José Hernández: Escribe donde te toque
Escribo en Whatsapp, hoy la plataforma que más uso y donde más interactúo. También donde mi pésima ortografía es más evidente. Escribo porque amigos queridos me felicitan, en Venezuela es Día del Periodista, mientras en YouTube veo La Pegatina, en un homenaje a Pau el ya legendario líder de Jarabe de Palo, cantando Depende.
De según cómo se mire todo depende.
Hoy me toca recordar, y depende, de los pasquines en la escuela de comunicación de la UCAB, de una portada en la Bohemia, de Armando de Armas, dirigida por Rosana Ordóñez. Del café con Nelson Luis Martínez, en Últimas Noticias, de Miguel Ángel Capriles. Del rítmico tecleo de la máquina mecánica de Oscar Yánez, quien no podía dejar de escribir. Del ruido bárbaro de la redacción de Últimas Noticias a eso de las 5 pm y del silencio tenso del mismo lugar a las 2 pm cuando llegaba el redactor de sucesos a discutir con Mayorga con qué asesinato se enfocaba más. Era la libertad, en un país en tránsito hacia su propia muerte.
En febrero de 1989 caminé el paseo peatonal, entre la Plaza Bolívar y el Panteón Nacional, refugiándonos entre ráfagas de metralla, en una Caracas en llamas. Y llegamos a la redacción de Últimas Noticias, a ver el dobladillo, una rara forma de diagramación que usaba todo el pliego y había que abrir a «Noticias» para ver la portada, «Arde el país»: y Ardía.
En 1991 empecé a ejecutar una herencia de Rubén Chaparro Rojas, un resumen de prensa, «El pájaro madrugador» lo llamaba; había sido la base de la primera discusión del día en la campaña de «El Tigre» Eduardo Fernández. Perdimos con Carlos Andrés Pérez, un perenne autor de sí mismo que ahora apostaba a modernizar a Venezuela y casi lo logra, hasta que se apareció el Monstruo que nos devolvió a la barbarie un 4F de 1992. El resumen empezó a llamarse Periscopio Venezuela y se distribuía en el Estado Mayor de una fuerza armada efervescente, que resolvió el dilema entre la barbarie y la modernidad apostando a la barbarie.
Llegué a Miami en 1994; venía de la Organización de Estados Americanos y del Ministerio de Exteriores. En el consulado de Venezuela conocí a Oswaldo Muñoz, un empresario que apostó a la información y la creció con El Venezolano y los venezolanos, mientras trabajé 5 años con una comunidad que crecía de manera estable en un consulado muy duro y con un jefe bueno como Gustavo Rodríguez.
Regresamos a Venezuela, trabajé en Cancillería, le hice protocolo al Monstruo del 4F de 1992, que se logró colar en la democracia, ganando el voto popular, ofreciendo freír cabezas y llamando a quemar los partidos en una hoguera populista, pero era democracia, o por lo menos parecía. No llegamos al año, las evidencias y la familia nos pidieron salir de aquella asfixia, volvimos a Miami.
Con Oswaldo abrimos El Diario, una versión sobredimensionada de un tabloide rápido, convertido en un Standard de varios cuerpos. La idea era de lunes a viernes y terminó imprimiendo especiales los domingos, aguantamos un mes y nos tocó el raro noviembre del 2000 en EEUU, cuando el mundo se paró en las mesas electorales de Dade County, y se decidió una elección por 400 votos entre Al Gore y George W Bush. Al final de El Diario, terminé en Radar de La Florida, una revista empresarial de 11 ediciones anuales de Carlos Herradez y ocurrió entonces el 11 de septiembre de 2001, cuando una docena de locos nos voltearon el mundo.
En octubre llegue a NYC a trabajar con el embajador Milos Alcalay. El avión de la TWA pasó sobre el lugar donde estaban las torres gemelas, el lugar era puro humo y el avión se volvió dolor y lágrimas. En Nueva York editamos dos números del Journal de G77 y recibimos al Monstruo del 4F que vino a recibir la presidencia del G77 y volvió a abusar y entonces se quedó sin transmisión ni traductores porque quería hablar más de lo que le correspondía.
Volví a Miami y empecé, con Oswaldo a reconstruir El Venezolano, con Isabel, Sylvia, Sandra y compañeros como Dixon, el Star, Memín Obregón, Carla, Yatzu, Guñe, Pocho, Mundo, Javier, Rosa, Luis, Marcos, Horacio, Carlos y muchos otros. Por 17 años dirigimos un periódico, en español, en una ciudad americana, que fue segregada, donde los cubanos sufrieron para quedarse. Nosotros hacíamos un periódico para venezolanos y tuvimos éxito. Mientras, desde siempre la política nos tocaba y nosotros a ella.
En el 2012 en plena campaña de Henrique Capriles, empecé a editar de lunes a viernes un compendio, Periscopio Venezuela, con noticias publicadas y verificadas sobre Venezuela y algunas notas de opinión, que ya tenemos 8 años haciendo llegar por esta vía y otras.
Lo llaman periodismo y es una manera de vivir. García Márquez, lo llamó el mejor oficio del mundo, aunque hay quien dice que es una enfermedad. Lo veo como una herramienta en la lucha eterna entre la libertad y la dignidad del hombre y su sociedad y unos malucos populistas que se amparan en ideologías de moda para acabar con la vida de todos.
Depende de que depende.
Dios bendiga e ilumine a todos los periodistas Venezolanos en su día.