Julio César Moreno León / Una Bitácora Venezolana (IX): Dictadura cuartelaria
La cúpula militar, con la participación de los cuerpos policiales y las pandillas de colectivos armados ejecutan la represión más cruenta, sistemática, planificada e intensa que jamás haya ocurrido en nuestro país contra la población civil, sometiéndola a procedimientos propios del estado de sitio y a la negación de todos sus derechos constitucionales.
Ahora el régimen se convierte en dictadura descarada y abierta, con aspiraciones claramente totalitarias, y dispuesta a sofocar una rebelión democrática extendida rápidamente hacia los sectores más pobres de la población. Y como consecuencia de ello, la confrontación cambia radicalmente de naturaleza cuando esa crisis traslada a la ciudadanía un protagonismo sin precedentes, y junto al protagonismo popular la dirección política se acopla al reclamo que impone la calle.
El país, cada día más unido y militante, exige la salida de Maduro para dar paso a una transición que atienda con urgencia el desastre social y económico, que rescate las instituciones secuestradas, realice elecciones estadales y municipales, y escoja a un nuevo presidente de la república capaz de gobernar en el marco de valores democráticos.
Mientras los venezolanos nos movilizamos por la reconquista de derechos fundamentales, el gobierno responde con crueldad extrema que hasta ahora deja un saldo de 29 muertos, centenares de heridos, además de numerosos detenidos, muchos de los cuales han sido sometidos a torturas, vejámenes y maltratos físicos. Y a estas alturas del largo y penoso proceso político económico y social ocurrido durante los últimos 18 años, la república se encuentra en una de las encrucijadas más peligrosas y difíciles con la economía colapsada y con cifras de empobrecimiento miseria y marginalidad sin parangón en la historia de la Venezuela petrolera.
Mientras tanto las respuestas gubernamentales a esta tragedia colectiva son: mayor concentración del poder, cierre de cualquier salida democrática que ponga en peligro la dificultosa vida del régimen y uso de la fuerza para impedir los cambios que el país necesita.
En las salas situacionales del oficialismo se venía contemplando desde hace tiempo un escenario como el que hoy finalmente se vive. La muerte de Chávez y el descalabro económico, producto de la baja de los precios del petróleo y del gigantesco saqueo de los recursos públicos, vaticinaban el desmoronamiento de un apoyo popular que había sido logrado mediante dádivas irresponsables, presiones y mentiras.
En otras palabras los estrategas del régimen se prepararon para un inevitable conflicto social producto de sus propias políticas. Y cuando Nicolás Maduro y el PSUV quedan incapacitados para afrontar el desmadre del país, algunos sectores militares pasan a ser el único factor de poder represivo ante lo que puede convertírseles en un caos incontrolable.
Esa pretendida solución militarista se vio fortalecida con la aplastante derrota del gobierno en las parlamentarias de 2015. Recordemos que en ese momento el Plan República garantizó el resultado verdadero de las votaciones, y neutralizó de manera efectiva a colectivos armados que intentaron aterrorizar a los votantes y desconocer la impecable victoria de la oposición.
Y mientras la disidencia democrática celebraba su histórica victoria ese domingo, el ministro de la defensa, Padrino López, demostraba a extraños y propios donde reside el verdadero poder de decisión.
A partir de entonces la misma cúpula militar que permitió a los partidos de la MUD asumir el control de la Asamblea Nacional, se encargó de proteger y aupar las maniobras destinadas a lograr el desmantelamiento institucional del órgano legislativo, mediante la utilización del TSJ y de los poderes públicos secuestrados por el oficialismo.
Carente de fuerza real, hoy es perfectamente claro que Maduro gobierna bajo tutela en una eufemística fórmula de “alianza cívico –militar”, que en la práctica es una dictadura presidida por un civil sin autoridad verdadera, y sometido al creciente poder del aparato castrense. Así las cosas, las instituciones republicanas han quedado convertidas en despojos.
Una evidencia del avance de ese proceso, cada día más “militar” y menos “cívico”, es el reglamento que Padrino impuso en 2014, mediante el cual las armas de fuego “potencialmente letales” pueden ser utilizadas para atacar a manifestaciones opositoras. Esto, a pesar de que el artículo 68 de la Constitución prohíbe el uso de estas armas contra manifestaciones pacíficas. Ahora comprendemos los efectos de aquella medida que se concreta hoy en desolación y muerte.
Igualmente, ese poder de los uniformados se demuestra en el creciente control de la fuerza armada en áreas económicas de vital importancia estratégica para la nación. Recordemos que Maduro les ha entregado buena parte de la explotación del llamado Arco Minero del Orinoco, que comprende 112 mil kilómetros cuadrados extendidos en Guayana, Amazonas y Delta Amacuro.
Vistas así las cosas, todo indica que a medida que se concentra en los generales el ejercicio efectivo del poder con el fin de controlarlo todo, sus métodos represivos y la incapacidad para dialogar les continuarán aislando del resto de la nación y de la comunidad internacional.
Por esa razón, cuando se retira a nuestro país de la Organización de Estados Americanos el régimen demuestra su decisión de “apartarse a la cubana” del sistema interamericano, como hizo el Fidel de los años 60, en la creencia de que el aislamiento les facilitará el control de la sociedad mediante una represión aún más cruenta contra la población civil.
La ruptura del hilo constitucional denunciada por la Fiscal General de la República, y la advertencia que esta prominente figura del chavismo formula sobre arbitrarios procedimientos represivos, es un tardío pero inteligente y poco sutil recordatorio dirigido a sus antiguos compañeros, para que tengan en cuenta que la impunidad criminal es cada día más difícil en el mundo político de hoy.
Lo cierto es que, a menos que ocurran acontecimientos sorpresivos dentro de la propia institución militar, el panorama continuará signado por una lucha cada día más intensa entre millones de venezolanos civiles que queremos democracia y justicia y una cada vez más aislada cúpula de generales que creen poder imponernos una dictadura cuartelaria.