Democracia y PolíticaEntrevistas

José María Aznar: «España necesita urgentemente elecciones, la moción de censura no puede prosperar»

El expresidente reclama a los ciudadanos «responsabilidad» y considera que los siguientes comicios generales «serán constituyentes»

Aznar: "No debemos confundir el liderazgo con la pulsión del poder, mandar  debe ser una vocación, no una gratificación" | España

 

En mitad de una semana política frenética, José María Aznar comparte una larga conversación con ABC y muestra su preocupación por el desorden que ve en la España actual, provocado por aquellos que atacan la Constitución, las reglas del juego y la unidad. Precisamente, estrena un nuevo libro –’Orden y Libertad’– en el que defiende el sistema de democracia liberal como respuesta a los desafíos presentes, en base a unos ‘principios y tareas irrenunciables’, como sigue el título. Desde una sala de la Fundación FAES también analiza el cambio de era mundial, con un nuevo tablero geopolítico y una revolución tecnológica a la que Europa, sentencia, ya ha llegado tarde.

—En su libro reivindica el legado de Cánovas del Castillo por cómo reconcilió a los españoles. ¿Estamos realmente en una situación comparable?

—En los últimos 200 años los periodos más estables y de convivencia entre españoles han sido la Restauración de 1876 y la Restauración de 1978. El primero de ellos duró cuarenta años, con sus limitaciones e inconvenientes, pero que dieron estabilidad. Y el segundo, con la Constitución y que hemos vivido con un gran éxito para España hasta hace solo algunos años. ¿Son comparables? Me lo parecen en cuanto a la idea de construir un sistema que sirva para dirimir las diferencias pacíficamente y para que los españoles puedan convivir pacíficamente.

—¿Ahora la convivencia está en riesgo?

—Cuando se pone en cuestión la nación, se pone en cuestión la convivencia porque se establece en el marco de la nación. Cuando se pone en cuestión la Constitución se pone en cuestión la convivencia porque se están cuestionando las normas establecidas. Y cuando se pone en cuestión la ley, se pone en riesgo la convivencia. Por lo tanto, la respuesta es que sí. La convivencia está en riesgo.

—Habla mucho del concepto de la nación. Dentro de nuestras fronteras hay partidos que defienden que hay varias naciones en España.

—España no es plurinacional. Es una nación plural, pero con una soberanía única. Tampoco es un mosaico de naciones. Hay que tenerlo claro y es básico también para la convivencia.

—Y fuera de nuestro país algunos directamente cuestionan el legado histórico de España, la conquista de América. Lo consideran un error.

—Esos discursos se combaten explicando, escribiendo y haciendo buena política. No se puede explicar la historia del mundo sin la presencia de algunas naciones. Y una de ellas es España. Intentar empequeñecerla es un ejercicio de reescribir la Historia, que es un ejercicio que le gusta a los autócratas y que, por cierto, en la versión moderna de la memoria democrática también es un riesgo para la convivencia. Yo no soy partidario de la teoría de la penitencia eterna, ni de la teoría de la culpabilidad. Estoy orgulloso de nuestra Historia con sus aciertos y sus errores. Todas los tienen.

—Y volviendo a las cuestiones internas. ¿La amnistía aprobada por el Gobierno avala a los independentistas para volver a intentar ser una nación?

—Es un agravante. Lincoln hizo dos afirmaciones en su época presidencial que fueron clave. La primera es que una casa dividida no tiene futuro. Y la segunda, cuando dijo que una sociedad no puede ser mitad libre y mitad esclava. La consecuencia de aquello fue la unión de los Estados Unidos y la abolición de la esclavitud. El precio a pagar fue alto. Pero habría sido mucho más alto aceptar que hubiese una mitad de la nación esclava. En términos modernos yo digo que no se puede ser mitad constitucional y mitad no. No se puede cumplir la ley los días pares e incumplirla los que son impares. España necesita orden político, orden constitucional, orden institucional, orden jurídico, orden físico, orden económico y orden internacional. Necesitamos poner orden en la casa y tiene que ser con las políticas que más garanticen la libertad.

La extrema derecha

«Si se toman decisiones, los ciudadanos no miran a la extrema derecha. El problema es no tomarlas»

—¿Y quién ha desordenado España?

—Los que han puesto en cuestión la Constitución, las reglas del juego y la unidad. Yo no creo en la política de muros. Pero me da igual el color del muro. Estoy en contra de que un presidente del Gobierno como Sánchez vaya al Congreso de los Diputados y diga que va a levantar un muro. Pero tampoco estoy de acuerdo con Vox, que dice que quiere el muro para excluir a la otra parte de España. La democracia liberal es incompatible con los muros. La demonización del adversario, su exclusión, solo traen sociedades con menos libertad. De eso habla este libro.

—El independentismo catalán también intenta levantarlos. Ahora dice que ha roto con el PSOE. ¿El PP puede hablar del futuro de España con Junts?

—Yo creo que eso no está ciertamente encima de la mesa. La situación de España necesitaría una convocatoria urgente de elecciones. Hay una coalición de investidura que es un agregado antinacional y anticonstitucional. Como dirían Renan o Tocqueville es un inútil agregado de yoes. Porque no existen propósitos comunes ni hay un proyecto de país. Es solo estar en el poder. El Partido Socialista ha renunciado a tener un proyecto mayoritario. Y, además, ha perdido la mayoría y se jacta de que se puede gobernar sin Presupuestos ni Parlamento.

Reproche a Vox

«Estoy en contra del muro de Sánchez; pero Vox quiere levantar otro para excluir a la otra mitad de España»

—Usted no ve la moción de censura para el reinicio de otra etapa.

—Lo lógico es que empiece con unas elecciones. Otra cosa distinta es que haya la voluntad de convocarlas, que no parece. La moción de censura no tiene posibilidades de prosperar. Lo que hay que hacer es explicar bien la situación y apelar a la responsabilidad de los españoles. Un amigo iberoamericano dice que el progresismo tiene tres categorías. El progresismo chic, que es mucho gasto y muchos impuestos. El progresismo piraña, que es más intervención, expropiaciones y restricción de la libertad. Y el progresismo bolivariano, que es el cambio constitucional para justificar un régimen autocrático. Cuidado, porque en España nos queda la última fase.

—Las derechas populistas están en claro auge. ¿Cómo frena el PP a Vox?

—El mundo gira a la derecha políticamente, ideológicamente y culturalmente. El asunto está en qué tipo de derecha queremos. Yo creo que es posible defender los principios de la democracia liberal desde una posición centrada, constitucional y llamando a una mayoría nacional. Es lo que le corresponde hacer al PP. Hay que pensar siempre en que afortunadamente el sistema de democracia liberal es el que ha prevalecido en el mundo occidental. Por tanto, en estas circunstancias del mundo y de España, la respuesta correcta está en la centralidad. No está en el sectarismo, no está en la fragmentación ni en la confrontación. Y la centralidad no es blanda, es una centralidad comprometida. El compromiso no elude la decisión.

Moción de censura

«No tiene posibilidades de prosperar. Lo que hay que hacer es explicar bien la situación a los españoles»

—Pero en toda Europa está ocurriendo. ¿Los ciudadanos miran a la extrema derecha porque no encuentran respuesta a los desafíos en la tradicional?

—Si se toman decisiones no mirarán a la extrema derecha. No lo harán. El problema es no tomarlas. Porque si el ciudadano no siente seguridad, busca a quien se la proporcione. Si intuye desorden, busca quien le garantice ese orden. El problema de los partidos centrales es que se han derrumbado en muchos sitios, como ocurrió en los años treinta del siglo pasado. De los dos viejos pilares constitucionales en España solo queda uno. Porque el Partido Socialista ya no está ahí. Mi reflexión, dirigida a los ciudadanos, es que no rompamos el único que queda.

—Apela usted mucho a la responsabilidad de los ciudadanos.

—Porque yo creo en una sociedad de responsabilidad. Hay que recuperar el concepto de ciudadanía. Lo que no puede ser es que existan unas sociedades basadas en unas expectativas de derechos ilimitados y que vean que hay una traducción de esas expectativas a derechos que se satisfacen, además, inmediatamente. Es decir, no hay derecho reconocido sin responsabilidad. Cito de vez en cuando a un dirigente español, Antonio Maura. Cuando el rey Alfonso XIII le pide su opinión por la crisis de 1917, lo que le dice es que el futuro de España depende de que los españoles dejen de ser espectadores de su suicidio. Esa es su literalidad. Yo lo que digo hoy es que el futuro de España depende de que los españoles no contemplen indiferentes el desgarramiento de la nación, de las instituciones y de la propia Constitución. Porque si lo hacen, ese desgarramiento ocurrirá.

—Recurre al «que pueda hacer que haga» que tanto dio que hablar. En su libro vuelve a insistir en que cada uno, desde su sector y sus facultades, defienda «la muralla».

—Las defensas solamente tienen que estar ante los que quieren acabar con la nación, con la libertad o con el orden constitucional. Esas son las defensas que tienen que existir. La responsabilidad ciudadana es comprender y ayudar a esas defensas. Es el patriotismo útil del que hablaba Simone Weil. Yo he dicho que el que pueda hacer que haga, y lo repito. También digo que en la España de hoy se pueden hacer muchas cosas, menos inhibirse. Y el que se inhiba, que luego no venga a reclamar porque está advertido. Las próximas elecciones en España van a ser cuasi constituyentes, en las que se va a decidir si nuestro sistema constitucional y nuestro sistema de convivencia perdura o no.

El camino del PP

«La respuesta correcta está en la centralidad, que no es blanda. Es una centralidad comprometida»

—Hablemos de la inmigración. ¿Cuál es la receta? Porque las del PP se parecen mucho a las de Vox.

—Yo creo que un Estado tiene una obligación esencial, que es el control de sus fronteras, y determinar quién entra en su territorio. Ese control es absolutamente básico. A partir de ahí, yo soy totalmente partidario de la inmigración legal y totalmente contrario a la inmigración ilegal. La legal puede y debe ser fomentada si es necesario y, en nuestro caso, debe haber una preferencia por la inmigración hispanoamericana. Esa es mi posición y eso es lo que yo defiendo. Respecto a la propuesta que ha hecho el Partido Popular, me siento muy identificado con ella, sinceramente lo digo. Aquellos que dicen que hay que expulsar a todos los inmigrantes, hagan lo que hagan, lo tienen que explicar. ¿Y el trabajo que hacen quién lo va a hacer? También deberían responder a eso. No vengamos con recetas populistas, absolutamente inútiles y radicales. Organicémonos bien y defendamos nuestras fronteras.

—¿Y el desafío demográfico cómo se resuelve?

—Eso es otra cosa. En Europa y dentro de España se vive una crisis demográfica catastrófica. Y esto ocurre porque hemos dejado de pensar en las generaciones del futuro. Eso es una condena al fracaso. Estamos renunciando a las nuevas generaciones en favor de un bienestar presente que no siempre vamos a poder mantener. Los gobernantes se van a tener que enfrentar a un reto muy importante. Las sociedades que hemos construido están diseñadas para periodos de vida cortos y demografías pujantes. Pero lo que tenemos son demografías declinantes y expectativas de vida grandes. Por lo tanto, hemos diseñado una sociedad para satisfacer algo que ya no existe.

 

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