Juan José Monsant Aristimuño / Palestra: Como en Casablanca
El periodista nicaragüense Carlos Fernando Chamorro, fundador y editor de Confidencial, periodista de larga data en los medios escritos y televisivos, laureado con el premio María Moors Cabot (2.010) y el Ortega y Gasset (2021) se encuentra nuevamente en el exilio, luego de las acusaciones hechas por el fuera de la ley Daniel Ortega y su singular cónyuge Rosario Murillo, por aquello de “ y arresten a los de costumbre”, como inmortalizara la cínica frase el capitán Louis Renault, el jefe de la policía francesa bajo el gobierno de Vichy en la inmortal película Casablanca, protagonizada por el actor británico Claude Rains, quien se hizo acompañar por los célebres Humphrey Bogart (Rick Blaine) y la bellísima actriz sueca Ingrid Bergman (Lisa Lund), en los roles principales (en verdad uno se pregunta si este filme de 1942 hubiere tenido el impacto que aun mantiene sin la actuación del actor británico).
El hecho es que Chamorro, ante su inminente encarcelamiento bajo la acusación de lavado de dinero, y otros delitos inventados por un gobierno indigno de existir en nuestro continente, al igual que otros aún más perversos como el de Venezuela, se vio obligado a exiliarse en la vecina Costa Rica, desde donde continúa ejerciendo su profesión a través de la web, informando a la comunidad internacional sobre lo que sucede en su país.
Recién, publicó una lista de los países aliados de Ortega en las Naciones Unidas, que vale la pena recordar: Argelia, Angola, Bielorrusia, Bolivia, Camboya, China, Cuba, Eritrea, Guinea Ecuatorial, Irán, Corea del Norte, República de Laos, Palestina, Rusia, San Vicente y Granadinas, Siria y Venezuela. Diecisiete en total, por ahora.
Casualmente estos países son los mismos que acompañan a la banda organizada del crimen internacional que mantiene secuestrada a Venezuela, a quien se le ha reconocido legitimidad y legalidad, al punto que hoy, en la ciudad de México, se encuentra sentada en una mesa de negociación el “Gobierno de Venezuela y la Plataforma Unitaria de Venezuela” en representación de la oposición, como así se denominan en los documentos públicos que identifican a las partes, actuando Noruega como mediador y a Rusia como país acompañante del gobierno que, como muy acertadamente califica el periodista y analista político venezolano Julio César Moreno León: “Lejos de contribuir a fortalecer la unidad de la oposición a la dictadura, las reuniones del oficialismo usurpador y la Plataforma Unitaria iniciadas en México han generado división, escepticismo y confusión en la ciudadanía”.
Más adelante me topo con la entrevista que un periodista argentino le hace al presidente de Uruguay Luis Lacalle Pou, hijo del expresidente uruguayo Luis Lacalle Herrera (1991 – 1995), ambos militantes del Partido Nacional o Blanco, como también se le conoce al más antiguo partido político de Uruguay, fundado en 1836, de tendencia liberal, centrista y multiclasista. En la entrevista, Lacalle Pou afirma que Mercosur se ha convertido en un bloque ideológico, separado de los fines que le dieron existencia. Ante lo cual se da por descontado que Uruguay denunciará el Tratado por ser incompatible con los fines propuestos en su fundación. Es evidente que el contenido ideológico se lo imprimió Lula durante su mandato, continuado por la administración Kirchner, y ahora por el Presidente Alberto Fernández.
Fue una declaración impactante, porque rompe con esa tendencia retrógrada que pareciere renacer en una nueva bipolaridad internacional, el autoritarismo indefinido sin control legal, en una relación que pareciere contra natura; como por ejemplo el régimen cubano o venezolano con Rusia, Turquía, Irán o Corea del Norte, y las aspiraciones de Argentina, Bolivia o Nicaragua de pertenecer a ella, bajo “democracias dirigidas”, para guardar las formas convenientes.
Lacalle Pou no se equivoca cuando se desmarca de estas tendencia medievales. Y la pregunta que nos surge es, si no es tiempo, de comenzar a reagruparnos a nivel regional e internacional, no por orden alfabético, sino por tendencias existenciales en lo filosófico, político y económico, en las que uno de los elementos esenciales de pertenencia sea la libertad, el respeto absoluto a los derechos humanos, la transparencia, el sometimiento al orden jurídico democrático y la estricta separación e independencia de los poderes públicos.