ni siquiera José Antonio Rodríguez, alcalde de Jun, supo hasta la víspera que Dorsey estaba cruzando el charco para entrevistarse con él.

Jun es un pueblo de 3728 habitantes, donde 2300 (casi todo hijo de vecino, excepto los menores de 13 años) tienen cuenta de Twitter. No hay localidad más tuitera en el mundo. Pero eso no es nuevo. Lo que intrigaba a Dorsey era el uso de su plataforma para poner en práctica una manera diferente de hacer política. Inmediata, transparente y participativa. Democracia horizontal, la llaman.

“El peso de identificar y denunciar el acoso no debe recaer en la víctima, sino en Twitter”

Quizá Dorsey, como otros idealistas de Silicon Valley escocidos por el uso tendencioso que se ha hecho de las redes sociales en las últimas elecciones norteamericanas, necesitaba sacarse la espina. Así que el CEO de Twitter escuchó primero las explicaciones del alcalde, traductora de por medio, y luego lo cosió a preguntas. Y el alcalde le contó cómo había conseguido que el pueblo funcione al ritmo de Twitter. El propio alcalde, todo el equipo municipal, el único policía, el barrendero… tienen cuenta en la plataforma y se comunican así con los ciudadanos.

«Aquí ya no doblan las campanas cuando muere alguien, lo tuiteamos», le dijo a Dorsey. Los debates para decidir en qué se gasta el presupuesto se ventilan en abierto; las negociaciones con los proveedores municipales se retransmiten en tiempo real… «La transparencia es absoluta, no puede haber corrupción», le siguió contando. Y le pidió un café con un tuit en el bar de la esquina. Y Dorsey, taza en mano, no dejaba de murmurar: «Asombroso». Y le presentó a varios vecinos, entre ellos a Elena Almagro, una septuagenaria que tiene Twitter en su móvil y que le soltó con desparpajo: «¿Usted es el padre de Larry [el pajarito azul] Tiene cara de buena persona». Más tarde, Dorsey tuvo tiempo de charlar con la dirección del Ideal de Granada, el periódico que organiza el TAT, el mayor evento sobre Twitter del mundo y por el que han pasado más de 200 ponentes en sus cinco ediciones.

XLSemanal. ¿Por qué tenía tanto interés en visitar Jun?

Jack Dorsey. Porque quería ver con mis propios ojos el uso tan imaginativo que le dan a Twitter en este pueblo.

XL. ¿Y qué ha aprendido?

J.D. Que la democracia horizontal es posible. No es una utopía. Es asombroso ver que funciona. ¡Y funciona de verdad!

XL. Pero Jun es un pueblo pequeño donde todos se conocen. ¿Cree que este modelo podría funcionar a mayor escala?

J.D. Eso espero. Quiero entender cómo puede crecer. Y hacerse cada vez más grande. Porque representa lo que muchas veces hemos hablado en Twitter sobre cómo querríamos que fueran nuestras relaciones con los gobiernos.

XL. Perdone, pero Twitter también puede usarse de una manera no tan positiva. Lo hemos visto en las elecciones de Estados Unidos, donde algunos han utilizado la plataforma que usted creó, además de Facebook y Google, para propagar información falsa. ¿Han analizado lo que ha sucedido?

J.D. Creo que en Twitter somos únicos entre las empresas tecnológicas por nuestro carácter abierto. Todo está en la superficie. Así que cuando vemos información falsa en la plataforma, periodistas como usted inmediatamente la detectan. Los periodistas son muy importantes en nuestro ecosistema. Hemos sido coherentes durante estos once años. Cuando añadimos fuentes de información, nos esforzamos por verificarlas con herramientas de aprendizaje automático. Pero son los individuos los que tienen que determinar lo que es veraz y lo que no lo es.

XL. ¿Piensan hacer algo más para evitar los bulos?

J.D. La mentira no es algo nuevo en nuestra sociedad. La gente miente desde siempre. El problema es que la tecnología amplifica esas mentiras. Cuando la epidemia de gripe, el CDC (Centro de Control y Prevención de Enfermedades) tenía cuenta en Twitter. Pero salieron otras cien cuentas de falsos CDC. Nosotros verificamos la auténtica. Y le damos las herramientas al público para que sepa si una fuente es fiable. Igual que verificamos cuál es la cuenta oficial de la Casa Blanca. Pero son los periodistas los que tienen la capacidad para detectar si una noticia es falsa. Es lo más ágil y rápido.

XL. ¿Pero no debería tener Twitter un papel más determinante a la hora de distinguir lo verdadero de lo falso?

J.D. No creo que sea una cuestión de algoritmos. Son los humanos los que debemos determinar en quién se puede confiar. Lo que hacemos en Twitter es asegurarnos de que el público tiene más herramientas para poder diferenciar las fuentes. Ya está ocurriendo hoy. Vemos a gente que tuitea algo y los periodistas lo comprueban. Son las personas las que tienen el criterio para comprobarlas.

XL. El criterio depende de la educación. No es habitual que un peso pesado de Silicon Valley rompa una lanza en favor del ser humano y no lo fíe todo a las máquinas.

J.D. Las máquinas solo deberían servir para hacernos la vida más fácil. Todo lo que nos permita ser más creativos o trabajar más rápido; eso es gran tecnología. En eso invertimos y nos centramos en Twitter.

XL. ¿Y qué me dice de Donald Trump? ¿Cómo ve que el presidente de Estados Unidos tuitee todos los días lo que pasa por su cabeza, sin filtros?

J.D. No es algo nuevo. Hay mucha atención puesta en Estados Unidos por Trump, pero esto es algo que estamos viendo en todo el mundo. Los líderes, las organizaciones, los gobiernos y las empresas usan Twitter para compartir sus pensamientos en tiempo real. Esta tendencia es muy fuerte en todo el mundo. Si podemos contribuir a que aumente el intercambio abierto de información, si podemos hacer que la conversación sea cada vez más transparente, que más gente sepa lo que está ocurriendo y que actúe en consecuencia, esto es bueno. Porque además lo que se publica ahí queda, y la gente le puede pedir cuentas a nuestros líderes. Es una manera de hablar con el poder. Con independencia del individuo que esté en ese momento en el poder. Sí, es positivo.

XL. ¿Usted volvió a Twitter hace dos años para salvar una compañía que se hundía? [Las acciones llegaron a valer 45 dólares en su salida a Bolsa en 2013, hoy rondan los 18].

J.D. Twitter siempre ha sido coherente con su filosofía. Y ha demostrado su resistencia. Creo que durará para siempre. Se ha convertido en algo que forma ya parte de nuestra civilización. Dimos con algo fundamental. Llenamos un deseo muy humano: el de saber lo qué está pasando y qué es lo que piensa la gente.

XL. Ya, pero no terminan de sacar rentabilidad…

J.D. Cuando volví no lo vi como un rescate, sino como una oportunidad de centrar nuestros esfuerzos en aquello en lo que somos más fuertes. Ser más Twitter que nunca. Y no reaccionar a todo lo que pasa en el mercado. Quise responder a preguntas esenciales sobre nuestra alma. ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué empezamos? ¿Qué defendemos? No fue un rescate. Fue cuestión de centrarse. Y está funcionando. Seguimos teniendo vientos en contra a la hora de convertir todo esto en ingresos, pero creemos que si ejecutamos nuestro plan y sigue creciendo nuestra audiencia, a largo plazo se verán los resultados.

XL. ¿Cuál está siendo su estrategia?

J.D. Está basada en tres principios. Foco, confianza y verdad. Uno: nos centramos en lo que hacemos mejor. Dos: dar confianza a los usuarios. Por ejemplo, no comerciamos con los datos personales. Y tres. somos honrados con nosotros mismos. No nos engañamos para no querer ver lo que no nos gusta.

Dorsey, que se hizo una foto con el bastón de mando del alcalde, se interesó por el impacto que tenía su empresa en la vida de la mujer. «Me entero de todo lo que pasa en el pueblo»

XL. ¿No cree que la gran diferencia entre el Twitter de los comienzos y el de ahora es que los usuarios cada vez tuitean menos y se dedican más bien a mirar vídeos, memes o noticias?

J.D. No creo. Desde el principio, la misión principal de Twitter ha sido mostrar a nuestros usuarios lo que está pasando. Y la segunda involucrarlos en la conversación. Ver lo que está pasando es crítico. Porque la gente habla de eso. Queremos que la gente use Twitter como el que se levanta de la cama y mira por la ventana para ver qué tiempo hace. Que vea lo que pasa en Jun, en Granada, en Madrid. En su barrio. Y que, si tiene algo que decir, lo diga. Yo no creo que la conversación haya disminuido en estos once años, al contrario.

XL. ¿De verdad piensa que Twitter, por su formato, es un lugar adecuado para mantener una buena conversación o un debate?

J.D. Estoy convencido de que sí se puede tener una conversación provechosa en Twitter. Y lo mejor es que todo el mundo puede ver esas conversaciones. Para mí, la calidad de una conversación no está en la velocidad, sino en las preguntas que uno hace, las profundidades en que uno quiera meterse en un tema, el intercambio de opiniones… Y eso depende de cada persona.

XL. ¿No cree que los usuarios han perdido ingenuidad y son más conscientes de su rastro digital, y también más precavidos, porque lo que se publica puede tener consecuencias legales?

J.D. Bueno, creo que algunos son mucho más conscientes de la manera en que interactúan en Twitter, y en Internet en general. Es como todo lo nuevo. Aprendes a usarlo y vas viendo lo que es viable y lo que no puedes hacer. Tenemos a gente que nunca hubieras imaginado que estaría en Twitter. Hay un enorme número de líderes tuiteando. Yo nunca hubiera imaginado que Lloyd Blankfein, el presidente de Goldman Sachs, tuitearía. Y ahí está.

XL. Cuando volvió, usted se comprometió a ser más enérgico con el problema del acoso. Qué se ha hecho para evitar las ‘tormentas tuiteras’?

J.D. Sí, estoy muy orgulloso de esto. Es un imperativo de la compañía. En solo unos meses pusimos en marcha un montón de mejoras. En dos áreas específicas. Una es dar mejores herramientas a la gente para controlar y bloquear cuentas abusivas. Y la otra es el aprendizaje automático, para que el peso de identificar y denunciar el acoso no recaiga en la víctima, sino en nosotros. Además, los tuits potencialmente dañinos o desagradables se deslizan hacia más abajo. Si quieres verlos, todavía puedes verlos. Pero si no, no te llegan. Estas y otras medidas están teniendo ya un impacto positivo en la experiencia de los usuarios. Twitter es más seguro y la prueba es que han disminuido las denuncias por comportamientos abusivos.

XL. ¿Y están haciendo algo para detectar las cuentas vinculadas a grupos terroristas?

J.D. Sí. En nuestros informes de transparencia, que publicamos cada seis meses, detallamos el número de cuentas vinculadas al terrorismo que hemos suspendido o bloqueado. No obstante, tenemos una posición pública muy fuerte en contra de desvelar información. Pero cada vez que un Gobierno, la CIA o una agencia nos piden información, lo hacemos transparente. Y lo compartimos con todo el mundo.

XL. Twitter tiene 328 millones de usuarios activos al mes. Han revertido una tendencia a la baja. ¿Pero son suficientes para que la plataforma sea viable?

J.D. Tengo que decir que todo el mundo utiliza Twitter. No hay nadie que no haya visto el pajarito azul y no lo asocie con Twitter. Unos 1600 millones de personas ven o leen tuits mencionados por la prensa, la radio o las televisiones cada mes. Lo que nosotros nos proponemos es que todo el mundo pueda participar. Y personalizar su experiencia. Que la gente pueda decir: «Esto es lo importante que está sucediendo ahora en el mundo. Pero esto otro es lo importante para mí. Y puedo verlo en tiempo real». Ahí está nuestra fuerza. Estamos centrados en este objetivo. Y por eso están aumentando nuestros usuarios.

XL. Usted no solo creó Twitter, también es el fundador de la plataforma de pagos Square. Y preside ambas. ¿De dónde saca las ideas?

J.D. Todos los días voy caminando al trabajo. Es un paseo de unos ocho kilómetros, me lleva una hora y cuarto. Voy con los cascos puestos, escuchando un podcast o un audiolibro. O a mi aire. Este es el rato del día en el que puedo darle vueltas a las cosas. Pero creo que la creatividad surge sobre todo del contacto con otra gente, de contrastar ideas unos con otros. No se limita a un momento del día o a un estado mental determinado. Si decides ser creativo, puedes serlo. En cualquier momento. Es una elección personal.

XL. ¿Cuál es la filosofía de trabajo dentro de la compañía?

J.D. Hay una frase que me encanta de William Gibson, un autor de ciencia ficción. «El futuro ya está aquí, pero desigualmente distribuido». Es un concepto que mola mucho. Nuestro papel es distribuir igualitariamente. Una idea puede llegar de cualquier parte y de cualquier empleado de la compañía. Y esto nos lleva también a trabajar con otras empresas, con universidades… Creo que la mejor cultura es la que mezcla. Nuestro propósito desde que empezamos fue el intercambio abierto de información. Queríamos ser eso en el mundo. Y la única manera en que podemos proporcionar eso a otros es hacerlo también nosotros internamente, en nuestra compañía. Cuando esa cultura está interiorizada es mucho más fácil. La palabra que mejor define a Twitter es ‘abierto’. Así es como queremos impactar en el mundo.

XL. ¿Qué significa el tatuaje que lleva en el brazo?

J.D. Es el símbolo de la integral, una operación matemática que facilita los cálculos complejos. Pero también son las efes que hay en la tapa del violín. Toqué el violín de pequeño. Y es la forma del hueso de la clavícula.

La abuela y el gurú

Dorsey con Elena Almagro, una abuela tuitera que fue al Ayuntamiento a que la ayudaran con la declaración de la renta y se llevó una sorpresa. «¡Tú eres el padre de Larry! [el pájaro del logo de Twitter]. Me gusta tu sonrisa. Tienes cara de buena persona», le dijo

LA METAMORFOSIS DE UN TRIUNFADOR

El cambio de imagen de Jack Dorsey dice mucho de su evolución personal. De joven empresario de éxito, trajeado y barbilampiño en 2010 (foto), que se planteó ser diseñador de moda, a visionario con camiseta, vaqueros y zapatillas diseñadas por Kanye West. Considerado en Silicon Valley como el heredero intelectual de Steve Jobs, Dorsey es un informático autodidacta, de origen italiano y apegado a su mamma. «Fue mi primera jefa, yo servía capuchinos en su cafetería», recuerda. De adolescente, le fascinaban los mapas y las conversaciones por radio de taxistas y conductores de ambulancia; cortas y al grano. De esa fascinación nacería Twitter, en 2006. Aunque tiene una fortuna valorada en 1840 millones de dólares y compagina su liderazgo en la compañía con el del servicio de pagos Square, es austero, hace yoga, medita y le obsesiona poner la tecnología al servicio de la humanidad. En el plano empresarial piensa a largo plazo. Beneficios? Ya llegarán. Pero ahí empiezan los problemas. Twitter llegó a valer 48.000 millones de dólares tras su salida a Bolsa en 2013, cuatro veces más que hoy. Los desencuentros con los otros fundadores (Ev Williams, Biz Stone y Noah Glass) han sido sonados. A Dorsey lo despidieron sus amigos. Tras su salida fundó Square y, ¡zasca!, triunfó. Y los grandes accionistas reclamaron su vuelta en 2016, cuando caía en picado. Fue el regreso del padre pródigo. Dorsey es el que pone orden en el caos. Ha conseguido frenar la caída y ya está remontando.

 

 

Botón volver arriba