José Ignacio Moreno León: Educar para la democracia, la experiencia alemana y el modelo japonés
La crisis de la democracia representa uno de los mayores peligros que amenazan a la civilización judeocristiana. Es una preocupante realidad que se destaca con mayor frecuencia en la mayoría de los países latinoamericanos, con frecuentes débiles regímenes de gobierno, crisis de las instituciones, marcado desprestigio de los partidos políticos, ausencia de genuinos liderazgos, recurrente presencia de descarados casos de corrupción y eminente peligro de los derechos humanos y de la libertad. Todo ello en un entorno social caracterizado por el déficit de capital social y de cultura ciudadana.
Lo anterior evidencia que los regímenes de los diversos países que históricamente se han beneficiado del sistema democrático han descuidado la necesidad de promover el mismo, educando a sus pueblos para fomentar una cultura ciudadana que es condición fundamental para que opere eficientemente este sistema que, como lo señalará Churchill, es el menos malo de las formas de gobierno.
En ese esfuerzo conviene resaltar los casos de Alemania y Japón, países que, frente al desastre institucional que sufrieron como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, se empeñaron no solo la promoción de la democracia como objetivo prioritario de la reconstrucción nacional, sino igualmente en mantener, como política de estado, el esfuerzo permanente de educar a sus pueblos como ciudadanos garantes de la institucionalidad democrática.
La experiencia alemana se inicia después de 1945 y especialmente con la fundación de la República Federal Alemana en 1949, cuando se asumió el compromiso nacional de la defensa activa de la democracia, como objetivo fundamental de su identidad política, liderizado por la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y Konrad Adenauer como el primer Canciller. Ese objetivo se ha mantenido y forma parte integral de la gestión de gobierno a todos los niveles del país, mediante un programa nacional de educación cívica institucionalizada que se imparte en colegios y escuelas, con la educación política como asignatura casi obligatoria en casi todos los Lander. También se promueven centros de formación profesional con contenidos sobre democracia, derechos humanos y participación ciudadana.
La educación democrática en ese país se asegura desde la infancia, con la participación de las instituciones federales, regionales y la sociedad civil. Por lo que igualmente operan redes de instituciones de educación política, una Oficina Federal de Educacion Cívica y cada estado federal tiene su centro de educación política (Landeszentrale fur politische Bildung). Atraves de estas organizaciones se imparten diversos programas orientados a mantener la memoria histórica viva para que no se repita el autoritarismo, ademas campañas y proyectos específicos como “vivir la democracia”con financiamiento estatal y municipal, actividades para prevenir y reprimir el extremismo, y formación continua para adultos tales como padres, sindicatos, medios de comunicación social, empleados públicos y fuerzas de seguridad.
Conviene resaltar en esta experiencia alemana de formación democrática el programa especial para formar docentes como multiplicadores, es decir, no solo para enseñar contenidos, sino además para promover competencias democráticas en su entorno escolar y social, con el objetivo de que cualquier docente de educación secundaria aleman pueda eficientemente explicar los principios democráticos, fomentar el pensamiento crítico y actuar ante señales de radicalización.
Igualmente es importante hacer referencia a fundaciones que, con el respaldo de las más importantes organizaciones políticas de ese país, promueven a nivel internacional la cultura democrática, el liderazgo político, el estado de derecho y el desarrollo sustentable, entre estas destacan la Konrad Adenauer (KAS), Friedrich Ebert (FES), Friedrich Naumen (FNS) y Hanns Seidel (HSS).
La educación para la democracia en Japón se inició desde la ocupación aliada en 1945 cuando se promovieron reformas democráticas profundas, incluyendo la promoción de la democracia. Y desde la nueva constitución del país se declararon derechos y libertades, cuyos fundamentos se trasladaron a las escuelas para formar ciudadanos democráticos, por ello la Ley Básica de Educación promueve valores de paz, respeto mutuo y participación.
El contenido del programa de educación para la democracia incluye un currículo cívico para la educación primaria que comprende estudiar shakai o estudios sociales con derechos humanos, organización comunitaria, el papel de las instituciones y resolución pacífica de conflictos. A nivel de la educación secundaria se abordan temas de participación electoral, constitución y responsabilidades ciudadanas. Y se incluye ética y moral (dotóku) con temas de formación de valores, respeto, cooperación y responsabilidad social.
Las actividades participativas en los colegios forman parte integral de la educación para la democracia en Japón. En la educación primaria y secundaria funcionan los
Consejos de estudiantes (Sichikai) que se organizan mediante elecciones reales como prácticas de procedimientos democráticos y responsabilidad cívica. Estos consejos gestionan eventos escolares y opinan sobre normas internas de las instituciones escolares. Se organizan en comités por áreas, con funciones rotativas para que todos participen y se entrenen para el liderazgo y la participación. Hasta las tareas de limpieza de las escuelas se realizan con la activa participación de los alumnos como práctica de responsabilidad comunitaria.
Alemania y Japón ocupan el segundo y tercer lugar entre las naciones de mayor índice de desarrollo humano y las economías más avanzadas del planeta. Alemania se destaca como una potencia industrial, infraestructura de primer nivel y un fuerte estado de bienestar. Japón tiene una economía tecnológica muy avanzada, un elevado PIB per capita y una sociedad altamente urbanizada, con elevado nivel de capital social.
La experiencia histórica de Alemania y Japón ilustra, sin ninguna duda, la estrecha relación entre democracia y desarrollo. No hay ningún país que haya alcanzado importantes niveles de progreso y libertad al margen de la institucionalidad democrática. Por ello la democracia hay que promoverla educando para la democracia y para formar ciudadanos con sólida cultura cívica capaces de practicarla y defenderla. Esa ha sido la práctica continua de las sociedades alemana y japonesa. Esa experiencia histórica debe servir como valiosa referencia para reconstruir las democracias en America Latina, la mayoría de cuyos países se encuentran sumidos en frecuentes crisis políticas y de gobierno, lo que explica su rezago en el proceso de desarrollo de sus pueblos. Pera ello debe entenderse que la democracia no se hereda, se aprende, se practica y se defiende. Y todos debemos asumir la responsabilidad de convertir la formación ciudadana en política de Estado, sostenida y blindada contra los vaivenes políticos.
Si no actuamos con decisión y pronto, seguiremos atrapados en el perverso ciclo de autoritarismo, populismo y corrupción.