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Jorge Vilches: La inmoralidad de los Sánchez

«Creen que la moral no existe o no se aplica a sus personas. Lo que importa es sacar beneficio y construir un relato que se trague el rebaño»

La inmoralidad de los Sánchez

   Ilustración de Alejandra Svriz.

 

La corrupción es una actitud. David Sánchez no solo fue enchufado, sino que no trabajó. No tuvo la dignidad de entregar su tiempo y esfuerzo al desempeño de las tareas del puesto en compensación del favor político. Cualquier persona honorable y con conciencia moral se hubiera dejado el alma en demostrar que, a pesar del dedazo, resultaba útil a la institución. Es una cuestión ética y de educación familiar, de esas cosas que se aprenden en casa con el ejemplo y las conversaciones. Sin embargo, si lo que se vive en los años de formación es que la trampa es legítima y sin límites, nos encontramos con casos como el de los hermanos Sánchez Pérez Castejón.

David hizo lo mismo que su hermano Pedro. No olvidemos que este último falsificó una tesis doctoral para obtener un trabajo en la Universidad, y que cuando fue descubierto se encogió de hombros y siguió adelante. Su hermano ha hecho lo mismo. Necesitaba un trabajo y trucó una oposición en la Diputación de Badajoz. Al ser pillado, el Hermanísimo se ha encogido de hombros con absoluto desparpajo ante la jueza y todos nosotros, y sigue adelante.

Un retrato medianamente psicológico de los hermanos Sánchez nos indica su falta de empatía hacia personas concretas y ante lo público. No tienen pudor ni barreras, no hay nada que no crean que puedan hacer para conseguir su objetivo. La ausencia de vergüenza cuando son pillados en su ignominia es demostrativa de que carecen de los pilares morales y cívicos para ser miembros útiles a la comunidad. Han borrado con tal ímpetu cualquier rasgo moral que ha desaparecido también el temor al peso de la ley. Es ahí cuando aparecen los delitos.

Ese tipo de perfil atrae a gente igual o maleable. El suegro de Pedro Sánchez tenía un negocio de saunas de prostitución, y contaba con inmuebles de Muface donde alquilaba habitaciones para encuentros sexuales. En esta misma línea, Begoña Gómez ha resultado imputada por su plan de hacer negocios desde la Moncloa utilizando los recursos públicos; esto es, por tráfico de influencias, corrupción en los negocios, apropiación indebida e intrusismo. La respuesta de la esposa de Sánchez es encogerse de hombros, acusar a los demás y seguir.

Del conjunto cabe colegir que esa falta de pudor era vista en esa familia como algo natural, propia de listos. De ahí el cabreo de Sánchez cuando han salido los casos de corrupción y los juicios. No lo conciben. También por eso la campaña contra los medios de comunicación libres que han publicado las noticias, y el acoso de los jueces. Los Sánchez y su entorno no lo entienden por pura amoralidad.

«La suerte de los inmorales, y estos lo son, depende de que encuentren corruptos que les faciliten el camino»

Lo mismo ha ocurrido con la pareja de David Sánchez, la japonesa Kaori Matsumoto, colocada fraudulentamente en Madrid para un puesto ficticio de la ONU, e impulsada por el Gobierno de Pedro Sánchez. Vividora de lo público, se movía entre Tokio, Tailandia y Portugal, con un régimen de separación de bienes siguiendo el derecho austriaco, sin trabajar –más allá de la baja por maternidad–, dedicándose a su vida familiar y cobrando, igual que David Sánchez.

La suerte de los inmorales, y estos lo son, depende de que encuentren corruptos que les faciliten el camino. Ha pasado con los hermanos Sánchez. Ahora sabemos que el Hermanísimo consiguió su puesto de trabajo gracias a los socialistas de la Diputación de Badajoz. El cargo dependía de un concurso oposición en el que se pisoteó la ley y el derecho de los demás candidatos solo para beneficiar al hermano de Pedro Sánchez. Lo mismo ha ocurrido con los negocios de Begoña Gómez. Nadie le dijo que lo que estaba haciendo era inmoral e ilegal. Al contrario, intentaron sacar provecho.

A esta banda le da igual el proceso judicial, como a García Ortiz y a Pilar Sánchez Acera, los que filtraron información confidencial. En su mentalidad no han hecho nada inmoral porque creen que la moral no existe o no se aplica a sus personas. Para ellos la moral es un constructo cultural subjetivo y, por tanto, nada de nada. Lo que importa es sacar beneficio y construir un relato que se trague el rebaño. La pena es que la inmoralidad ya no se salde en las urnas. Por algo será.

 

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