Con el tono de falso enfado típico de los mentirosos atrapados en su falsedad, el primer ministro, Manuel Marrero, salió bravucón a atajar «un asunto que las redes sociales se están cuestionando, que si el precio de las TRD —las estatales Tiendas Recaudadoras de Divisas— es más caro en algunos productos que estos que se han topado» a las MIPYMES.
Lo que inquieta a este agente de GAESA en el Gobierno es que, aunque el régimen reclama el monopolio de crujir hasta los huesos a un pueblo habituado a ser exprimido, ha quedado al desnudo la contradicción de topar precios privados siendo más bajos que los estatales, y eso han tenido que justificarlo.
«Es injusto hacer ese análisis», dijo Marrero en referencia a esa comparación de precios de MIPYMES y estatales. «Nuestras TRD están enfrentadas a un escenario complejo, no compran esos recursos, el pollo, el aceite, en los mismos mercados donde compran los privados; ellas no trabajan con el mercado ilegal de divisas, sino que valoran el dólar a 120 pesos, por tanto, el análisis es otro. Las TRD tienen que comprar en mercados más lejanos a precios más caros».
Menudo batiburrillo embaucador que, sin embargo, vale la pena analizar por lo que Marrero implícitamente reconoce. Vamos por partes.
«Nuestras TRD están enfrentadas a un escenario complejo». ¿En serio? Terminales de contenedores, almacenes en los puertos, medios de transporte, almacenes secos y refrigerados localizados por todo el país, miles de puntos de ventas minoristas y bancos para financiar el proceso, todo eso tiene el Estado y nada de ello los privados… ¿Y es la empresa estatal la que tiene un escenario complejo?
Decenas de miles de trabajadores cobrando salarios miserables, más de 60 años de experiencia en el negocio, descuentos por volúmenes de compra y flete, décadas de relaciones con proveedores en el mundo entero, beneficiosos acuerdos con gobiernos aliados como China, Vietnam, Venezuela o México, subvenciones y miles de millones en deudas perdonadas, todo eso tiene el Estado y nada de ello los privados… ¿Y es la empresa estatal la que tiene un escenario complejo?
En menos de dos años, un sector privado sin experiencia ni relaciones, sin infraestructura ni financiación, sin acuerdos bilaterales, deudas perdonadas o trabajadores baratos, cargando impuestos leoninos y sin siquiera poder comprar dólares legalmente, ha logrado, como bien reconoce Marrero, vender más barato que esas gigantescas empresas estatales que tienen de todo menos eficiencia.
Acaba de reconocer Marrero, en definitiva, que su Gobierno sabe —como sabe todo el universo— que el sector privado es infinitamente más eficiente que el estatal y, por lo tanto, esta Cuba miserable es hija del empecinamiento de mantener al socialismo como política, un sistema demostradamente fallido para generar riqueza, aunque eficientísimo para sostener dictaduras, que es lo que le importa a Marrero y su banda.
«Ellas —las TRD— no trabajan con el mercado ilegal de divisas sino que valoran el dólar a 120 pesos», continuó justificando el premier con carencia absoluta de lógica pues, al fin y al cabo, su verdadero propósito no es explicar sino confundir.
Que a las empresas estatales les valoren el dólar a 120 cuando a las MIPYMES les cuesta 320 o más, significa que cuando un privado vende un millón de pesos solo obtiene 3.125 dólares para reaprovisionarse, mientras la empresa estatal vendiendo lo mismo consigue 8.333 dólares para seguir importando, más del doble que el privado… y aun así están perdiendo la competencia dado los costos de la ineficiencia socialista.
Además, ¿no es el mismo Estado quien establece el valor del peso? Ellos son dueños de la moneda nacional, si les afecta el tipo de cambio, ¡pues que lo cambien! Solo tienen que liberar el mercado cambiario, ¿por qué no lo hacen?
Pero aun falta lo mejor.
«Las TRD tienen que comprar en mercados más lejanos a precios más caros», aseguró el coronel, aludiendo a ese «bloqueo» que parece que no les permite comprar más barato y más cerca. Sin embargo, ¿quién si no ellos mismos adquieren pollo, aceite, carros de lujo y gastan millones importando quesos, vinos y hasta motores fuera de borda desde Estados Unidos?
Pero sigamos el razonamiento de Marrero y aceptemos que el «bloqueo» condena a las empresas estatales a comprar lejos y caro mientras las empresas privadas compran cerca y barato. En ese caso, ¿por qué la Constitución castrista declara a la empresa estatal socialista sujeto principal de la economía, si se sabía que la empresa privada, por no estar «bloqueada», sería mucho mejor para proveer al pueblo con todo lo que necesita? ¿A quien sirve esa Constitución que sacraliza la ineficiencia? Seguro que no a los pobres que sin electricidad ni mandados fueron a votarla.
Lo que reconoce Marrero, en definitiva, es que el problema de Cuba no es el embargo, sino el empecinamiento del castrismo en mantener un modelo político-económico absolutamente ineficiente que, encima, tiene limitado negociar en el mercado más cercano y barato para Cuba. El primer ministro ha dejado claro que el problema de esta isla no es el embargo norteamericano al sector estatal, sino el bloqueo castrista al sector privado.