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Jorge Castañeda: El desigual primer año de Claudia Sheinbaum

El 1º de octubre, la primera presidenta de México, Claudia Sheinbaum, iniciará su segundo año de mandato. Si bien no necesariamente ha salido con honores, Sheinbaum ha perseverado frente a complejos desafíos internos y externos, lo cual ya es una victoria en sí misma. Y sus logros no son nada desdeñables: ha mantenido una alta aprobación, recibido elogios de la prensa internacional, supervisado una aparente disminución de homicidios y mantenido una relación relativamente buena con el siempre caprichoso presidente estadounidense Donald Trump.

Pero, al igual que su predecesor y mentor, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), Sheinbaum no ha logrado avanzar en los desafíos más importantes que enfrenta México, pese a que su partido, Morena, ya lleva siete años en el poder.

Para empezar, está el problema del crónicamente anémico crecimiento económico. Desde principios de los años noventa, cuando se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hasta 2018, cuando AMLO asumió la presidencia, el crecimiento promedio anual del PIB rondó el 2,5%. Pero las perspectivas se han deteriorado drásticamente: la mayoría de los pronósticos ubican la tasa de crecimiento para 2025 apenas por encima de cero, y 2026 no pinta mucho mejor. La baja inversión pública y privada, y solo un ligero aumento en la inversión extranjera directa, auguran que el sexenio de Sheinbaum se parecerá al de AMLO, implicando crecimiento negativo del PIB entre 2018 y 2030.

Pese a la reducción en pobreza y desigualdad, esta trayectoria económica no augura nada bueno para México, que no puede resolver ninguno de sus grandes problemas sin crecimiento. Muchos factores –incluida una reforma judicial mal concebida, los aranceles de Trump y una posible renegociación del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), sucesor del TLCAN– sugieren que el pesimismo está justificado. Para forjar una senda distinta, Sheinbaum tendría que cambiar de rumbo radicalmente, algo imposible mientras persista la influencia de AMLO.

En materia de seguridad, el balance de Sheinbaum parece mejor a primera vista. Comparada con la estrategia de AMLO de “abrazos, no balazos” frente a los cárteles, ella ha sido mucho más proactiva. Los homicidios han disminuido, las detenciones han aumentado y, lo más importante, los funcionarios estadounidenses están más satisfechos. Casi no pasa un día sin que se informe de un decomiso de fentanilo u otras drogas en la frontera con Estados Unidos.

Pero los datos cuentan otra historia. Aunque los homicidios han bajado, las desapariciones han subido: casi 12.000 personas fueron reportadas como desaparecidas entre octubre de 2024 y julio de 2025, frente a las 9.500-10.000 del mismo periodo del año anterior. Esto ha puesto en duda las afirmaciones del gobierno sobre la reducción de la tasa de homicidios. De manera similar, más de 30.000 personas acusadas de “delitos de alto impacto” han sido detenidas bajo Sheinbaum, pero el número de presos solo ha aumentado en 10.000, porque muchos de los detenidos son liberados rápidamente.

Además, Sheinbaum heredó lo que equivale a una guerra civil en el estado de Sinaloa, provocada por la extradición a Estados Unidos, en julio de 2024, del histórico líder del cártel homónimo, Ismael Zambada García. Pese a enviar miles de soldados a Culiacán, la capital, no ha logrado sofocar la violencia interna. Entre septiembre de 2024 y agosto de 2025 murieron más de 1.800 personas y otras desaparecieron. El conflicto llevó recientemente al gobernador Rubén Rocha Moya, ampliamente sospechoso de tener vínculos con el cártel, a cancelar las celebraciones de Independencia por segundo año consecutivo.

Claro está, el crimen organizado es un problema complejo que requiere un enfoque multifacético, y permitir la presencia de tropas estadounidenses en territorio mexicano –una exigencia de la administración Trump que Sheinbaum ha rechazado hasta ahora– probablemente no ayudaría, como lo demuestra el fracaso del “Plan Colombia” de Estados Unidos para frenar la producción de drogas en ese país. Aun así, una proporción creciente de la población mexicana –hasta un tercio, según algunas encuestas– está a favor de una acción militar estadounidense contra los cárteles.

Uno de los principales factores que alimentan el narcotráfico es la corrupción. A pesar de prometer un combate frontal, el gobierno de AMLO es visto cada vez más como uno de los más corruptos de México, debido al creciente número de escándalos en las Fuerzas Armadas, que asumieron alrededor de 70 funciones civiles durante su sexenio. Además de la seguridad antidrogas, el ejército fue encargado de construir grandes proyectos de infraestructura, distribuir medicinas y, sobre todo, manejar las operaciones aduaneras.

La corrupción está profundamente arraigada en las Fuerzas Armadas mexicanas. Tras la Revolución Mexicana, éstas mantuvieron un acuerdo tácito con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó sin contrapesos durante siete décadas: mantenerse fuera de la política y recibir apoyo mínimo a cambio de administrar sus asuntos internos con escasa transparencia. En parte gracias a este acuerdo, México no ha sufrido un golpe de Estado ni un intento desde 1938.

Pero las nuevas responsabilidades militares durante el gobierno de AMLO crearon muchas más oportunidades de enriquecimiento. Recientemente se reveló que la Marina estaba implicada en un esquema de contrabando de combustible, mediante el cual buques cisterna llenos de diésel eran declarados como portadores de aditivos y así ingresaban a México libres de impuestos. Un vicealmirante ha sido procesado y un contralmirante fue asesinado, presuntamente por denunciar el fraude al entonces secretario de Marina, Rafael Ojeda Durán, quien también ha sido señalado. Dado el enorme monto de impuestos no pagados, este engaño empequeñece escándalos de corrupción anteriores.

Sheinbaum ha hecho algunos avances contra este flagelo de antaño al intentar perseguir a oficiales de rango medio dentro de las Fuerzas Armadas. Pero, en última instancia, sus estrechos lazos con AMLO le impiden procesar a las altas esferas.

Gobernar México no es tarea fácil; pocos lo han logrado con éxito en el último siglo. En su primer año, Sheinbaum enfrentó un entorno geopolítico convulso y retos complejos heredados de la administración anterior, lo que hace que la falta de avances en cuestiones mayores sea en parte comprensible. Pero Sheinbaum debe empezar a atender estos problemas, lo que requerirá cumplir con su desafío más arriesgado: salir de la sombra de AMLO.


Jorge G. Castañeda, excanciller de México, es profesor en la Universidad de Nueva York y autor de America Through Foreign Eyes (Oxford University Press, 2020).

Copyright: Project Syndicate, 2025.
www.project-syndicate.org

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