Ética y MoralPolítica

Karina Sainz Borgo: Derogar la ley de la gravedad

Todo es posible para el Ejecutivo. Regular desde el calor hasta los orgasmos

El anuncio fue extraordinario, una granizada de voluntarismo y sobreactuación electoral. Esta semana, tras un Consejo de Ministros convocado para dilucidar qué hacer ante la sequía en España (como si ésta fuese inédita), la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, adelantó que habrá cambios legislativos para los trabajadores cuando las condiciones climáticas sean de calor extremo. Se trata, según explicó Díaz, de la adaptación del decreto de prevención de riesgos laborales ante las olas de calor que se prevé que sucedan durante los próximos meses. ¡Qué alivio! Como ésa, habría que inventar más y mejores normas: el diámetro de los paraguas para los días de lluvia; el grosor del paño de los abrigos según la época del año, así como un reglamento para estipular la cantidad de cubitos de hielo por vaso, según sean de sidra o de tubo. Normar hasta en lo más pequeño, meterse en todo, tutelarlo todo, reglarlo todo. ¡Que no quede un centímetro libre para el sentido común! Los integrantes del gabinete de Gobierno, a saber, 22 ministros, sufren de incontinencia legislativa. Cualquiera diría que se están legislando encima, hasta el punto de convertir un deseo o una aspiración en derecho. Los ministros del Gobierno de Pedro Sánchez estudian regular hasta los orgasmos, una idea que la secretaria de Estado de Igualdad puso sobre la mesa cuando descubrió que hasta la llegada de Podemos al Gobierno, las mujeres en España no conocían el placer. El catálogo de imposiciones, medidas, ajustes y decretos sobre el más mínimo episodio ciudadano, incluso hasta la temperatura a la que debe colocarse la calefacción en invierno o el aire acondicionado en verano, tiene algo de Minimor, uno de los cuatro ministerios del superestado de Oceanía creado por Orwell. No queda claro si la incontinencia reguladora es atribuible a una irrefrenable pulsión autoritaria o un ataque agudo de adanismo. Pero hasta para ser salvador del mundo habría que acreditar cierta pericia, no vaya a ocurrir que una ley contra los delitos de agresión sexual acabe dejando en libertad a cientos de violadores.

Glaseada, de sonrisa perpetua y con una oratoria que tiende a la declamación infantil, Yolanda Díaz refunda esa tendencia muy propia de los iluminados (o los que se creen tales) de ir contra la naturaleza si es necesario, con tal de liberar a su pueblo. Lo intentó Simón Bolívar, que se propuso luchar contra cualquier adversidad natural, y hasta el mismísimo Napoleón, que se pensó más fuerte que el invierno ruso. Con tal de salvar el mundo, y por el bien de sus indefensos habitantes, hay políticos que parecen dispuestos a todo. ¡Habrase visto! ¿Cómo es posible que a nadie se le hubiese ocurrido antes? Habría que abolir o reformar incluso hasta la ley de la gravedad: cómo es eso de que las cosas se caen, los edificios se desploman y los mamíferos no puedan volar. Mañana mismo se convoca al gabinete para derogarla. ¡Faltaba más, si es una legislación antisolidaria!

 

 

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