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Javier Milei enfrenta el desafío que se avecina ante una pandemia proteccionista

Cualquier cálculo argentino de la incertidumbre macroeconómica y política queda chico en ese salto internacional diseñado en el laboratorio económico de Trump

Donald Trump y Javier Milei

 

                                                              Donald Trump y Javier Milei – Alfredo Sábat

 

El gobierno de Javier Milei atraviesa una tormenta crítica de nivel inédito en los casi catorce meses que lleva la presidencia libertaria. A las incertidumbres made in Argentina de siempre, que giran en torno al precio del dólar y la inflación, el acuerdo con el FMI y los manoseos a la letra chica de la institucionalidad política, se agrega un frente fuera del control de cualquier gobierno argentino, pero determinante: la nueva política de tarifas que anunció Donald Trump. Un cambio del orden comercial global, que además impacta en la organización política multilateral del mundo.

Cualquier cálculo argentino de la incertidumbre macroeconómica y política queda chico en ese salto internacional de escala de la incertidumbre. Desde el miércoles 2 de abril, el “Liberation Day” de Trump, Milei se encontró de frente y sin airbag con la pandemia global que puede condicionar su gobierno de forma crítica: el virus de pandemia proteccionista diseñado en el laboratorio económico de Trump. Otra vez, el desorden mundial pone en lados opuestos al aliado clave de Milei y a China, un socio comercial central y acreedor ineludible de la Argentina.

La de este 2025 es una pandemia que desafía los anticuerpos ideológicos de Milei: llegó al poder imaginando la apertura, al fin, de la Argentina y el ingreso firme a una galaxia de libre mercado consolidada. Pero se encontró con la contradicción más inesperada: un Trump al que admira convertido en el paladín de una guerra de tarifas sin precedente en los últimos ochenta años. Y la Argentina de Milei, estancada entre dos fuegos, el de Estados Unidos y el de China. La cuestión es si ese enfrentamiento es un obstáculo mayúsculo para la Argentina en medio de la negociación con el FMI o si, al contrario, es una oportunidad que puede usar en su favor.

En la práctica, sumados al nivel previo de aranceles, la nueva política comercial de Trump lleva los aranceles que pesarán sobre productos argentinos ingresados a Estados Unidos a entre 12 y 18%. En el caso del acero y el aluminio, con aranceles del 25%, tal como se habían anunciado previamente, la suba es todavía mayor. Según la Organización Mundial del Comercio (OMC), en 2024 Estados Unidos imponía en promedio un arancel del 2,4% a los productos argentinos. O del 1,2%, según los datos de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina (AmCham).

El nuevo arancel de Trump vendría a corregir un desfase respecto de los aranceles que imponía la Argentina sobre los productos estadounidenses que por lo menos triplicaban en promedio a los que imponía Estados Unidos: en 2024 fueron del 7,6% según la OMC y del 6,4% según la AmCham. Ahora, el 54% de las exportaciones argentinas a Estados Unidos quedaron impactadas por las nuevas tarifas.

No está claro qué medicina pondrá en juego el oficialismo libertario para manejarse en medio de esta tormenta. Surgen preguntas cuyas respuestas están en el futuro, irremediablemente: solo el paso de los días irá dejando en claro los efectos del nuevo desorden internacional y de su impacto en la Argentina en busca de su orden libertario. Hay versiones contradictorias sobre los efectos colaterales de las medidas de Trump en la economía de Estados Unidos, y también de América Latina. ¿Cuáles son los mecanismos de defensa que tiene el mileísmo para afrontar semejante cambio de contexto?

Primero, edulcorar la realidad: desde el Gobierno, hubo alineamiento disciplinado a la hora de construir la falacia narrativa de que la Argentina fue privilegiada con tarifas de 10%, la más baja del plan Trump de “aranceles recíprocos”. Del lado de la estrategia narrativa, la primera movida del Gobierno implicó la negación pública de un hecho observable a simple vista: se aplicó idéntica tarifa a gobiernos más alejados de Trump en lo ideológico, desde el Chile de Boric hasta la Colombia de Petro, pasando por el Brasil de Lula. La pólvora narrativa de la atención especial que habría recibido la Argentina se mostró mojada al instante: poco convincente.

Segundo, el Gobierno se refugia en el futuro para dar respuesta a las amenazas del presente y refuerza la narrativa del contacto cercano entre Trump y Milei. Sobre esa base, promete una próxima y segura renegociación de la nueva tarifa en favor de la Argentina. Lo explicitó, entre otros, Martín Menem: “La Argentina, gracias a las gestiones del Presidente, que ha entablado un vínculo personal e ideológico con Trump, seguramente va a ser beneficiada, o menos perjudicada”. En ese punto, el Gobierno tuvo para mostrar un logro: un encuentro clave del canciller Gerardo Werthein con el secretario de Comercio de Estados Unidos, Howard Lutnick, y con el representante comercial del gobierno de Trump, Jamieson Greer, al otro día del anuncio de Trump de los nuevos aranceles.

Pero el mismo miércoles 2, por la noche, el Gobierno borró con el codo lo que había logrado en el apretón de manos: el affaire Mar-a-Lago y el desencuentro Trump-Milei expusieron innecesariamente al argentino. El atolondramiento de ese viaje que arrastró al Presidente y a su principal ministro, Luis Caputo, a un viaje improvisado para recibir un premio menor solo para cruzarse con Trump en un pasillo dejó expuesto a Werthein y su criterio diplomático en un momento tan delicado: la negociación con el FMI y por las tarifas supone una encrucijada delicadísima. Lo de Mar-a-Lago no fue el momento más virtuoso de esa doble negociación.

También puso en duda el peso real del “vínculo personal e ideológico” entre Milei y Trump y su efectividad en esos dos frentes de negociación. “Contencioso”: así describió Bloomberg el encuentro del board del FMI del miércoles pasado. El eje de la reunión era el acuerdo con la Argentina y el directorio no logró ponerse de acuerdo sobre cuál será el primer desembolso, que Milei y Caputo esperan que al menos llegue a los US$8000 millones: “Todavía no hay consenso”, explicó Bloomberg.

Tercero, plantea una interpretación constructiva de la nueva política arancelaria de Trump. “Estados Unidos se está sentando a negociar con todo el mundo porque quiere recomponer la economía de Estados Unidos”, aseguró Menem a fines de la semana pasada. Sin embargo, Trump anunció ayer una escalada en la suba de aranceles para responder a China: amenazó con un 50% más de aranceles luego de que China anunciara un aumento del 34% a los productos estadounidenses.

Desde Davos 2025 Milei intenta relativizar la contradicción de su admiración por un Trump proteccionista. Los argumentos son dos. El primero, Trump recurre a la guerra comercial como herramienta geopolítica antes que por convencimiento ideológico: así lo expuso en enero en una entrevista con Bloomberg. El segundo, Trump está concentrado en reestructurar los fundamentos de la economía de Estados Unidos, reconducir la inversión de empresas americanas a su territorio, rebalancear el comercio internacional, expandir el sector manufacturero para crear más empleo y bajar la tasa de interés para contener la inflación. Cada punto de esa argumentación es cuestionado por razones atendibles. La caída de los indicadores económicos y financieros en todo el mundo alerta sobre riesgos que el gobierno argentino prefiere no poner sobre la mesa.

Con esa lógica, el oficialismo insiste sobre su principal logro: el superávit fiscal y financiero como el antídoto contra la pandemia de la guerra comercial. El ancla fiscal también como ancla de la gobernabilidad de su lugar en el mundo en medio de la pandemia proteccionista lanzada por Trump. Pero hay una nube que pende sobre la gestión de Caputo: la falta de solvencia del Banco Central sigue sin encontrar solución. Esa es la vulnerabilidad que viene subrayando el viceministro de Economía, José Luis Daza, hombre clave en la negociación con el FMI.

La reunión “contenciosa” del board trajo inquietud. Fuentes indican un grado mayor de tensión fruto del cambio de escenario. Milei ha puesto todas las fichas en profundizar su cercanía con Trump y mostrarse como el aliado perfecto en América Latina. Pero esa dinámica implica tomar distancia de China, otro acreedor importante de la Argentina. Y un socio comercial indispensable, tanto como Brasil o Estados Unidos. ¿Cómo manejar una crisis de tantas caras? Es el gran desafío del Gobierno. Ahí se impone una pregunta: ¿hay capacidades estatales suficientes como para interpretar con inteligencia las borras del café de esta crisis internacional cruzada con la crisis local? Los pasos en falso de la Cancillería en Palm Beach dejaron dudas.

Milei empieza a caminar por un campo minado. Las elecciones en la ciudad de Buenos Aires pueden resultar el plebiscito que confirme el apoyo de la ciudadanía a su gestión. O, al contrario, pueden terminar alimentando una percepción de pérdida de efectividad presidencial para domar a la Argentina. Pero ayer tuvo buenas noticias: con el desdoblamiento de las elecciones, Kicillof institucionalizó la división con el kirchnerismo. Es una noticia auspiciosa para el oficialismo luego de la derrota en el Congreso y la renuncia de García-Mansilla a la Corte. El peronismo y el kirchnerismo unido podían disputarle legitimidad y territorio justo cuando el Gobierno vive sus momentos más críticos. Por ahora le cuesta encontrar la ayuda práctica de Trump. Pero al menos el kirchnerismo le hace favores inesperados. La Argentina 2025 se juega día por día.

 

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