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Juaristi: Burgueses

La neolengua sanchista progresa adecuadamente hacia el asalto final a la RAE

Giacometti, junto a «Los burgueses de Calais», de Rodin, en 1950

Cuenta Anthony Burgess en sus memorias que, en 1976, se presentó a Borges, en una recepción de la embajada argentina en Londres, como el Borges mancuniano (o sea, el Borges de Mancunia, de Manchester) y que ambos se divirtieron bastante conversando en anglosajón antiguo, rodeados de espías británicos y argentinos, en la tensa atmósfera que siguió al golpe de estado de Videla y que derivaría seis años después en la guerra de las Malvinas.

El chiste del Borges mancuniano parte del hecho de que los apellidos de ambos escritores significan lo mismo: ‘burgués’. En todas las lenguas de Europa occidental hay apellidos equivalentes (Borghese, Bourgeois, Bürger). Salvo en español. En España, el muy raro apellido Burgues es de origen catalán.

La ausencia de un apellido semejante en español denota la ausencia del término burgués y del concepto socioeconómico a él asociado hasta fechas muy recientes. En el siglo XV, cuando la burguesía cobra gran importancia en Castilla (como en otros reinos de Europa), los castellanos no hablaban de ‘burgueses’, sino de ‘mercaderes’ o, más en general, de ‘ruanos’, de gente de las rúas, de las calles, donde comerciantes y artesanos tenían sus tiendas y talleres.

Cuando el término burgués se extiende en nuestra lengua, en el siglo XIX, lo hace a través de la propaganda ácrata y socialista, con la consiguiente connotación negativa. No sucede lo mismo en Francia, donde el burgués era el ciudadano libre, lo opuesto al súbdito. En la España de la II República, los socialistas entonaban dulces cantos con letras como la siguiente: «Esos canallas burgueses que nos atropellan/ bajo el yugo de la explotación/ serán barridos mal y de mala manera/ y perseguidos sin compasión».

El lenguaje político del PSOE cambió en la transición. Fueron desapareciendo, al menos en público, las alusiones a la burguesía y se comenzó a hablar de clase media o clases medias. Se evitó asimismo hablar de proletariado, optando por giros como ‘clase obrera’ o ‘clase trabajadora’, concesiones a un sindicalismo que se resistía a considerar a los trabajadores como clase media (y viceversa).

El sanchismo se ha lanzado a popularizar, desde agosto, un híbrido bastante curioso: ‘clase media trabajadora’. Es un bodrio que trata de evitar, supongo, la difusión de la fórmula favorita del populismo de izquierda: ‘pueblo trabajador’, que procede del maoísmo, y que utilizaron a mansalva en España el FRAP y los demás bandarras prochinos. ETA creó otra matraca trimembre, ‘pueblo trabajador vasco’, definiéndola como «el conjunto de los que sudan plusvalía en eusquera».

Lo de ‘clase media trabajadora’ parece implicar que hay otra clase media que no lo es (o que no lo es a juicio de Sánchez). Me parece que esta última podría definirse como «el inmenso conjunto de los que van a comerse el marrón».

 

 

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