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Jorge Giménez: más que un bolichico, el nuevo modelo del madurismo

 

El actual presidente de la Federación Venezolana de Fútbol es un joven emprendedor cuya fortuna, en franco crecimiento, no parece sustentarse en algún piso más o menos explicable. Jorge Giménez Ochoa, cercano a alguna gente a su vez cercana a Miraflores, sabe aparecer en fotos y es amigo de mucha gente; ahora desea incrementar su cuota de amistades en España. Pertenece a una nueva generación de bolichicos, una versión técnica más afinada e incluso más voraz, si ello es posible; en la trama PDVSA aparecen algunos y son el producto de exportación de la nueva Venezuela.

 

Jorge Andrés Giménez Ochoa nació en Caracas en 1987, hijo de Bertriz (no Beatriz) Ochoa de Giménez y Fenelón Giménez González. Mil novecientos ochenta y siete era plena época de Jaime Lusinchi, Blanca Ibáñez y Recadi u oficina de Régimen de Cambio Diferencial. Es decir, Jorge Giménez, representante legítimo de una generación con dientes más afilados que sus predecesores los bolichicos, fue seguramente amamantado mientras en el aparato de TV de su casa sintonizaban Radio Caracas Televisión, donde reporteros glosaban escándalos de corrupción o sus actores personificaban las telenovelas de la antipolítica.

¿Cuál es el principal mérito de un chico nacido en 1987 dentro de un hogar donde la moral, digamos, ha podido ser laxa, dados los antecedentes en el Zulia, Panamá y Bogotá del Sr. Fenelón? Cuando su hijo tenía cinco años, apareció un paracaidista en aquella misma pantalla diciendo que por ahora la batalla estaba perdida, y la verdad es que ese golpista debe haberle parecido la cosa más heroica del mundo al chiquitín, aquel personaje de sonoro vozarrón echándose tremenda responsabilidad encima, tan valiente, tan miliciano bajo su lustrosa boina.

Decenas de promociones universitarias en Sociología o Psicología no bastarán, ni aun dedicándose sus egresados, en masa, a tejer sesudos ensayos sobre el tema, para dilucidar el quiebre de los valores fundamentales en buena parte de la población venezolana.

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El principal mérito para un chico nacido en el ‘87 dentro de tal contexto es saberse poner en la foto adecuada en el momento justo, ni antes ni después.

La primera foto del joven Giménez Ochoa, significativa, inequívoca, la que lo muestra ya montado en una sonda espacial, es donde aparece junto a su tío en calidad de accionista del Deportivo Lara. Se ha instalado en el mundo del balompié aun cuando no existan antecedentes de su interés por este deporte, ni mucho menos. Lo importante es la foto. Lo que le sirve es su empaque casual, la desasida prestancia de la americana abotonada solo al centro, esa cierta disposición a triunfar abierta de par en par en su gesto ante la Prensa. Esto es ya más que un bolichico. Es un bolichico mejorado.

Como dice el portal Armando.info en uno de sus reportes, «el joven era un perfecto desconocido en el mundo del fútbol hasta el año 2016 cuando, con 29 años, y en plena crisis económica que evaporó los ahorros de los venezolanos y pulverizó el bolívar, se paró al lado del empresario Ender Luzardo, presidente del Deportivo Lara, para ser presentado a la prensa junto a su tío Silvio Ochoa como nuevo accionista del equipo».  Detrás lo que tenía era una madeja de empresas creadas aquí y allá con su padre o por su padre, dentro y fuera de Venezuela. Él en particular llegó a tener una tienda de ropa de lujo, y por eso fue conocido como un empresario de la moda. No está mal para los pie de foto, «empresario de la moda».

“Jorge Giménez, representante legítimo de una generación con dientes más afilados que sus predecesores los bolichicos”

La segunda imagen del aplomado y resuelto Giménez Ochoa no es una foto sino su mera posibilidad: de haber circulado una foto de la ocasión del encuentro en Barajas, todavía las consecuencias para el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ante la Comunidad Europea habrían sido peores. Aun sin foto, la imagen resulta plausible y fácil de evocar, lleva fecha de enero de 2020 y describe un instante durante una pequeña reunión en un salón VIP del aeropuerto que sirve a Madrid, capital del reino. El ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Laboral -los nombres de los ministerios en esta legislatura española han seguido el canon chavista- del presidente Pedro SánchezJosé Luis Ábalos, conversa animadamente con la vicepresidenta Delcy Rodríguez, quien ha aterrizado en avión privado pese a una sanción de la Comunidad Europea que le impide, teóricamente, poner pie en suelo continental. A Ábalos no le importa, seguramente tampoco le importa a su jefe; se arma un escándalo, del cual el gris Ábalos no saldrá bien parado y gracias al cual el Partido Popular le da una estocada al gobierno del PSOE: se ha demostrado su debilidad «bolivariana». Lo crucial, en todo caso, es que en el grupo de cinco acompañantes de la venezolana se halla un apuesto joven que apuesta por el fútbol. No habrá fotos, pero ya se ocupará él de que se sepa, igual que lo del viaje a Catar más adelante.

Ahora aparece involucrado en la trama entre los hermanos Rodríguez y Tareck El Aissami. El excomisario y exsecretario de Seguridad Ciudadana del Distrito Capital, Iván Simonovis, se mantiene al tanto de los acontecimientos que rodean al joven emprendedor. Ahora informa en su cuenta de Twitter que ha viajado hacia Madrid y agrega aviesamente: «Todo esto luego [de que] se hiciese público otro choreo a PDVSA en el que Giménez participó».

No es nada extraño que un hiperquinético empresario como el venezolano quiera allegarse a España y ver qué hay de nuevo por estos andurriales. Encontrará con quién tomarse su selfie, en alguna esquina de Serrano. O en Barcelona podría tropezarse con Gerard Piqué, la expareja de Shakira, gran futbolista que montaba negocios desde la cancha y ahora los sigue montando, dentro y fuera de la cancha y donde sea. La catedral que camina para Jorge Giménez, sin duda. Piqué es dueño de Kosmos, empresa organizadora de la Copa Davis, del FC Andorra y de un club de «eSports». También hizo de intermediario para llevar la Supercopa de España a Arabia Saudí. Donde pone el pie pone la bala, el catalán.

Por su parte, siendo un protegido de los hermanos Rodríguez, como dice el comisario Simonovis, Giménez Ochoa casi todo se puede en España, donde han sido tan bien acogidos varios bolichicos y chavistas de vieja data, los hermanos mayores de Giménez Ochoa.

Al menos mientras el PSOE sea gobierno, que no lo será por mucho tiempo, deben aprovecharse las oportunidades de inversión y negocios ganar-ganar que da la tradicional «cultura del pelotazo» española. A Giménez Ochoa le falta una foto con Piqué en su álbum particular.

Lo que a uno le queda, buscando aquí y allá información sobre él y otros parecidos a él entremezclados en la trama PDVSA-El Aissami-Rodríguez-Cabello, es eso: parece haber una generación de recambio, la que sucede a los bolichicos, y los de nuevo cuño vienen aún más ávidos y aún con menos escrúpulos, más ajenos -si cabe- a cualquier forma de empatizar con el 80% de hambrientos y desesperanzados que pululan en su propio país. Queda la duda acerca de cuánto se parecen a los replicantes de Blade Runner, aquella generación de androides tan hominizada que acabaron por albergar poesía, lágrimas y sentimientos, lo que los hizo tremendamente peligrosos para la sociedad. ¿Serán capaces estos chicos, con Giménez Ochoa a la cabeza, de conciliar el sueño mediante el ardid de contar ovejitas cibernéticas? La IA avanza.

 

 

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