Juan Carlos Botero: Un partido en decadencia
¿QUÉ LE PASÓ AL PARTIDO REPUBLICANO en EE. UU.?
Dejando de lado el bochornoso caso de Richard Nixon, quien tuvo que renunciar a la Presidencia antes de ser arrastrado por el fango de un juicio histórico por criminal, después de Ronald Reagan y de George H. Bush lo que queda del partido es una agrupación dividida, agresiva e intolerante, que representa un peligro nacional y mundial.
Hoy el partido encarna el espíritu contrario de su primer presidente, Abraham Lincoln. Es el partido que, bajo George W. Bush, recibió una economía saludable y con superávit, y la entregó ocho años después con la peor crisis económica desde 1929. Ese gobierno, además, empezó dos guerras innecesarias, basadas en información falsa, causando daños irreparables en el Medio Oriente y en la reputación internacional de EE. UU.
Con su próximo presidente, Donald Trump, el Partido Republicano siguió su triste involución hasta ser lo que es ahora: un grupo político poco menos que fascista. Que desprecia la ciencia. Que les niega los derechos a las mujeres. Que se opone al prodigio de las vacunas en plena pandemia y a una solución imperiosa como usar un tapabocas. Que no acepta resultados electorales legítimos. Que niega el cambio climático y se resiste a promover energías limpias y renovables. Que impide la expedición de leyes elementales en la compra y el uso de armas de fuego para frenar las matanzas en los colegios y las muertes violentas que ascienden a más de 30.000 al año. Que ha desatado la guerra cultural, oponiéndose a muerte a los trans, y que busca prohibir la diversidad a toda costa. Que es homofóbico y racista, a tal punto que cuando Trump elogió a los neonazis, los fieles del partido guardaron un silencio infame.
Hoy este partido es tan alienado que la mayoría cree en conspiraciones lunáticas, como que los líderes del Partido Demócrata son pedófilos que operan desde el sótano de una pizzería en Washington. Su canal de noticias, Fox, defiende mentiras con descaro, sabiendo que lo son, como se acaba de hacer público. El partido que antes defendía el mercado libre, con Trump, aplaudió aranceles a Europa y a Canadá. El que antes defendía la inmigración se volvió antiinmigrante. El que se proclamaba defensor de la familia y los valores tradicionales eligió a un hombre que sobornaba prostitutas y que mentía más de 20 veces al día. El que siempre aullaba contra los déficits aceptó feliz el mayor déficit de la historia con Bush, y después otra vez con Trump. Este partido aprobó sin titubear el violento asalto al Congreso y tolera que su vocero, Tucker Carlson, afirme que los asaltantes eran meros turistas, cuando nadie discute que hubo muertos y heridos, y ya hay más de 1.000 asaltantes arrestados. Es el partido que siempre intenta acabar con el seguro social y la salud pública, y cuya solución a todo problema económico es bajarles los impuestos a los ricos. El partido que protestaba por armas nucleares en Irán dejó que Trump matara el acuerdo de un plumazo, y hoy se sabe fue un grave error. Y el que antes se oponía a la dictadura de la URSS hoy elogia a déspotas como Orbán de Hungría y Putin de Rusia.
Cierto: no todo militante de este partido apoya todas estas cosas. Pero la mayoría sí. Y la minoría lo tolera.
Por eso este partido, en una palabra, hoy en día es una vergüenza.