José Ignacio Moreno León / Andrés Eloy: Lección de civismo frente al militarismo

El 21 de mayo de 1955, un trágico accidente automovilístico en la Ciudad de México segó la vida de Andrés Eloy Blanco, el más notable y apreciado poeta venezolano. Un apóstol de la democracia y de la libertad quien residía como exilado en el país azteca, a raíz del zarpazo militarista que el 24 de noviembre de 1948 derrocó al gobierno democrático de Rómulo Gallegos, apenas 9 meses después del inicio de esa gestión y luego de que el autor de Doña Bárbara resultara electo presidente por amplia mayoría, en las primeras elecciones directas, universales y secretas que se habían realizado en el país.

Una breve semblanza del bardo cumanés nos obliga a hacer referencia a su extensa creación intelectual como insigne poeta, dramaturgo, cuentista, autor de comedias y de artículos con notable análisis político y humanístico, además de excelentes piezas oratorias. Pero igualmente, se hace imperativo destacar el bosquejo humano de un prócer del civismo que en su brillante desempeñó como político y parlamentario dio fe de su profundo compromiso nacionalista y su lucha por la democracia frente a la ignorancia y a las recurrentes amenazas de la barbarie militarista.

Graduado de abogado a los 23 años en la Universidad de Venezuela y siendo aún estudiante de derecho se estrenó como prisionero de la tiranía gomecista por participar en protestas callejeras contra esa dictadura. En 1923, con solo 26 años resultó ganador del Premio de la Real Academia Española de la Lengua sobre Poesía Hispanoamericana con su célebre Canto a España que le valió un gran reconocimiento en el mundo intelectual de la época. Ya para entonces Andrés Eloy empieza a incursionar activamente en las luchas políticas y, mientras dirigía el periódico clandestino El Imparcial participo en apoyo al grupo de estudiantes universitarios que, en marzo de 1928, protestaba contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, inaugurando en el país una lucha política estudiantil de manifestaciones públicas frente al autoritarismo militarista. Después vendrían detenciones y encarcelamientos de muchos de estos jóvenes y un intento de golpe de Estado, debelado en abril, a raíz de lo cual el poeta fue hecho prisionero en La Rotonda, desde 1928 hasta 1933, para luego ser trasladado a las mazmorras del Castillo Libertador de Puerto Cabello y retenido en esa lúgubre cárcel gomecista hasta 1934. Fue así como surgió la histórica Generación del 28, cuna de líderes civilistas y precursores de la construcción de la democracia venezolana.

En los 4 años de su encarcelamiento y, a pesar de sus fuertes quebrantos de salud y de los grilletes de 60 libras que martirizaban sus pies, Andrés Eloy desarrolló una fructífera creación intelectual, marcada por su sentido nacionalista y su profunda vocación política y social y hondo raigambre cívico. Fue entonces cuando de su inspiración surgieron obras como Barco de Piedra, Malvina Recobrada, La Juanbimbada y Baedecker 2000, obra está en la que el insigne poeta expresa una visión optimista de lo que debería ser la Venezuela de finales del siglo XX, un país sin exilados ni presos políticos, sin gobiernos autoritarios, ni mezquindades ni odios políticos y con elevado desarrollo cultural y progreso para todos. Un país en el que el ejercicio militar estuviese siempre sujeto a un orden civil con plena independencia de los poderes públicos y en lugar del culto al caudillo de turno se practique el pleno respeto a las instituciones democráticas, como garantes de la justicia y contrarios a todas las formas de corrupción y abusos de poder.

En La Juambimbada el ilustre cautivo reafirma sus valores cívicos y su esperanza de cambio hacia la democracia, impulsado por un pueblo rescatado de la ignorancia y que abandona el culto a los héroes militares y se propone a construir una genuina república civil, por lo cual el poeta resalta la importancia de impulsar la educación y la cultura como herramientas de ese cambio necesario. Por ello cuando en 1936, en sus palabras pronunciadas con motivo del simbólico evento realizado en el castillo que fue su prisión para lanzar al mar los grilletes que lo habían torturado, el poeta exclama Estamos echando al mar los grilletes de los pies. Ahora vamos a la escuela a quitarle a nuestro pueblo los grilletes de la cabeza.

Frente al desplante del envalentonado coronel Pedro Carujo para forzar la renuncia de José María Vargas, primer presidente civil de nuestra historia, Andrés Eloy en su obra Vargas, el albacea de la angustia, deja asomar su crítica al militarismo al resaltar la justeza y valentía del ilustre sabio quien rechaza con contundentes argumentos civilistas y éticos las pretensiones golpistas del usurpador castrense, el cual fungía como paladín de los militares alzados que el 8 de julio de 1835 querían frustrar el esfuerzo civilizador de Páez, que apoyaba a Vargas dando testimonio de un prócer y centauro militar no militarista. Y es que el ilustre bardo cumanés no podía pasar por alto el drama histórico de un país que desde 1830 había estado gobernado por militares, con pocos intervalos civiles en el siglo XIX, durante los cuales el Jefe del Estado siempre estuvo bajo la tutela del caudillo castrense que lo postuló o dependiendo de la montonera que lo sostenía en el poder.

A 62 años de su ausencia y ante las críticas circunstancias que vivimos, a Andrés Eloy Blanco lo imaginamos en el cielo, con sus angelitos negros, y observando con angustia las complejas realidades de nuestra patria que todavía no es la patria que el soñó en sus poemas. Por ello quizás el poeta coincida con su colega Montejo cuando señalaba que aún…somos un país que no terminamos de enterrar a Gómez.