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Jorge Vilches: Ábalos y las visitadoras

«El exministro socialista como Pantaleón Pantoja, el personaje de la novela de Vargas Llosa, podría haber creado el mejor servicio de alterne pagado con dinero público»

Ábalos y las visitadoras

Alejandra Svriz

 

No me digan que Ábalos, como Pantaleón Pantoja, el personaje de Vargas Llosa, no podría haber creado el mejor servicio de alterne pagado con dinero público. Presuntamente, las «visitadoras» de Ábalos también eran trasladadas en autocares para compensar las largas horas de sacrificado trabajo de los servidores públicos del atareado ministerio. Porque inaugurar una carretera turolense sofoca un güevo, y es menester, como mandan los cánones progresistas, solazarse con las caricias subvencionadas de jóvenes proletarias del amor.

«Uníos parias de la tierra, en pie excitada legión», debía canturrear Ábalos al compás de los cuerpos desnudos de las visitadoras. Esa visión de las mujeres como objeto de consumo, como hacía el Pantaleón de Vargas Llosa, llevaba a adquirirlas en un catálogo como si fueran neumáticos o móviles. Qué cosas se hacen y escriben. La novela del peruano ya no hace gracia, pero lo que se han reído los sanchistas de nosotros es digno de ser escrito. Piénselo. Cuando iban trajeados y tenían el micro delante nos decían que era machista plantar dos besos a una mujer en un saludo, pero luego ellos plantaban su virilidad a las prostitutas.

Cuánto esfuerzo desperdiciado en el engaño. Si el Ábalos que conocemos por las noticias hubiera tenido más tiempo podría haber forjado un gran proyecto. Si la información se confirma, el ministro, como Pantaleón, habría podido hacer las cuentas del tinglado: quitando los cinco días de menstruación, operando a tiempo completo y sin percances, podía ofrecer servicio amatorio diario a lo más selecto del ejército progresista. 

Quizá no era una cuestión de dinero, porque el dinero público no es de nadie, sino de espacio para dar el servicio. De ahí que Ábalos, nuestro Pantaleón, amara tanto a sus queridas visitadoras como a sus numerosas propiedades inmobiliarias, también en Perú, donde Vargas Llosa lanzó la idea de las mujeres de alterne pagadas por los contribuyentes. El ministro sanchista debió ver la posibilidad de abrir franquicias en otros países, como una cadena de hamburgueserías pero con otro tipo de carne. De ahí los terrenos adquiridos en Colombia, que acabó vendiendo en 2023, cuando Pedro Sánchez le cortó el grifo, además de siete propiedades en España, ocho cuentas corrientes y varios vehículos. Es cierto que no llega al negocio narco policial del exjefe de la UDEF, pero nadie es perfecto.

«No solo les daba un poquito de amor, sino un puesto en una empresa pública dependiente de su ministerio»

Si Pantaleón tuvo a su visitadora favorita, «La Brasileña», con la que fue infiel a su esposa, nuestro personaje, más productivo, tuvo cuatro. Las enchufaba en todos los sentidos posibles. No solo les daba un poquito de amor, sino un puesto en una empresa pública dependiente de su ministerio. Trabajaban, pero en otra cosa. Eso sí, las visitadoras de Vargas Llosa se planteaban si convenía cantar el himno del ejército y del país, y aquí las amigas de Ábalos se piensan si cantar o no lo que saben sobre el exministro y otros socialistas.

En el Perú de las visitadoras el asunto se convirtió en un secreto de Estado para evitar la vergüenza. En la España de Sánchez y Ábalos el pastel se descubrió cuando se habían comido la guinda ya muchas veces, y al sanchismo no le genera alipori alguno. Es cierto que son dos personajes distintos. Uno, el de Vargas Llosa, parece tener buen corazón. Otro, Ábalos, parece tener buen apetito. A los dos les abandona su mujer por el mismo motivo: el roce con las visitadoras. La diferencia es que Pantaleón confiesa y se retira, mientras que nuestro personaje niega y se arrima.

Por cierto, las feministas de hoy ven la novela de Vargas Llosa como la acumulación de machismos heteropatriarcales, con una cosificación de las mujeres que indultan por la presunta ironía. Sin embargo, las mismas feministas guardan un profiláctico silencio respecto a las costumbres prostibularias de sus compañeros de partido y sindicales. De hecho, Pilar Alegría está más indignada por el machismo de los insultos de cuatro necios anónimos en las redes, que al saber que su compañero de Gabinete vivía rodeado de profesionales del sexo.

 

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