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Kathleen Parker / Una teoría: Trump despidió a Comey porque es más alto

Los hechos no son hechos; la verdad no es cierta; la realidad no es real.

Aquí es donde estamos.

No es de extrañar que “orwelliano” sea el adjetivo más utilizado derivado del nombre de un escritor. Estamos viviendo en el más surrealista de los tiempos.

Pero los días de Orwell pueden estar contados ya que “trumpiano” ha surgido con rapidez para describir la aparente intención del presidente de desficcionalizar la visión distópica de Orwell. O eso, o que está simplemente confundido. O quizá – debe tenerse en cuenta – el ser extraterrestre que  habita el cuerpo del anterior Donald Trump ha sido lento para absorber las complejidades y matices de la palabra hablada.

Las escaramuzas diarias de Trump con el idioma inglés  hacen parecer al Bushismo,  las expresiones de George W. Bushcomo una antología de citas brillantes. Cuando no limitadas sintácticamente, son pasmosamente desconcertantes. ¿Cuál podría haber sido la intención de Trump cuando sugirió a Lester Holt, entrevistador de NBC, que él no sabe con seguridad si hay una investigación del FBI sobreeste asunto con Rusia? ¿Quiere decir que el presidente no cree lo que cada agencia de inteligencia ha dicho y lo que a él personalmente se le ha mostrado en sesiones informativas?

 «Cada quien elige su verdad» es la esencia de la lógica trumpiana. Pero las emanaciones de la Casa Blanca ya no pueden descartarse como mera incompetencia. Algo está muy mal en el 1600 de Pennsylvania Avenue. Dentro de las paredes doradas de la Oficina Oval, donde incluso las moscas no se atreven a tocar tierra,  la democracia se balancea peligrosamente entre las fuerzas de la luz y la oscuridad.

Cuán perfectamente evocadora es una noche reciente, cuando el secretario de prensa Sean Spicer se reunió con miembros del personal detrás de un arbusto después de que fuera publicada la noticia del despido de director del FBI, James B. Comey. El asediado Spicer finalmente accedió a salir y hablar con los medios de comunicación reunidos, pero sólo si apagaban sus luces.

“La democracia muere en la oscuridad”, reza el lema del Washington Post, y cada vez parece más apto.

Entonces, ¿qué vamos a hacer con los cambios constantes que Trump hace de los hechos y las verdades? ¿Está mintiendo? ¿Fingiendo? ¿O está tan seguro de la mínima capacidad de atención de los Estados Unidos y de su disposición al auto-engaño que él puede hablar sin sentido con la misma impunidad como cuando afirmó que él podría disparar a alguien en la Quinta Avenida y  a sus seguidores no les importaría?

¿O es posible que su campaña realmente sea culpable de connivencia con Rusia? ¿Tiene Vladimir Putin información comprometedora sobre  el presidente de Estados Unidos? Es posible que, de hecho, no sea nada, como insiste Trump, pero el presidente se las arregla para lucir culpable. ¿Por qué es tan difícil mencionar las razones para despedir a Comey? La variedad de explicaciones dadas en pocos días era obviamente una vía para la justificación. Tratar de hacerles seguimiento se sentía como tratar de resolver un laberinto donde el queso se sigue moviendo.

Primero, fue el manejo de la investigación del correo electrónico de Hillary Clinton por parte de Comey. Después fue una recomendación del Departamento de Justicia. Luego, ni lo uno ni lo otro. Trump siempre estaba pensando en despedir a Comey, según sus propias palabras. (Nota a sus empleados: Trump siempre está pensando en despedir a todo el mundo.)

La última razón esgrimida por Trump fue que Comey era un “fanfarrón”, que el fanfarrón en jefe no podía aceptar como competencia. Además, Comey había perdido la confianza de su oficina, dijo Trump, a pesar del testimonio de lo contrario por el FBI. Por último, Comey no era bueno en su trabajo, lo que sería una base racional, si tan sólo hubiera pensado en ello antes. La mayoría coincide en que Comey ejerció un mal juicio con la publicación de las actualizaciones de la investigación Clinton que podrían haber afectado el resultado de la elección.

Varios meses posteriores, sin embargo, ¿qué pudo llevar a Trump a tomar medidas? En un mundo trumpiano, atascado en algún lugar entre el segundo grado y el vestuario de una escuela preparatoria, incluso el ridículo parece plausible. Por lo tanto, vamos a intentar una razón descabellada: Tal vez Trump despidió a Comey por ser más alto que él, con 6 pies, 8 pulgadas. A la luz de su enamoramiento con el tamaño es fácil imaginar que midiendo 6 pies y 3 pulgadas, Trump se resentiría de la altura de la persona que estaba investigando la posible colusión entre su campaña y Rusia.

En el mundo de los adultos, sin embargo, el ojo tiende a enfocarse en otras probabilidades, como en la investigación por parte de Comey de la campaña de Trump y sus nexos con Rusia, su reciente solicitud de más recursos para la investigación, su negación de la afirmación de Trump de que el presidente Barack Obama había colocado micrófonos en su oficina y su negativa, durante una cena con Trump, de prometerle lealtad.

Trump rechaza todo lo anterior, y con ello no sorprende a nadie.

Pero Trump no podía quedarse tranquilo. El pasado viernes, lanzó una diatriba en Twitter que parecía amenazar a Comey, diciendo que para el director despedido “era mejor” que no hubiesen cintas de sus conversaciones si se empezaran a hacer filtraciones a la prensa. Al igual que Trump se proyectó al llamar a Comey un fanfarrón, uno podría razonablemente extrapolar que Trump es quien está preocupado por lo que pudiese aparecer a continuación.

Por otra parte, tal vez es sólo ese extraterrestre jugando con la mente de Trump.

Traducción: Marcos Villasmil


NOTA ORIGINAL:

The New York Times

A theory: Trump fired Comey because he’s taller

Facts aren’t facts; truth isn’t true; reality isn’t real.

This is where we are.

It’s no wonder that “Orwellian” is the most widely used adjective derived from the name of a writer. We are living in the most surreal of times.

But Orwell’s days may be numbered as “Trumpian” has swiftly emerged to describe the president’s apparent intent to de-fictionalize Orwell’s dystopian vision. Either that, or he’s just plain addled. Or, it must be considered, the alien being that has inhabited the former Donald Trump’s body has been slow to absorb the intricacies and nuances of the spoken word.

Trump’s daily scrimmages with the English language make Bushisms seem like “Bartlett’s Best.” When not syntactically challenged, they’re jaw-droppingly mystifying. What possibly could Trump have intended when he suggested to NBC’s Lester Holt that he doesn’t know for sure if there’s an FBI investigation into this Russia thing? So the president doesn’t believe what every intelligence agency has said and what he has personally been told in briefings?

Choosing one’s truth is the essence of Trumpian logic. But the emanations from the White House can no longer be dismissed as mere incompetence. Something is very wrong at 1600 Pennsylvania Avenue. Inside the Oval Office’s golden walls, where even flies dare not land, democracy rocks perilously between the forces of light and darkness.

How perfectly evocative one recent night when press secretary Sean Spicer huddled with staffers behind a bush after news broke of FBI Director James B. Comey’s firing. The beleaguered Spicer finally agreed to come out and speak to the gathered media, but only if they extinguished their lights.

“Democracy Dies in Darkness,” reads the Washington Post banner, seeming ever more apt by the day.

So what are we to make of Trump’s constantly shifting facts and truths? Is he lying? Pretending? Or is he so certain of America’s abbreviated attention span and willing self-delusion that he can speak nonsense with the same impunity as when he claimed he could shoot someone on Fifth Avenue and his base wouldn’t care?

Or is it just possible that his campaign really is guilty of collusion with Russia? Does Vladimir Putin have something on the American president? There may, indeed, be nothing, as Trump insists, but the president goes out of his way to appear guilty. How difficult is it to say why he fired Comey? The variety of explanations over a matter of days was obviously a flailing for justification. Trying to track them felt like trying to solve a maze where the cheese keeps moving.

First, it was Comey’s handling of Hillary Clinton’s email investigation. Next it was the Justice Department’s recommendation. Then it was neither. Trump was always thinking about firing Comey, he himself said. (Note to staffers: Trump is always thinking about firing everyone.)

The latest to slip Trump’s tongue was that Comey was a showboat ,” which the showboat in chief would see as competition. Also, Comey had lost the confidence of the bureau, said Trump, despite FBI testimony to the contrary. Finally, Comey wasn’t good at his job, which would be a rational basis, if only he’d thought of it sooner. Most agree that Comey exercised poor judgment in issuing Clinton investigation updates that could have affected the election outcome.

Several months forward, however, what could have prompted Trump to take action? In a Trumpian world, stalled somewhere between second grade and a prep school locker room, even the ridiculous seems plausible. So, let’s try a wild one: Maybe Trump fired Comey for being taller, at 6 feet, 8 inches. In light of his infatuation with size, one can easily imagine that a 6-foot-3-inch Trump would resent having to look up to the guy who was investigating possible collusion between his campaign and Russia.

In the adult world, however, the eye tends to land on other likelihoods, as in Comey’s Trump campaign/Russia investigation, his recent request for more resources for the investigation, his denial of Trump’s claim that President Barack Obama had wiretapped his office and his refusal during a dinner with Trump to pledge loyalty.

Trump disputes all of the above, surprising no one.

But Trump couldn’t leave it alone. Friday, he launched a Twitter tirade that seemed to threaten Comey, saying the fired director “better hope” there are no tapes of their conversations if he starts leaking to the press. Just as Trump projected himself in calling Comey a showboater, one could reasonably extrapolate that Trump is the one concerned about what next might surface.

Then again, maybe it’s just that alien thing messing with Trump’s mind.

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