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Juan José Monsant Aristimuño: «Una Bitácora Centroamericana» (I)

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         Con Centroamérica sucede hoy lo que sucedía con Suramérica hace algunas décadas, se tiende a visualizarla como una región uniforme pero difusa, sin mayores particularidades entre los países que la conforman.

          Luego de mucho tiempo y presencia diferenciadora, Estados Unidos e incluso Europa lograron parcialmente entender que Buenos Aires no quedaba en Venezuela, ni Perú era una ciudad importante de Ecuador. Cuando más, gracias a Carmen Miranda, Pelé, Roberto Carlos, Vinícius de Moraes, el Bossa Nova y la Chica de Ipanema entendían que Brasil era un país soberano y diferente al resto de los países suramericanos donde se hablaba portugués, y no el castellano. Por supuesto que exagero, pero en el fondo fue y sigue siendo, de alguna manera, así.

         No se trata de juzgarlos por indiferencia o ignorancia. Antes de la llegada de Hugo Chávez al poder, la mayoría de los venezolanos no tenían conocimiento de la ciudad de Antigua, la que fuere la capital de la Capitanía General de Guatemala, o Panamá no pasaba de haber sido la sede del Congreso Anfictiónico, la Corinto de América como la llamó Bolívar, y el Puerto Libre de Colón era un lugar donde se compraban “cosas baratas”, o del propio Canal. Sus más excitantes viajes no pasaban de Miami o, cuando más Madrid. Por supuesto que exagero y generalizo lo cual más que un pecado es una ligereza imperdonable y una vacuidad. Pero es lo que se intenta resaltar, para no dejar el peso de la indiferencia solo a los Estados Unidos y a la culta Europa.

      Siempre han existido venezolanos exquisitos, quizá porque en el pasado el puerto de La Guaira fue la entrada al continente; y cuando aún los mantuanos de Caracas dormitaban bajo la sombra de un samán, Francisco de Miranda comandaba el Ejército Imperial del Norte bajo el mando de Napoleón Bonaparte, luego de haber contado las hebras del cabello de la Emperatriz Catalina de Rusia; Don Andrés Bello fundaba una Universidad y redactaba el Código Civil de Chile; Teresa Carreño deleitaba al público europeo con sus conciertos para piano y orquesta, al igual que les eran conocidas las mejores salas de Nueva York y Washington, ciudad ésta última donde en 1863, en la Casa Blanca, interpretó para el Presidente Abraham Lincoln, tal como lo haría un siglo y medio después otra virtuosa del piano, la caraqueña Gabriela Montero, para Barack Obama en su primera investidura presidencial el 20 de enero de 2009. Y qué decir de Rafael Nogales Méndez, ascendido al grado de General de División del Ejército Imperial Otomano comandado por el propio Mustafá Kemal Ataturk, a cuyo lado luchó en Gaza contra las fuerzas británicas. Más tarde se le pudo ver actuar en otros escenarios de México, Nicaragua y Cuba donde igualmente se comprometió con las corrientes liberales de la época.

         De modo que a modo de disculpa por los desatinos actuales, frutos todos de la imposición de una ideología desprovista del sentido de la ética y de la estética, intentemos comprender por medio de esta sección, la Bitácora Centroamericana, sus respectivas realidades.

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        Virreinato de Nueva España en 1795

Centroamérica como región autónoma es el desmembramiento del antiguo Virreinato de Nueva España creado por Cédula Real el Ocho de marzo de 1535 en tiempos de Carlos I, y que abarcó una extensión territorial que comprendía lo que hoy son 16 Estados de la Unión Americana, la Columbia Británica, México, los seis estados centroamericanos, Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Filipinas y, en un tiempo hasta Formosa (Taiwán). Con razón en tiempos de Felipe II se afirmaba que reinaba un imperio donde jamás se ponía el sol.

         Imposible gobernar tan vastos territorios separados por océanos y cordilleras, con etnias y españoles nunca puestos de acuerdo. De modo que muy sabiamente el Virreinato fue dividido administrativamente en reinos y capitanías generales. Una de ellas fue la Capitanía General de Guatemala, llamada también el Reino de Guatemala, que comprendía la totalidad del territorio de lo que es hoy Centroamérica: Belice, Honduras, Guatemala, Costa Rica, El Salvador y Nicaragua. La primera capital de reino de Guatemala se ubicó en la villa de Gracia de Dios en Honduras, para luego trasladarse en 1549 al pie del volcán Agua en la villa de Antigua de Guatemala.

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Antigua, Guatemala        

Usando el tiempo de forma arbitraria, para los efecto de esta Bitácora, adelantemos que a raíz de los movimientos independentistas de América, en 1821 las cinco provincias que integraban el Reino de Guatemala se unieron por breve tiempo al Imperio mexicano de Iturbide, para luego independizarse de México erigiéndose en las Provincias Unidas de Centroamérica, para luego confederarse y separarse tal como hoy las conocemos.

       Es oportuno señalar que nos hemos abstenido de nombrar a Panamá porque esa región fue adscrita al Virreinato de Perú y luego al de Nueva Granada; posteriormente se unió a la Gran Colombia en 1819 que, al disolverse en 1830, regresó a la ahora llamada República de Nueva Granada hasta adquirir su independencia de la República de Colombia en 1903, para constituirse en un Estado soberano. Ni étnica, política, histórica o culturalmente existió identificación alguna de Panamá con el Virreinato de Nueva España. Lo confirma la propia situación geográfica y la diversidad cultural y racial que se dio en el istmo a raíz de la construcción del Canal que lleva su nombre, que le otorgó una particular idiosincrasia marcada por su apertura al mundo sin discriminación alguna, unida al hecho de haberse desarrollado fundamentalmente como un país de economía de servicios con espíritu de puerto.

         Solo fue bajo la presidencia de Guillermo Endara que, en 1993 el país se adhirió al Parlamento Centroamericano bajo opinión en contrario de quien fuere su Canciller Gabriel Lewis Galindo; a partir de allí Panamá ha venido siendo situado como país perteneciente al área centroamericana, y así figura en la mayoría de los índices económicos mundiales. En todo caso, para nuestras estadísticas incluiremos a Panamá en la Bitácora Centroamericana.

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Belice     

Belice guarda cierta similitud con la situación de Panamá, pero por otras razones. Por supuesto que territorialmente perteneció al Reino de Guatemala, pero debido a la escasez de minerales y otras riquezas esa región fue un tanto desdeñada por los españoles, por lo que desde 1638 fue habitada por colonos ingleses bajo la aquiescencia de España, donde se asentaron esclavos traídos para la explotación de la madera, junto a los garífunas, raza mezclada entre negros y amerindios, que hoy pueblan gran parte de la costa caribeña centroamericana, y que gozan de una pluralidad étnica y racial que les hace ser, al igual que Panamá, una nación abierta, igualitaria y receptiva a todas las ideas y grupos sociales. Políticamente es una Monarquía Constitucional Parlamentaria desde su independencia de Gran Bretaña en 1981, por lo que forman parte de la Mancomunidad Británica, al igual que de la mayoría de las instituciones regionales centroamericanas.

     Pero más allá del refrescamiento histórico, Centroamérica ha llamado la atención de la comunidad internacional por hechos puntuales, normalmente relacionados con situaciones sociopolíticas. El reino misquito, Sandino, United Fruit Co., el Canal de Panamá, la revolución sandinista, la guerrilla salvadoreña, Pepe Figueres, Juan José Arévalo, la Legión del Caribe, Zelaya y su intento de incorporarse al Socialismo del Siglo XXI, la Comisión Internacional contra la Corrupción en Guatemala, la Sala Constitucional de El Salvador. En fin, hechos que por su naturaleza involucran a otros países fuera de la región, que pueden afectar intereses socioeconómicos foráneos.

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         En los actuales momentos Centroamérica, salvo excepciones de continuidad, transita la vía de la institucionalidad democrática como hecho social; la lucha frontal contra la corrupción y la violación de los derechos humanos ha llevado ante la justicia a numerosos presidentes, ministros, militares y empresarios influyentes pertenecientes al tejido social dominante, lo que era impensable en lustros anteriores por la dependencia a ese tejido social, que comienza a entender el significado del Estado de Derecho democrático. Sus economías, en general, se asientan y crecen de manera continua, los derechos laborales se acrecientan, la necesidad de un Poder Judicial independiente y la lucha contra la corrupción comienzan a permear en la sociedad, vislumbrándose un futuro de fortaleza económica e institucional, que son los que a partir de esta entrega comenzaremos a analizar.

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