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Juan Guaidó reactiva las protestas contra Nicolás Maduro

"No vamos a desmayar, a desfallecer. Bolivia estuvo 18 días, nosotros años, es momento de seguir. A toda Venezuela le pido mantenernos en la protesta", ha afirmado el líder opositor

El efecto Evo Morales no contagió al país como en otras ocasiones, pero sirvió para revivir la protesta en la calle contra Nicolás Maduro, olvidada gracias a la represión gubernamental y a los propios errores de la oposición. «Venezuela, vamos todos, salgamos de esta pesadilla», cantaba este sábado un grupo de manifestantes en Caracas mientras tocaban los tambores, como si con su melodía fueran a atraer a los ciudadanos que prefirieron seguir desde sus casas el retorno de la oposición a las calles del país.

Venezuela no tiene, de momento, los flautistas de Hamelin que puedan repetir las protestas de Chile y Bolivia y las suyas propias de 2017 y 2019, pero al menos miles de personas volvieron a juntarse en las calles para gritar por el cambio que desea la inmensa mayoría. Los cánticos se repitieron no sólo en la capital, también en las ciudades más importantes, como Maracaibo y Mérida, tan castigadas por los apagones constantes desde marzo. No fueron las mareas humanas, por encima del millón, de los buenos tiempos pero tampoco las protestas anoréxicas de los últimos meses. En total, decenas de miles sumando las distintas convocatorias repartidas por todo el país.

La revolución aportó, como era de esperar, su habitual agenda represiva, desde las detenciones del día previo al cierre de varias estaciones de metro y a los bloqueos en Twitter, Facebook, YouTube e Instagram. Las fuerzas gubernamentales incluyeron gases lacrimógenos, que forman parte del mismo guión tantas veces usado, pese a que desde la oficina en Caracas de Michelle Bachelet, Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU, se había insistido a la revolución que garantizase el derecho a la protesta.

«Creyeron que iban a dormir al pueblo, a infligirnos miedo en nuestros corazones, y por el contrario Venezuela canta victoria en todas las calles», arengó Juan Guaidó a sus seguidores. «He escuchado la frase ‘calle sin retorno’. La han querido utilizar de forma pervertida para decir que si no salió Maduro esto se queda así. ¡No! Lo que significa es que tenemos una agenda de conflicto permanente hasta que logremos la victoria», añadió el presidente encargado por el Parlamento democrático, quien quiso dejar muy claro que no existen soluciones mágicas para conseguir el cambio.

«No vamos a desmayar, a desfallecer. Bolivia estuvo 18 días, nosotros años, es momento de seguir. A toda Venezuela le pido mantenernos en la protesta», afirmó el líder opositor.

De momento, la diáspora se ha convertido en la gran salida para más de cinco millones de venezolanos, que ya están fuera del país. De los que quedan, el 63% ve la situación muy mala y el 32%, mala.

Guaidó hizo referencia a la agenda de conflicto global, porque en Venezuela se realizan pequeñas protestas todos los días, la mayoría convocadas por reclamos ante los constantes fallos de los servicios públicos: desde la electricidad al agua, pasando por los hospitales y las escuelas, además de las miserables pensiones y los pírricos salarios. Sólo para la semana que viene ya se sabe que enfermeras, profesores y universitarios volverán a las calles del país.

Mientras, Guaidó intentaba recuperar el ánimo de los suyos. Golpeado cada día por el derrumbe del país, un nombre corría de boca en boca: Evo Morales. No sólo porque su caída hace seis días hizo soñar a los millones de detractores del chavismo, sino también porque el Gobierno convocó su habitual contramarcha de milicianos, empleados públicos y beneficiarios de la bolsa CLAP de comida para reivindicar el nombre del «hermano presidente indígena», como le denomina Maduro.

Una concentración oficialista, hormonada por el poder del Estado como casi siempre, en la que Diosdado Cabello, número dos del chavismo, llevó la voz cantante para criticar a los «autoproclamados» (en referencia a Guaidó y Áñez) y decir que el «único camino que le queda a los pueblos es la rebelión». Un pueblo que hoy no se veía vestido de rojo por casi ningún lado.

 

 

 

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