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Judy Garland en cinco canciones (y un bis)

El pasado viernes, 10 de junio, se celebró el centenario del nacimiento de la más rutilante y tormentosa de las estrellas del cine musical: Judy Garland.

 

 

«El resto de nosotros seremos olvidados, Judy nunca».

(Frank Sinatra)

Judy protagonizó algunas de las películas más importantes del estudio que revolucionaría el género, Metro-Goldwyn-Mayer. Su imagen en la pantalla era la encarnación de la inocencia y la vitalidad, pero guardaba en su interior un sufrimiento inmenso, agravado por sus muchas adicciones. Cuando MGM la despidió, relanzó su carrera en los escenarios como cantante, protagonizando el regreso más triunfal jamás visto en Hollywood. De ella se dijo que moría en cada canción. Maria Callas afirmaba que tenía el mejor instrumento de la historia y Bing Crosby que nunca había habido una voz como la suya.

Over the Rainbow (H. Arlen / Y. Harburg)

Hija de un cantante y una pianista de vodevil, Frances Ethel Gumm fue amamantada entre bambalinas. Debutó en las tablas con tan solo dos años y medio. A los cinco ya formaba con su hermana el dúo Gumm Sisters. Su madre, a la que se referiría después como «La malvada Bruja del Oeste en la vida real», le impuso que actuase en solitario. Ya con el nombre artístico de Judy, sería descubierta por Louis B. Mayer, mandamás de Metro-Goldwyn-Mayer, un encuentro tan importante que llegaría a afirmar: «Nací a los doce años en un plató de la MGM».

Judy era demasiado mayor para ser una estrella infantil y demasiado joven para interpretar papeles de adulta. En el estudio no sabían qué hacer con ella. Mayer se refería a ella como «mi pequeña jorobada». Era bajita, no especialmente guapa y con tendencia al sobrepeso. Para colmo, tenía que competir con las bellísimas estrellas juveniles de la Metro: Elizabeth Taylor, Lana Turner y Ava Gardner. Pero Judy era auténtica y la cámara la adoraba. Además tenía una prodigiosa voz que le fue abriendo camino hasta que se presentó su gran oportunidad, encarnar a Dorothy Gale en El mago de Oz (The Wizard of Oz, 1939), un papel en principio pensado para Shirley Temple.

Desde el momento en que Dorothy atravesó el umbral de su monocromático mundo color sepia, adentrándose en el maravilloso technicolor de Oz, el cine no volvió a ser el mismo. La canción más famosa del filme, Over the Rainbow, estuvo a punto de quedarse fuera del montaje original, porque su tono melancólico no acababa de encajar con el aire lúdico del resto de la banda sonora. Acabaría siendo una de las canciones más importantes de la historia del cine y la más popular de la carrera de Judy. En palabras de la actriz: «Over the Rainbow se ha convertido en parte de mi vida. Simboliza tan bien los deseos y sueños de la gente que estoy segura de que ese es el motivo por el que el público llora cuando la oye. La he cantado cientos de veces y sigue siendo la canción que llevo más cerca del corazón».

El tema ganaría un Óscar en la gala de la Academia de 1940, en la que a Judy se le entregó una estatuilla en miniatura en reconocimiento a su conmovedora interpretación de Dorothy.

 

 

Good Morning (N. H. Brown / A. Freed)

Detrás de las cámaras, el mundo de las estrellas infantiles de MGM no era tan idílico como el de Oz. Durante el rodaje de El mago de Oz, cuando apenas tenía 16 años, a Judy le impusieron una dieta a base de sopa de pollo, café y tabaco, para suprimir su apetito. El estudio le suministraba anfetaminas para aguantar las largas jornadas de rodaje, pastillas para adelgazar y tranquilizantes para dormir. Fue entonces cuando empezó su adicción a los narcóticos.

En las pantallas, a Judy la emparejaron artísticamente con la estrella juvenil por excelencia del estudio: Mickey Rooney. Compartiría cartel con el actor en 10 películas. Tenían una química especial, pues ambos habían sido criados en el vodevil. La energía desbordante (y a menudo saturante) de Mickey era compensada por la naturalidad de Judy. En Los hijos de la farándula (Babes in Arms, 1939), de Busby Berkeley, la pareja interpretaría la canción Good Morning, escrita por Arthur Freed. El tema sería recuperado por el productor en el clásico Cantando bajo la lluvia (Singin’ in the Rain, 1952).

 

 

The Trolley Song (H. Martin y R. Blane)

Cuando Judy interpretó el papel de Esther Smith en el musical de Vincente Minnelli Cita en St. Louis (Meet Me in St. Louis, 1944) ya había pasado por un matrimonio, un aborto (al que fue forzada por su madre y su esposo) y un divorcio. La actriz estaba madurando a pasos agigantados, mientras el alcohol y las pastillas comenzaban a hacer mella en su salud mental. El rodaje de Cita en St. Louis fue uno de los más felices de su carrera. En Minnelli encontró a un director sensible, culto y también perfeccionista, que sabía cómo hacer florecer su talento. Se enamoró del realizador y se casaron. Por desgracia, este matrimonio también estaba destinado a fracasar, pues Minnelli era uno de tantos profesionales de Hollywood que se vieron obligados a ocultar su homosexualidad con matrimonios pactados por los estudios.

Cita en St. Louis es el mayor testamento de la colaboración artística entre el cineasta y la intérprete. Una película vitalista llena de nostalgia, rodada en plena guerra como recordatorio de aquello que merecía la pena ser recuperado una vez acabara el conflicto. Judy nunca estuvo tan bella como en este filme, que incluye dos de sus canciones más recordadas: el clásico navideño Have Yourself a Merry Little Christmas y la estupenda The Trolley Song.

 

 

Mack the Black (C. Porter)

Con Minnelli, Judy rodaría su primera incursión fuera del género musical, el estupendo drama El reloj (The Clock, 1945). La siguiente colaboración de la pareja sería El pirata (The Pirate, 1948), una divertidísima extravagancia musical que contaba con un arrebatador Gene Kelly secundando a Judy, quien, en el papel de Manuela, luciría todo su talento para la comedia. El gran Cole Porter compondría varios temas juguetones, como Be a Clown o Mack the Black, donde Judy hacía gala de su impresionante rango vocal.

Pese al tono lúdico del filme, el rodaje de El pirata fue un infierno. El matrimonio con Minnelli hacía aguas, y Judy cada vez estaba más hundida por el alcoholismo y su adicción a los barbitúricos. La inseguridad asaltaba a la actriz, que cada vez era menos disciplinada y llegaba siempre tarde a los rodajes. Gene Kelly se mostró generoso con su compañera: «No me importa cuánto tiempo tenga que esperar a esa chica. Podría pasarme la vida esperando esa magia».

El pirata fue un fracaso de público y de crítica. Tendrían que pasar décadas para que este colorido y alocado festival camp fuese reivindicado como uno de los grandes musicales de la edad de oro de MGM. Antes de finalizar el rodaje, cuando ya había grabado todas sus escenas, Judy sufrió una crisis nerviosa y fue ingresada en un sanatorio mental, donde intentó suicidarse por primera vez.

 

 

 

The Man that Got Away (H. Arlen / I. Gershwin)

En 1950, MGM rescindió el contrato de la actriz. Para el público seguía siendo la imagen de la vitalidad. Pero, por dentro, Judy ardía de soledad y desamor. Sus continuos desaires y falta de profesionalidad en los rodajes, sumados a un segundo intento de suicidio y su negativa a aparecer en Magnolia (1951), acabarían por hacer que fuera expulsada del «paraíso». Un año después se divorciaría de Minnelli, quien se quedaría con la custodia de la hija que tuvieron en común, Liza.

«Qué extraño es cuando muere una ilusión. Es como perder a un hijo», dijo en una ocasión la actriz. Pero, aún en el momento más oscuro de su carrera, no tiró la toalla. De algún modo, tomó todo ese dolor y lo volcó en sus canciones. El 9 de abril de 1951 se reinventó como cantante atormentada en el London Palladium. Londres sería la primera ciudad en rendirse a sus pies. Después vendría Nueva York, donde llegaría a actuar durante 19 semanas consecutivas en el Palace Theatre, rompiendo todos los récords.

Su imagen en el escenario cautivaba a cualquiera al que le hubieran roto alguna vez el corazón. Una niña herida, frágil y trémula, capaz de transformarse en una mujer de fuego, gritándole al mundo: «Si soy una leyenda, ¿por qué estoy tan sola?». El colectivo gay abrazó con especial entusiasmo a la diva. En un tiempo en que ser homosexual significaba la exclusión social e incluso la cárcel, los gays se identificaban con aquella pequeña cantante que se desgarraba en el escenario, hasta el punto de popularizarse la contraseña «amigo de Dorothy» para reconocerse entre ellos. Que la bandera del colectivo LGTBI sea un arcoíris también tiene, en parte, que ver con Judy.

Cuatro años después de su expulsión de MGM volvería al cine con el papel de su carrera. En Ha nacido una estrella (A Star Is Born, 1954), de George Cukor, sería Vicki Lester, la actriz cuya carrera asciende a medida que la de su marido se hunde por culpa del alcoholismo. Harold Arlen, el autor de Over the Rainbow, compondría un tema a la medida de la torturada Judy de los escenarios, que se convertiría en la otra gran canción de su carrera: The Man that Got Away.

La actriz había vuelto a su hogar por la puerta grande. En la ceremonia de los premios Óscar de 1955 todo el mundo daba por hecho que ganaría la estatuilla. Pero Hollywood no estaba dispuesto a admitir de buena gana a la hija pródiga. En una de las decisiones más injustas de la historia de los premios, el galardón fue a parar a manos de Grace Kelly. Groucho Marx se referiría a la decisión como «el mayor robo desde el de Brink», refiriéndose a la empresa de seguridad donde 11 ladrones se llevaron un botín de lo que hoy serían más de 30 millones de dólares en 1950.

 

 

By Myself (A. Schwartz / H. Dietz)

Contra todo pronóstico, la carrera de la volátil actriz todavía nos reservaba un par de sorpresas: una nueva nominación al Óscar (en esta ocasión como actriz secundaria) por su sobrecogedora interpretación en Vencedores o vencidos (Judgment at Nuremberg, 1961) y su impresionante actuación en 1961 en el Carnegie Hall de Nueva York, que sería catalogada por la prensa como «La noche más grandiosa en la historia del show business». El disco que recogía la grabación fue número 1 durante 13 semanas y ganó cuatro premios Grammy. Hoy en día se sigue considerando uno de los mejores directos de la historia.

Judy se despediría del cine con el melodrama musical Podría seguir cantando (I Could Go on Singing, 1963), donde interpretaba a Jenny Bowman, una cantante alcohólica, espejo deformado de sí misma, que ha sacrificado su vida personal para triunfar en el mundo del espectáculo. El filme incluía en su banda sonora el tema By Myself, que ya había grabado en 1957 en su disco Alone. La letra de la canción encajaba con la imagen de la actriz, superviviente de varios naufragios amorosos, que la habían ido consumiendo poco a poco.

El fracaso de Podría seguir cantando supuso el final de su carrera cinematográfica. Judy intentó dar el salto a la pequeña pantalla, pero su programa, The Judy Garland Show (1963 -1964), tuvo que competir en la franja horaria del popular wéstern televisivo Bonanza (1959-1973), y no sobrevivió a una segunda temporada. Una Judy hecha pedazos, desgastada por tantos fracasos amorosos y devorada por sus adicciones, se iría empequeñeciendo.

Murió en 1969, apenas dos meses después de haber reaparecido en los escenarios londinenses. Una sobredosis accidental de píldoras para dormir se la llevó cuando solo tenía 47 años. Ray Bolger, que interpretó el papel del Espantapájaros en El Mago de Oz, lo resumió así: «Se quedó sin fuerzas, eso fue todo».

 

 

Poco a poco, el público va abandonando el teatro. Las luces se apagan, una a una. Después, solo la oscuridad. Nos bastó con soñar para enamorarnos de Dorothy. Pero nos hizo falta vivir, amar y perder lo amado para entender su música. Aunque el escenario esté vacío, sus canciones siempre acompañarán a aquellos que alguna vez se sintieron como pájaros con las alas rotas.

 

 

 

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