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Karina Sainz Borgo: ¡Montesquieu, ruega por nosotros!

Sánchez derrapa en la pista de su amor propio. Es inmortal e inmoral

Pedro Sánchez que estás en Moncloa, venga a nosotros tu ingenio. Pocos personajes de la vida pública tienen tanta resistencia y tan pocos escrúpulos como el presidente del Gobierno en funciones. De la época de su liderazgo, él es el único que queda vivo. Cayeron como moscas Rajoy, Rivera, Iglesias, Arrimadas, Casado… ¡hasta Torra o la escudero Lastra! Sánchez es inmortal e inmoral. Desde que consiguió las migajas de la moción de censura, se manifiesta como un trepador sin fisuras. Hará lo que tenga que hacer. Es infalible como la ley de la gravedad, pero también preocupante: el pan duro de la política cuando escasea el trigo limpio en los graneros de la cosa pública. Basta con repasar esta semana de negociaciones entre el PSOE y el independentismo. Para garantizar una investidura los socialistas están dispuestos a concederlo todo.

En Sánchez prometer y delinquir pueden convertirse en sinónimos si las circunstancias así lo exigen y, a juzgar por sus negociaciones, queda claro que un presidente puede gobernar ya no a favor de un determinado signo político o grupo, sino en contra de todos los ciudadanos. Condonar la deuda a Cataluña, concederle la gestión de los ferrocarriles de cercanías, amnistiar a un prófugo y de paso beneficiar a su entorno, incluidos aquellos a quienes se les investiga por dinero asociado al narcotráfico, es la más clara manifestación de cuán peligroso fue Pedro Sánchez, desde el comienzo.

De tan ridículo y pagado de sí mismo, en principio Pedro Sánchez apenas merecía nuestra atención. Recién llegado a La Moncloa con sus manuales de autoayuda política, parecía la gotera de la poca cosa, pero su insistencia, como la de un grifo abierto, acabó por socavar el edificio y va camino ya de incendiarlo. Pedro Sánchez iba para pícaro, pero se pasó tres pueblos, y sin necesidad de subirse al Falcon. Mientras el presidente español derrapa en la pista de su amor propio, transita por la jabonosa autopista de lo ilegal y lo inmoral.

Sánchez se abrió paso en la vida pública como un tren de alta velocidad. Que no quede un colchón ni una institución en pie, el PSOE incluido. Va camino de conseguirlo, con el añadido de que lo acompaña en ese viaje la fauna más mostrenca. Más que cambiar de opiniones, las desecha. Todo cuanto negocia es reversible, reciclable o revocable. Dobla la apuesta sin miramientos, carga la bala, se la juega como un ruletista. Más que ideas, Sánchez tiene pajaritos preñados, el problema es que son siempre los mismos. Y además muy peligrosos.

¿Quién controla a Pedro Sánchez? ¿Quién le pone el cascabel al Julián Sorel de Ferraz? ¿Dónde y cómo obtuvo Sánchez todo ese poder? ¿Por qué nada lo detiene ni lo equilibra? ¿Qué desventura llevó a ese sujeto a semejante posición de poder? El fin no justifica los medios, pero en tiempos de posverdad, quién le enmienda la plana a Maquiavelo. ¡Montesquieu, ruega por nosotros! No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal, amén.

 

 

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