Julio César Moreno León: Sobre la invasión rusa a Ucrania
JULIO CÉSAR MORENO LEÓN
EXEMBAJADOR DE VENEZUELA EN CHILE, DIRECTOR DE ENCUENTRO HUMANISTA
El 4 de febrero de 2022, cuando occidente realizaba un boicot contra los juegos olímpicos de invierno, se reúnen en Beijing Vladimir Putin y Xi Jinping para formular una declaración conjunta destinada a contrarrestar la presencia de Estados Unidos y sus aliados en el escenario internacional, y a establecer una “amistad sin límites” en función de los cambios que están ocurriendo en el mundo y de “la transformación de la arquitectura de gobernanza global y el orden mundial”.
La reunión se realizó mientras Rusia concentraba más de 100.000 soldados en la frontera con Ucrania, denunciaba las presiones expansionistas de la OTAN y respaldaba las pretensiones de China sobre Taiwán. De manera que todo estaba preparado para iniciar la invasión al territorio ucraniano justificada bajo “una operación militar especial”, que finalmente se convirtió en guerra de exterminio dirigida contra los objetivos militares, la población civil y la estructura física de ciudades que han sido destruidas de manera implacable.
Esta confrontación bélica iniciada el 24 de febrero de 2022 fue el primer gran traspiés de los planes chino-rusos contra occidente. De haberse cumplido la rápida captura de Ucrania por las tropas de Putin logrando detener o dar de baja al presidente Zelenski, o provocando su fuga hacia otro país, la siempre fantasiosa narrativa del Kremlin hubiera explicado al mundo cómo el invencible ejército ruso liberó a los ucranianos de los vestigios fascistas entronizados en Kiev.
Pero, al contrario, ocurrió que la heroica resistencia del pueblo ucraniano y de sus fuerzas armadas apoyada firmemente por Estados Unidos y la OTAN, ocasionó la primera gran derrota política y moral del pretendido orden mundial ruso-chino, que nació manchado de sangre.
El gobierno ruso resultó condenado por abrumadora mayoría en las Naciones Unidas y fue acusado por el Fiscal de la Corte Penal Internacional Karim Khan de cometer crímenes de guerra.
Khan se ha propuesto abrir formalmente dos casos: uno por el secuestro masivo de niños y de adolescentes que han sido enviados a campos de reducción rusos, y otro por los ataques deliberados contra la población civil que dejan como saldo centenares de miles de muertos y heridos, y millones de desplazados que escapan a los países vecinos al ser destruidas viviendas, escuelas, hospitales, edificaciones comerciales, iglesias, monumentos históricos, servicios de agua y electricidad y todo aquello que ha formado parte de la vida cotidiana de ciudadanos amantes de la convivencia y la libertad.
Analizada la acusación, la Corte Penal Internacional emitió el 17 de marzo una orden de arresto contra Putin y contra la Comisionada Rusa de Derechos del Niño, María Alekseyevna Lvova Belova.
Esta guerra ha puesto en evidencia las deficiencias de un ejército hasta hace poco considerado como uno de los más poderosos del mundo. El mismo ha demostrado incapacidad estratégica, táctica y operativa en la confrontación directa con combatientes que defienden su patria con fervor.
La ausencia de moral de combate en jóvenes oficiales y soldados rusos forzados a acudir a la guerra contra un pacífico país vecino obligó a la dictadura a incorporar en las zonas de combate a presos comunes sentenciados por acciones criminales para que fueran carne de cañón al servicio de los demenciales propósitos del tirano.
Una organización mercenaria entrenada para asesinar es utilizada como ejército privado que actúa al servicio de Putin. Se trata del Grupo Wagner, la red criminal que participó en la Guerra del Donbass para apoyar a las fuerzas separatistas que se declararon repúblicas populares en Lugansk y Donetsk. Este grupo mercenario es señalado como autor de crímenes de guerra en todos los países en los que ha actuado. Y a medida que avanza la invasión su tenebrosa huella está marcada en las violaciones de mujeres, y en el asesinato de ancianos, de niños y de personas indefensas, tal y como lo informan al mundo los medios de comunicación internacional.
Ha transcurrido un año desde el inicio de las hostilidades por parte del ejército ruso contra el pueblo de Ucrania. En este lapso de tiempo el mundo ha presenciado como ante la imposibilidad de doblegar el espíritu de esa nación, se descargan sobre ella los más modernos misiles hipersónicos disparados desde miles de kilómetros de distancia, con el calculado objetivo de destruir las ciudades y asesinar a sus habitantes.
Según informara recientemente el Washington Post, Rusia utilizó 81 misiles en su bombardeo masivo contra las ciudades ucranianas realizado el día 9 de marzo. Destaca la nota informativa que 6 de esos misiles hipersónicos son del tipo “Daga”, a los cuales se les considera indetectables debido a la baja altitud en la que puedan volar, y por su gran velocidad y capacidad de maniobra. Sobrepasan diez veces la velocidad del sonido, tienen un alcance de 2.000 kilómetros, pueden cambiar su trayectoria en el aire y se pueden lanzar desde aviones de guerra y desde buques y submarinos.
Uno de esos misiles destruyó en enero pasado un edificio en la ciudad de Dnipro matando a 46 personas. Según señalan informes de prensa estos bombardeos persiguen entre otros objetivos dejar a los ucranianos sin agua y sin luz. Pero también esas atroces incursiones constituyen grave amenaza de incalculables dimensiones contra las plantas y reactores atómicos establecidos en Ucrania. Por esa razón el presidente Zelensky ordenó la realización de varios simulacros destinados a preparar a la población en el caso de colapsar alguno de estos reactores.
Recordemos que la mayor planta nuclear de Europa situada en Zaporiyia al sureste de Ucrania, y tomada bajo control ruso a comienzos de la invasión, ha sido afectada por varias explosiones, mientras que Rusia y Ucrania se acusan mutuamente como responsables de esos bombardeos.
Ante la gravedad de aquellos hechos, el Organismo de la Energía Atómica (OIEA) ha manifestado a los dos países en guerra su preocupación por estos ataques, ya que pudieran desatar un desastre nuclear.
Es de señalar, como parte de estos comentarios, que durante el pasado año el gobierno comunista chino intensificó sus vuelos militares sobre el espacio aéreo de Taiwán, mientras recordaba al gobierno de Biden que esa isla es parte de su territorio y que se dispone a recuperarla. Y mirando los hechos que han ocurrido posteriormente resulta lógico pensar que Xi Jinping esperaba una exitosa y rápida captura de Ucrania, tolerada por Estados Unidos y la OTAN, que abriera el camino para la toma de Taiwán.
Persuadida de esa situación Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos, realizó una audaz y sorpresiva visita a Taiwán el 2 de agosto de 2022, supuestamente sin la aprobación del presidente Biden.
Pelosi fue recibida por el poder legislativo y por la presidenta de la república Tsai Ing -wen, a pesar de que según el diario británico The Guardian dos tercios de los taiwaneses entrevistados consideró que la visita no era bienvenida por los peligros que representaba.
Destacaron las agencias internacionales de noticias que a su llegada la presidenta de la Cámara de Representantes fue saludada por algunos manifestantes que exhibían la bandera de Ucrania, y luego declaró a los medios de comunicación que su presencia “es un compromiso de Estados Unidos de apoyar a la vibrante democracia de Taiwán”.
Y en un artículo publicado en The Washington Post afirmó: “Hacemos este viaje en un momento en que el mundo se enfrenta a una elección entre la autocracia y la democracia. Mientras Rusia libra su guerra premeditada e ilegal contra Ucrania, matando a miles de inocentes… incluso los niños: es esencial que Estados Unidos y nuestros aliados dejen en claro que nunca cederemos ante los autócratas”.
Así las cosas, la insensata guerra de Putin lejos de quebrar la unidad de Europa le hizo tomar conciencia del significado que tendría la conquista armada de Ucrania y del futuro que le espera al viejo continente si no se detienen los sueños imperiales de la autocracia rusa.
Y estos acontecimientos que siguen estremeciendo al mundo obligan a Xi Jinping a posponer sus intentos sobre Taiwán, a menos que esté dispuesto a ser protagonista de otro conflicto en el que nos acerquemos aún más a la tercera guerra mundial.