Jean Maninat: La traición de Cuba
El vicepresidente Aristóbulo Istúriz, al presentar la Memoria y Cuenta correspondiente a 2015 del despacho que hoy detenta, acusó al imperio norteamericano de adelantar una campaña para deteriorar la economía venezolana. El presidente boliviano, Evo Morales, al conocer los primeros indicios de que perdería el referendo que le permitiría otra reelección, acusó al gobierno de Estados Unidos de haber instigado una guerra sucia en su contra. El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, cada vez que sufre un traspiés, le echa la culpa a la administración norteamericana de sus sinsabores.
En un momento se enaltece al pueblo, se habla en su nombre, se vuelve a hablar en su nombre, pero cuando ese mismo pueblo vota en contra de quienes supuestamente mejor lo representan, de quienes creen saber lo que le conviene, entonces, los humildes, se convierten en zombies, con el cerebro contaminado por la derecha y los gringos para vender la patria. La fórmula está vencida, ya no tiene los atributos mágicos para distraer la atención. Pero insisten en la pócima para darse valor, engañar al espejo, o tener una excusa que decirle a la familia al regresar a casa. Los ávidos gringos estarían más interesados en cerrar mercados para sus productos, que en abrirlos, por eso insisten en arruinar la economía venezolana.
Los gringos… ah los gringos. Ya ni siquiera sus principales candidatos son todos catiritos y WASP -salvo Donald y Hillary- los hay de otras proveniencias y sus mezclas. Sus apellidos repican gentilicios de otras tierras y cultos: Rubio, Cruz, Sanders. Por no hablar del presidente saliente: Barack Hussein Obama II. Pero no importa, el melting pot es propaganda, un espejismo para atrapar tontos, un mecanismo para triturar inmigrantes que ya no quieren regresar a sus países de origen. Les comen el cerebro.
Está comprobado, en el Pentágono hay unas máquinas que emiten rayos, ondas, partículas que se introducen en el cerebro de las personas y se apoderan de su voluntad. De qué otra manera se explica tantos y súbitos cambios. El más doloroso e inexplicable es el de los compañeros cubanos. No es normal su media vuelta, están a solo 60 millas y seguro el efecto de los rayos, ondas, y partículas debe ser más nocivo. ¿Cómo explicarlo de otra manera? ¿Recibir con los brazos abiertos a los gringos culpables de todos nuestros males? ¿A nuestros enemigos jurados? ¡No puede ser culpa de ellos mismos!
El 21 de marzo, el presidente Obama visitará Cuba, le dará la mano al presidente Raúl Castro, ambos se regalarán una sonrisa y una que otra cortesía, ondearán lado a lado la bandera cubana y la odiada bandera de EEUU, y con un poco de suerte habrá un desfile de carros vintage de los que fabricaba Detroit antes de la revolución. Se hablará de la Enmienda Platt y se evocarán los derechos humanos. Las calles de La Habana estarán repletas de turistas gringos bebiendo mojitos y daiquiris, creyéndose que son Hemingway por un día. Y el glorioso pueblo cubano, el antiimperialista pueblo cubano, celebrará la rendija que se abre, con el entusiasmo de los viejos tiempos de Benny Moré.
Ah, y se nos olvidaba, la traición de Cuba también será culpa del imperialismo norteamericano. ¿No es verdad, Sr. Vicepresidente?
@jeanmaninat