Democracia y Política

Juventud, divino tesoro

hqdefault Quiero hacer constar que no entra en mi ánimo unirme al coro de Casandras criollas que sólo hablan de las fuerzas opositoras para criticarlas. Mientras más se aproximan los días santos, recordemos que debe dársele al César lo que es del César, y reconozcamos que los actores políticos, luego de un año 2014 bastante accidentado, están dando muestras recientes de querer seguir trabajando a favor de la Unidad.

Estas líneas son motivadas, en primer lugar, por un hecho relevante, pero que yo sepa no mentado, de las recientes elecciones de la UCV, donde los grupos estudiantiles de oposición triunfaron: la poca participación estudiantil, a tal punto que la abstención superó a los votos emitidos. Tómese nota que en las elecciones para la Federación de Centros de la UCV de 1965 –hace medio siglo- las dos planchas enfrentadas, la democristiana (JRC – Juventud Revolucionaria Copeyana), encabezada por Abdón Vivas Terán, y la de la unidad de todas las fuerzas marxistas, encabezada por Julio Escalona de la Juventud Comunista, lograron más de 20.000 votos. (superior a la cifra de votantes este 2015). Los marxistas, por cierto, ganaron en la raya. ¿Y cuántos estudiantes había en la UCV en ese entonces, y cuántos hay hoy? El fervor del enfrentamiento de ayer, entre las fuerzas democráticas representadas por la DC, y la izquierda – con la DC como única defensora de las ideas democráticas, ya que AD no existía ni en la universidad ni en los liceos, todavía sufriendo el trauma de la partida de lo más brillante de su juventud para formar el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)-, no tendría razón para haber sido mayor que el que se vive hoy en una universidad bajo el ataque y la agresión constantes de un régimen tiránico que no acepta la crítica, que avanza en su programa totalitario, y  que no quiere entender el significado de la palabra pluralismo.

Otro asunto importante de la elección ucevista: la tímida presencia de las organizaciones juveniles de los partidos. Una pregunta queda en el aire: ¿cómo puede tener futuro una organización partidista sin liderazgo juvenil, el cual es en buena medida liderazgo estudiantil? ¿Están preparando los partidos a los liderazgos del futuro? El caso es que los jóvenes no pueden formarse a sí mismos.

En segundo lugar, escribo esta nota recordando el comentario que me hiciera un experimentado dirigente partidista del interior, a quien le ha llamado la atención el que los dirigentes juveniles de su tierra, interrogados sobre sus aspiraciones ahora que viene un nuevo proceso electoral -si el régimen no se pone gelatinoso en esa materia- casi sin excepción, anunciaban su deseo de “ir a Caracas como diputados”. Se pregunta mi amigo: ¿Qué quedó del quemar etapas, de la acumulación progresiva de experiencias? Algunos de estos muchachos parecieran añorar lo que nunca han tenido.

En mis tiempos juveniles los jóvenes metidos en política cumplían dos labores específicas: la militancia estudiantil, y/o la militancia territorial, en los estados, municipios y parroquias. Se esperaba también que, unido a los estudios propios de su edad, el joven político atendiera innumerables cursos de formación, donde además de las cuestiones doctrinarias adquiría conocimientos, entre otros temas, de historia, o economía, así como herramientas fundamentales en el quehacer político, como oratoria y técnicas de debate. Todo ello buscaba generar experiencia, conocimiento progresivo de la realidad, responsabilidad, carácter. Es decir, formar líderes.

Líderes con intuición, la cual hace su aparición cuando se juntan la experiencia previa con un patrón ordenado y claro de pensamiento y de toma de decisiones. La intuición sirve para filtrar posibilidades, descubrir analogías, desarrollar la capacidad de autoevaluación, recordar ejemplos de experiencias y decisiones previas, separar lo importante de lo accesorio. Todo ello se reconoce cuando se dice “esa persona tiene experiencia”, que sólo la otorga el tiempo, produciendo la maduración que viene con el aumento en las responsabilidades, y que ayudará a decidir quién tiene realmente en la bola y quién no. Como todo en la vida: muchos fanáticos de la pelota en la niñez soñamos con jugar la primera base de los Yankees, pero sólo ha habido un Lou Gehrig.

Todo joven que quiere ingresar en la política debe seguir un “cursus honorum”, que era como se llamaba a la carrera política durante la república romana. De hecho, para ser senador romano, el cursus honorum constaba de una frase preparatoria con varias especialidades y seis magistraturas ordinarias (cuestura, edilidad, tribunado, pretura, consulado y censura.) Los romanos estaban claros: para llegar a los cargos más importantes hay que prepararse.

Un argumento, mencionado en tierras anglosajonas, que parte de reconocer el pragmatismo que va asociado con el hecho político, es que el tiempo pasado en la política y en el ejercicio del poder, si no se asume con la madurez necesaria, puede traer como consecuencia la destrucción del carácter, la irrecuperable pérdida del compás ético.

La política, la creación y ejecución de decisiones que afectan el bien común, es una tarea difícil. Requiere de habilidades y conocimientos adquiridos con esfuerzo. Exige prudencia. ¿Qué es la prudencia? David Brooks nos recuerda que es la destreza para captar un patrón único en una situación específica. Es la habilidad de absorber un gran flujo de informaciones y sin embargo poder discernir lo esencial. Es la capacidad de poder participar en deliberaciones complejas y sentir cuáles son los argumentos con mayor peso. Es tratar la realidad con el conocimiento y la precaución que se merece.

Y como nos dice Brooks: la prudencia sólo se puede adquirir con la experiencia.

Finalmente, es también válido preguntarse: los dirigentes “adultos” criollos, algunos de los cuales -esperemos que pocos-  parecieran no estar muy interesados en formar, muchos menos en promover a las jóvenes generaciones, ¿están en verdad a su vez adecuadamente preparados? Pero ese tema, por su pertinencia, merece ser tocado en otra oportunidad.

 

 

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