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Keiko Fujimori, la heredera del voto populista de la dictadura

14595238835408Un centenar de mujeres que llevan a sus hijos en una mano y en la otra ondean los banderines naranjas del partido fujimorista hacen un pasillo humano para recibir aKeiko Sofía Fujimori, que desembarca sonriente de una camioneta 4×4 y hace el paseíllo repartiendo saludos a sus fans.

Keiko se encarama al pequeño escenario, en el centro de una plaza de arena rodeada de cerros por los que trepan desordenadamente viviendas precarias, y comienza a bailar la cumbia pegajosa que es su himno de campaña. Atardece en el asentamiento de Valle Amauta, en el distrito limeño de Ate Vitarte, el mismo en el que su padre cumple 25 años de condena por delitos de Lesa Humanidad en un cómodo recinto de 190 metros cuadrados con un huerto.

«Ustedes se sienten abandonados por el Estado», grita Keiko con voz aguda y enojada. Su padre llevó la luz y el alcantarillado a Valle Amauta. También el primer colegio. Desde entonces, ha habido pocas mejoras en este confín de Lima. «En estos años lo que he hecho es recorrer, ver y sentir lo que sufre el ciudadano de a pie y así hemos elaborado nuestro plan de gobierno que recoge las problemáticas del Perú olvidado y marginado», explica en el mitin.

Desde que en 2011 perdió por los pelos las elecciones contra el actual presidente, Ollanta Humala, Keiko Fujimori se ha dedicado a fortalecer su partido en el interior del país. Hoy tiene un nicho de hierro que supera el 30% de intención de voto y la coloca en primer lugar en las preferencias de los peruanos en las elecciones del 10 de abril.

En Valle Amauta, ante medio millar de incondicionales, ofrece agua corriente para las cimas de los cerros. Un nuevo colegio. Un hospital. Un instituto técnico para los jóvenes. Y cárceles por encima de los 4.000 metros para violadores, sicarios y extorsionadores. Su auditorio, repleto de mujeres, baila junto a ella la cumbia que revienta en decibelios tras cada una de sus promesas.

Manifestación contra su candidatura

Mientras, a hora y media atravesando el infernal tráfico, el centro de Lima es escenario de una nueva manifestación contra su candidatura. Miles de jóvenes, la mayoría mujeres, marchan exigiendo que el Jurado Nacional de Elecciones la excluya de la contienda por repartir regalos y dinero en actos proselitistas, algo prohibido por la actual ley electoral. Marchan con los muslos ensangrentados, como símbolo de las esterilizaciones forzadas del régimen de Alberto Fujimori, y enarbolan carteles con ratas, recordando que el gobierno de su padre fue el séptimo más corrupto del mundo según Transparencia Internacional.

El 19 de marzo, las autoridades electorales abrieron un proceso sancionador contra su partido por entregar dádivas que podría llevar a la exclusión de Keiko Fujimori del proceso electoral. La candidata presidió la entrega de sobres con dinero a los ganadores de un concurso de baile organizado en febrero por Factor K, un colectivo de jóvenes a favor de Keiko. Sin embargo, el jurado electoral, contradiciendo los argumentos con los que expulsó anteriormente al candidato César Acuña, falló a su favor al considerar que no se trataba de un evento proselitista y que no estaba probado que el dinero entregado perteneciera al partido o a la candidata. El fallo ha sido apelado pero ya nadie espera un pronunciamiento en sentido contrario del mismo jurado que la libró, a pesar de quela ley que habría sido infringida por la candidata no especifica que la dádiva deba provenir de su bolsillo.

Fruto de esta resolución electoral, en un importante sector de la ciudadanía crece la sensación de parcialidad de los órganos electorales y aumentan los llamamientos a una marcha masiva este 5 de abril, fecha en la que se conmemora el autogolpe de Estado dado por su padre en 1992.

Primera dama del presidente

Con tan sólo 19 años, Keiko Fujimori aceptó ser la Primera Dama del país después de que su madre declaró haber sido víctima de torturas con descargas eléctricas por haber denunciado actos de corrupción en el gobierno de su marido.

Junto a su mentor, recorrió los rincones más alejados de los Andes enfundándose un poncho y un chullo (gorro) andino para repartir alimentos, ollas, cocinas a gas, uniformes escolares y zapatos. Compaginó sus obligaciones políticas con sus estudios de Administración en la Universidad de Boston. Precisamente, los cuatro hijos de Fujimori fueron investigados desde 2010 como cómplices de enriquecimiento ilícito por el financiamiento de sus estudios. Sin embargo, esta investigación no prosperó ya que no podían ser juzgados como cómplices cuando su padre no fue declarado culpable de este delito porque no fue incluido en su cuadernillo de extradición desde Chile.

Hoy, muchos asentamientos de Lima llevan el nombre de Keiko Sofía como agradecimiento. También porque bautizar estos poblados con el nombre de la hija del presidente agilizaba los trámites para obtener los títulos de propiedad y los servicios básicos en estas invasiones de los arenales, producto de la emigración de la población de los Andes a Lima por el conflicto interno que asoló el país durante 20 años (1980-2000).

ELMUNDO.es visitó en los arenales de Ventanilla, en el sur de Lima, uno de estos enclaves. «Alberto Fujimori fue el primer presidente que se ensució los zapatos aquí para repartir productos de primera necesidad», recuerda el profesor de escuela Juan Cruz, del asentamiento Keiko Sofía.

Al igual que en Valle Amauta, Fujimori padre llevó el agua corriente a Keiko Sofía, construyó un colegio y una pista deportiva. Y con ellos el agradecimiento en forma devotos para su heredera, Keiko Fujimori, que en las elecciones de 2006 se convirtió en la congresista más votada, pero también la que protagonizó más ausencias del pleno y una labor legislativa exigua (tan sólo 5 proyectos de ley aprobados en 6 años).

‘Nos calmó el hambre’

Paulina Bautista Ramírez emigró a Ventanilla con sus cinco hijos pequeños a principios de los 90 desde Cajamarca, un departamento al norte del país. «Alberto Fujimori, al menos con un vaso de leche, nos calmó el hambre», cuenta Paulina, de 56 años, que en agradecimiento viajará 12 horas en bus a Cajamarca sólo para votar a la hija del que considera su benefactor.

En estos confines de Lima también saben del escuadrón de la muerte Colina, que asesinó a 25 personas durante el gobierno de Fujimori y por el que fue condenado el ex presidente. También de la corrupción generalizada, pero contradiciendo las sentencias culpan de ello exclusivamente a su asesor Vladimiro Montesinos. «Por lo menos hizo algo por los pobres», responde bajo su lógica Paulina. «Ollanta Humala prometió seguridad y bajar el gas (la bombona) a 12 soles (4 euros). Le creímos porque fue militar. Pero todo fue peor. ¡El gas subió!».

La extorsión y el sicariato en Perú, el mayor exportador de cocaína del mundo, han crecido durante el gobierno de Humala. Hoy, la provincia de El Callao, a la que pertenece Ventanilla, está desde hace tres meses con estado de Excepción al ostentarlos mayores índices delictivos del país.

«Como mujer y como madre, Keiko Fujimori creo que hará algo», es la respuesta generalizada de las sufridas mujeres de estos asentamientos de Ate y El Callao, los distritos con mayor respaldo al fujimorismo de Lima. Aquí, donde el sol quema y la arena se respira cada día, no es necesario que Keiko Fujimori se desgaste convenciendo a su auditorio de que ella encarna un «nuevo fujimorismo» que respeta los Derechos Humanos y la democracia. Aquí, el voto a Keiko, contra pruebas y sentencias, reivindica a su padre.

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